El secreto entre nosotros

Verdades y... ¿más amigos?

Luego de los largos primeros días de clase, el fin de semana llegó para darme un respiro. En compañía de mi madre, descansar y pasar tiempo juntos es algo bueno de vez en cuando. Pero, lastimosamente, un fin de semana solo tiene dos días. Y al cabo de eso, inicia otra semana. Aun así pude disfrutarlo como me gusta... totalmente encerrado.

—¿Ya tienes todo listo? —pregunta mi madre desde la cocina.

—Sí —respondo desde la sala—, tengo todo listo... aunque no tengo muchos ánimos para ir.

—Recuerda arreglar tu uniforme y tener limpios tus zapatos.

—Sí, madre, todo está listo. Te preocupas demasiado.

—Olvido que mi muchacho ya no es un niño. De acuerdo, si dices que todo está bien, entonces está bien. Por cierto, te he notado un poco pensativo, ¿Hay algo que te preocupe?

—N-No, todo está bien —aparto la mirada—. Sólo estoy pensando en lo que haré para sobrellevar la clase de gimnasia... Ahh —suspiro cabizbajo—. Tengo el presentimiento de que voy a morir.

—Pues, esfuérzate, hijo. Son pequeños esfuerzos que hay que hacer.

Ella seca sus manos con su delantal y viene hacia mí. Al llegar al sofá, se sienta a mi lado.

—Recuerdo que yo era como tú. Siempre odié esa clase porque nunca tuve mucha resistencia. Verte me trae tantos recuerdos... has crecido mucho, mi niño —levanta el cabello sobre mi cara y me mira a los ojos—. Que lindos ojos.

—Son iguales a los tuyos —digo al momento que desvío la mirada.

Unos ojos llenos de misterio. Su color es tan llamativo que si alguna vez te cruzas con ellos, es inevitable querer volver a verlos. Color miel que refleja la luz en su interior como un espejo y cuya pupila resalta por ser de un negro profundo, eso además de su sonrisa amable y el calor de sus manos. Mi madre es la mejor, pero, aun así, hay cosas que simplemente no puedo decirle.
Luego del confuso mensaje de Karin, no tuve el valor de responderle. He estado pensando todo el fin de semana en la razón para que dijera eso. «¿Será que solamente quería jugar conmigo?» me pregunto.

Cuando el día acaba y llega la noche, luego de cenar, preparamos todo para dormir. Al terminar, ella se va a su habitación mientras yo me quedo en la sala viendo TV un rato más, hasta que pocos minutos después, empiezo a cabecear. Entonces me levanto, apago la TV y me acuesto a dormir.
Pero solo sentí que cerré los ojos por un segundo cuando ya estaba sonando la alarma.

Ahh... no puede ser.

Muevo mi brazo en la cama y busco el celular entre las sábanas.

Donde está. No veo nada.

El molesto sonido se vuelve desesperante y me obliga a levantarme. En la oscuridad de mi habitación, a esa hora de la madrugada, el celular era invisible. Cuando veo hacia la cama, lo encuentro metido entre las sábanas. En ese momento, lo agarro y lo aprieto en mi mano con ganas de estrellarlo contra la pared, pero respiro hondo y me calmo un poco.
Ya despierto, me preparo para irme a la escuela.

¿Debería intentar peinarme? —miro mi reflejo en el espejo—. Tal vez si peino mi cabello hacia atrás...

Levanto el cabello con mi mano y con una bincha lo peino hacia atrás.

No, no. Me veo horrible... esto es ridículo.

Me quito la bincha y al sacudir mi cabeza, todo mi cabello vuelve a su lugar. Minutos después salgo de casa y voy hacia la escuela. A esta hora de la mañana, la calle está vacía, sólo hay algunas pocas personas que se dirigen a sus trabajos. Las luces anaranjadas de los postes iluminan mi camino mientras pienso en aquella chica.

Hoy intentaré hablar normal. Siempre estoy muy nervioso, tengo que ser valiente y hablar con normalidad a las chicas.

Después de finalmente llegar al colegio, que como siempre está vacío a esta hora y apenas hay algunos autos en los estacionamientos del colegio, tomo asiento en la estación y veo los autos pasar de un lado a otro en la carretera. Al frente hay algunos edificios y hoteles con luces encendidas y miro ensimismado a una de las ventanas hasta notar algo extraño.

¿Hm? ¿Qué es eso?

Al enfocar bien los ojos, distingo a dos personas en el balcón. Parecen forcejear. «quizás se están peleando», fue lo primero que pensé, pero cuando miro bien.

Espera... ¿esas no son sus...? ¡¿Huh?!

Sobresalto del lugar y quedo boquiabierto con mi rostro se caliente.

—¿E-Están haciendo esas cosas... en ese lugar? ¡¿Y a esta hora?! ¿Acaso son conejos?

Un rato después, el señor Román llega y prepara sus desayunos mientras se ordena para empezar a trabajar. Poco a poco empiezan a llegar sus clientes, y yo lo veo desde donde estoy sentado hasta que amanece y el patio de la escuela se llena de estudiantes. Me levanto de donde estoy sentado y entro al patio; busco una de las bancas más alejadas y voy a la que está debajo de un árbol.

Esperaré aquí hasta que abran las puertas.

Coloco mi maleta a un lado y al abrirla saco un libro y cruzo mi pierna. Empiezo a leer y me centro tanto en mi lectura que hasta se me escapan pequeñas risas. Luego, mientras leía, escucho unas voces que me sacan de mi lectura. Levanto la mirada en dirección de las voces y veo un grupo de chicos de tercer año acercándose.

¿Vienen para acá? No puede ser, ¿Qué hago?

Ese grupo de chicos viene hasta donde estoy sentado, y desocupo la banca donde estaba para retirarme. Camino entre ellos y cuando le veo la cara a uno de los chicos, noto que es el mismo que estaba tomado de manos con aquella chica linda que vi el otro día. Mientras caminan, los que estaban al frente me abren paso y detrás de ellos, estaba ella. Al ver su rostro, me mareo y bajo la cabeza.



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En el texto hay: comedia, escolar, drama

Editado: 01.11.2022

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