💞Sofía💞
Este día me tenía muy angustiada, a pesar de saber que la reunión solo sería con el representante legal de la constructora que había adquirido los terrenos. Eso debería darme un respiro porque no me encontraría con James, y; sin embargo, esta molesta presión en el pecho no se me quitaba. Soy consciente de que tarde o temprano, el encuentro con mi pasado, será inminente, pero eso no hace que me sienta preparada.
—Si sigues moviendo el pie de esa forma, le abrirás un hueco al piso. —Ròs intentó calmarme.
—No puedo evitarlo, este encuentro cambiará todo. Los medios me expondrán ante sus ojos, porque soy yo la representante que escogió la comunidad.
—Y tú estarás preparada para enfrentarlo. Que se preocupe él, que fue el desgraciado que falló. —asentí, haciendo ejercicios de respiración.
Por más que intentaba calmarme, no podía evitar pensar que, James Bennett vino a desordenar de nuevo mi vida, acabando con mi paz.
—Sofía, la prensa ya está aquí, el entrenador te mandó a llamar. —anunció, uno de los padres del comité, a quien le indiqué que ya iría.
Ròs y yo estábamos en los viejos cambiadores, lugar donde últimamente nos reuníamos para planear las próximas acciones. De verdad, todos en la zona estaban dispuestos a luchar hasta el final. Querían mejoras en las indemnizaciones, más tiempo para desalojar y, por último, preservar el campo de fútbol, el cual era un centro deportivo para la comunidad.
—Vamos, estaré siempre a tu lado. Seré tu guardaespaldas, si ese villano aparece. —hizo una pose de karateca y no pude más que reírme.
—¿Villano? ¿Ahora lo llamas como Abby? —pregunté, comenzando a caminar.
—Mi hermosa sobrina nunca fue más acertada. Además, estamos en horario infantil, no puedo insultarlo como quiero. —susurró, al pasar al lado de un grupo de niños que venían con sus padres.
Estando ya en el medio de la cancha, mi amiga se quedó siempre conmigo, cumpliendo con su palabra. Subimos a la tarima, donde hablé con los presentes y le recalqué a la prensa, el porqué de todo esto. Al terminar mi intervención, el entrenador me indicó que ya el representante de la constructora había llegado.
Lo señaló y lo miré pasar a través de la multitud, llevándome una sorpresa tan grande, que me hizo morder fuerte mi mejilla al reconocerlo. Estaba igual con su forma prepotente de caminar, mirando a todos como si fuese el dueño del mundo. Seguía siendo el mismo Harrison que conocí en la universidad, solo que más grande y elitista, como era de esperarse.
Esperé a que llegase a mi lado y no perdí de vista su impresión al reconocerme. Frunció el ceño, como si no se lo creyera.
—Sofía Cruz, no pensé volver a verte; han pasado muchos años. —musitó, sorprendido y yo solo pude alzar mi cara, mirándolo con seguridad.
Así le diría a su amigo que encontró a una, Sofía Cruz, fuerte y aguerrida, dispuesta a pelear por los suyos.
—Es usted el representante de la constructora, y yo la representante de la comunidad. Dígame entonces, ¿qué propuesta nos trae? —no me interesaba tocar ningún otro tema con él.
Estaba aquí con un solo fin. Así que él y todo lo que tenga que ver con mi pasado fugaz en Inglaterra, debían quedarse allí, alejados de lo que ahora soy.
—Bien —se acercó más al pódium para que todos escucharan—. En la Constructora Bennett nos interesa no solo construir, sino, también, el bienestar de las personas…
Comenzó a exponer punto por punto las propuestas que traía, hablando como el mejor de los políticos, arrancando aplausos de la gente. Muchos se alegraron con el aumento en sus indemnizaciones, y la posibilidad de una prolongación de quince días más de lo establecido para mudarse. El abogado se comprometía a llevarle esa sugerencia al innombrable de su jefe. Hasta ahí, yo sentía que a esto le faltaba poco, pero continuó y la alegría de la gente fue evidente cuando ofreció tres becas estudiantiles, desde ahora, hasta terminar la universidad para las tres mejores jugadoras del torneo que se estaba realizando, así como una gran donación de insumos para las “Abejitas Azules”. No podía entender como la gente se enceguecía tan rápido y no veía lo que yo sí.
—¿De qué nos sirven sus equipos si nos están dejando sin cancha de futbol para usarlos? —pregunté a viva voz, sacando mi casta sevillana—. Pretenden echarnos de aquí, cuando este lugar es emblemático para todos los que vivimos en esta zona de la ciudad.
Los presentes reaccionaron, despertando del letargo que les causó las migajas que ofreció, siendo todo lo encantador que no era, y la lucha por salvar nuestra cancha volvió.
Aquí nadie se rendía.
—Creo que estamos siendo bastante generosos, señorita Cruz. —expresó, con esa sonrisa tensa que le conocía. Solía usarla cuando necesitaba disimular.
Imagino que ahora, quería disimular el enojo que le causaron mis palabras.
—¿Le parece generoso dejar sin cancha a todos los niños que juegan aquí?
—Tiene razón. No estamos siendo generosos, así que le tengo una propuesta —interrumpió una voz que me hizo tensarme y erizarme a la misma vez—. ¿Está dispuesta a escucharla, señorita? —pronunció acelerando mi pulso, viéndome a los ojos con una carga de odio chispeando en ellos.