El Secreto Entre Nosotros

Capítulo 4

💞Sofía💞

Llegar a casa se sintió muy bien. Abby parecía no cansarse nunca, sus pilas eran inagotables, pero yo no podía más.

El trabajo me consumía, los días de fútbol eran divertidos, pero extenuantes, y ahora con James rondando, sentía que la poca energía que me quedaba, fue utilizada al cien por ciento. Me mantuve en estado de alerta todo el tiempo y eso no está bien, no puedo permitir que ese ser de oscuridad, me altere de esta manera.

—¿Qué le diré si lo veo? —solté, sin más, luego de dejar a Abby durmiendo la siesta, y buscar aquella caja que no me gustaba abrir.

Ròs me observó por un momento, se dio cuenta de lo que traía entre mis manos, y se levantó del mueble como un torbellino directo a la nevera, de donde sacó un pedazo bastante grande de cheesecake de fresas.

—Con calorías se piensa mejor. —me ofreció un poco y no lo dudé.

Necesitaba dulce para pasar la amargura que me producía abrir esta caja.

—Gracias, no sé si podría hacer esto sin ti. —ella, me abrazó y se adueñó del pequeño plato.

—Siempre estaré; tú y Abby son mi familia. Y si ese hombre es quien creo, pues lo enfrentarás con la frente en alto. Que vea que seguiste adelante y fuiste feliz, a pesar de su traición. —asentí, agradeciéndole.

En eso tenía razón. Si de verdad se trataba de él, no le daré el gusto de verme mal. Le demostraré que no le temo, ni lo quiero. Le haré ver el profundo odio y resentimiento que sembró dentro de mí. Ya no soy la chica tonta que engatusó; ya crecí, y no dejaré que se acerque más de la cuenta.

—Confirmemos que es el innombrable. Concéntrate, Ròs. —pedí, un poco ansiosa.

Limpié mis manos sudadas, con el pantalón, respiré profundo y ahí estaba. Aquella vida que dejé atrás y que quedó atesorada en el recuerdo, me miraba a la cara.

La carta de aceptación en Oxford, estaba al lado de la carta que anulaba mi beca. Esa que me hizo comprender que aquella mujer hablaba en serio y resultó ser más mala de lo que pensé.

Guardaba varias cosas allí, y entre esas la foto. Aquella que alguna vez, si Abby lo quiere, le enseñaré cuando sea más grande y lo entienda, porque por ahora, jamás lo sabrá.

—¿Es él? —pregunté, con el corazón en la boca.

Mi amiga agarró la foto entre sus manos, la observó con detenimiento y asintió, confirmando su sospecha.

—Sí, Sofi, es él. Ahora está más grande y más serio, pero es él. No tengo dudas, vi a James Bennett.

Me rompí, no pude controlarme. Fue como si una carga muy pesada se instalara en mi espalda. Era el peso de mis miedos que se volvían una horrible realidad.

—No quiero verlo, Ròs. Nunca me planteé tenerlo, de nuevo, en frente. Y ahora no es una sospecha, es una realidad, es él. —confesé, asustada, confundida.

Sintiendo tantas cosas por dentro, que creí, que enloquecería.

—No puedes evitarlo. Tú lo sabes —me hizo recordar lo que ya hablamos—. Eres la presidenta del comité de padres. El entrenador y todos, esperan que estés al frente liderando las protestas. Tu encuentro con James será inevitable.

—Tienes razón, sé que es así, pero déjame llorar contigo para poder sacar esto que me aprisiona aquí —señalé mi pecho—. Déjame liberarme de los miedos, para ser la leona que pretendo ser, en defensa de mi hija. Ni crea él que soy la misma estúpida, que una vez engañó.

Me abracé con fuerza a mi amiga, y sentí paz, cuando al fin me calmé. Esto apenas comenzaba, ya fui fuerte una vez, y lo seguiré siendo. Mucho más ahora, cuando alguien depende de mí.

Fui al baño, limpié mi cara, me maquillé un poco, y escuché a Abby hablando con Ròs; mi chiquita había despertado y, en eso, el timbre sonó. Me miré con malos ojos, frente al espejo, regañándome por asustarme, así que salí a ver quién había llegado.

—¡Callum, qué sorpresa!, no te esperábamos. —no quise sonar borde, pero mi estado emocional no era el mejor.

—Vine a ver cómo estaban, me enteré de lo que quieren hacer con el campo de fútbol.

—También vino a traerme chocolates; mira mami, me los dio el tío Callum. —interrumpió, Abby, mostrándomelos.

—Tan bello, Callum, trayéndonos chocolates. —Ròs se burló de su amigo, le quitó un chocolate a mi hija, y la lucha entre ellas comenzó.

Yo negué divertida, y caminé a la cocina para ofrecerle un poco de té a la visita.

—No quise importunar. —lo escuché decir, detrás de mí, y bajé la guardia.

Él no tenía la culpa de nada; yo era la tonta por no poder quererlo como tantas veces me lo ha pedido.

—Discúlpame a mí. Ha sido un día de locos con esta noticia. Abby escuchó lo que pasaba y le metió un pelotazo en el trasero al hombre que compró los terrenos.

Callum estalló en una carcajada, y yo al fin pude reír como antes quise hacerlo. La verdad, de haber sido otro el personaje, me habría encantado ver eso.

—Estuvo mal, aunque riamos —volví a mi papel de madre responsable—. Abby tiene demasiado ímpetu y brío; a veces, no es fácil de guiar. —comenté, en tono lastimero.




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