El Secreto Entre Nosotros

Capítulo 1

Edimburgo, Escocia.

Años después.

El clima en la ciudad se sentía agradable, a pesar de estar cerca el verano. Eso, sumado al cansancio acumulado, hacían que Sofi durmiera más de lo esperado.

Su vida no había sido fácil, escogió ser madre soltera a los diecinueve años, después de haber sido engañada por el hombre que amaba. Al mismo tiempo en que perdía su beca en Oxford, ganándose el rencor de su madre, quien creyó que su hija no repetiría la historia que ella vivió.

Sin embargo, Sofi no se arrepentía, cada cosa había valido la pena, porque la tenía a ella. A su pequeña Abby, quien ya había despertado y corría a la habitación de su madre.

—¡Buenos días, ya salió el señor sol! —gritó, la hermosa niña de siete años, entrando emocionada a la recámara—. ¡Párate, mami! ¡Párate, párate!

Sofía suplicaba por dormir unos segundos más, pero no había forma cuando eran días como hoy, donde Abby se activaba desde muy temprano, debido al entusiasmo previo a la competición.

—Ya me desperté. —pronunció, no tan despierta, levantando la mano con poca firmeza.

La verdad es que llegó muy tarde de trabajar, y no había descansado mucho, aunque bastó escuchar la risa traviesa de su amada terremoto para llenarse de energías, jalarla por su pequeña manito y atacarla a cosquillas y besos, quedándose unos minutos entre las sábanas, bien abrazadas.

—¿Cómo dormiste? —preguntó, acariciando su suave cabello.

—¡Bien, mami! Soñé que aplastábamos a las “Ardillitas rebeldes”, hasta hacerlas picadillo y ganar. —golpeó con su pequeño puño la palma de su mano, simulando que aplastaba algo, enfatizando sus palabras.

—¡Abby Cruz!, ¿qué te he dicho de decir esas cosas? —regañó su madre, mirándola con reproche, y el puchero encantador apareció.

—Que son malas, y se escuchan muy feas en la boca de una niña. —respondió, con fingida inocencia, y su madre volvió a abrazarla.

A veces con Abby, le tocaba respirar. Era como una tormenta, deseosa de tomar su propia dirección. Tan competitiva como… él.

—¿De dónde has sacado que vas a aplastar a tus contrincantes?

La niña sonrió al recordarlo y ver, que su madre se relajaba. Amaba a la mejor amiga de ella, a quien quería como si fuesen familia.

—La tía Ròs me lo dijo. Ella quiere que las vuelva papilla y acabe con la pesada portera para ir a las finales.

—¡Suficiente! —exclamó, entre murmuros, queriendo ahorcar a su amiga—. No vas a repetir las cosas feas que diga Ròs. Vas a jugar, porque vas a divertirte, como siempre. No se aplasta a nadie, ¿está bien?

—Sí, mami. Prometo que no pasará de nuevo. —aseguró, cruzando los dedos, sin que su madre lo viera.

Ambas salieron de la cama y comenzaron a arreglarse. Hoy era un día importante, Abby jugaría un partido decisivo para pasar a las finales del campeonato de futbol femenino. La pequeña siempre fue aficionada a él, más cuando se dio cuenta de que los padres amaban ese deporte. Desde que entendió eso, quiso jugarlo porque, así, su padre la amaría un poquito, el día que volviera.

Ese día, él sería su portero.

Al estar listas, luego de tomar una larga ducha y un buen desayuno, partieron al campo donde se jugaría el encuentro. Iban cantando a todo pulmón, la música preferida de ambas, lo cual era algo que Sofía disfrutaba día tras día. Esos eran los momentos en los que era feliz de verdad. Tener a su niña fue la decisión más dura, pero sin dudas, fue la decisión correcta.

Al llegar, la pequeña terremoto no esperó por ella. Agarró su pelota y su mochila, y saltó del auto para correr donde estaban sus amigas.

La madre negó sonriente, acostumbrada a la intensidad de su retoño, y comenzó a subir el vidrio del auto, con ayuda de su mano, hasta que vio como otras se unían al esfuerzo.

—Necesitas vender esta chatarra. Con razón no vas al gimnasio, si tus brazos se tonifican haciendo esto. —quiso mirarla mal, pero era imposible lograrlo, por más enfadada que estuviera.

—Sabes que, por ahora, no me lo puedo permitir. —su economía nunca era la mejor.

—Porque no quieres —la señaló, ayudándola a bajar todos los refrigerios que traía para el equipo—. Callum es un buen partido, tiene dinero y está loco por ti.

Sofi blanqueó los ojos, y la miró, tras cerrar el auto. Había perdido la cuenta, de las veces que sostuvieron esta conversación. Si algo tenía Ròs era lo insistente que podía ser.

—Te repito. No voy a usar a nadie. Si él de verdad me quiere, lo lastimaría porque no siento lo mismo, y en vez de estar hablando de esto, mejor explícame por qué le sigues diciendo a Abby que aplaste a sus contrincantes. Eso no…

—¡Mira! —interrumpió, señalando, detrás de su amiga—. El entrenador está llamando a los representantes. Anda, yo llevaré esto.

Sofía no pudo reclamarle con gusto, Ròs decía la verdad, estaban esperando por ella. Su amiga acababa de ser salvada por el pitazo del entrenador.

—Quise reunirlos aquí, antes de comenzar para ponerlos al tanto de la situación —explicó, el hombre, cuando todos los presentes estuvieron a su alrededor—. Pronto nos quedaremos sin campo de fútbol para jugar. Hay un empresario que, al parecer, compró todo lo que está en un radio de tres cuadras, incluyéndonos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.