El Secuestro de Ivette

Capítulo 3.

Las escaleras estaban forradas por un material muy parecido a la pana, caminó por el leve pasillo y giró a la izquierda, algo de eso le había dicho Alessio. Respiró profundo, tocó la puerta y la abrió antes  de que alguien respondiera. La gran mesa estaba ordenada y arreglada, pero no estaba lista para comer.

Su ceño se frunció y miró por la sala, una pequeña puerta estaba al fondo de está. Desde dentro procedía una luz y no había nadie ni nada que le impidiera ir por ella.

—¡Vaya! —La exclamación se escapó de sus labios antes de poder evitarlo —Y yo que esperaba rosas y velas.

—Aun no celebramos nada Ivette —Alessio se encaminó hacia ella con una copa en la mano.

—No tomo alcohol —Ivette lo miró con una pizca de asombro.

Sinceramente se imaginó todo un lugar lleno de rosas y velas encendidas por todos lados, total. Al final ella estaba ahí, lo que oficialmente ella lo había aceptado todo sin poner peros.

—Sidra sin alcohol. —Alessio había investigado cada rincón de su vida, hasta el más mínimo e insignificante de ello.

Tomó la copa de entre sus dedos, la pego a sus labios sin despegar sus miradas. Había un fuego con cada vez más llamas a la vista. Poco a poco se estaba volviendo en un reto.

—¿Cenamos?

La tensión aunque existente se quedó renuente mientras comían.

—¿Dónde te gustaría estar en estos momentos?

Alessio fue el primero en romper el silencio.

—¿A qué te refieres? —Un trozo de pollo fue depositado en su boca. Estaba todo delicioso y lo estaba saboreando como pocas comidas en los últimos días.

—Te tomaste un año sabático, ¿Qué te gustaría estudiar?

Alessio quería buscar siempre más profundo en su ser, al menos lo que ella le permitiera.

—Eso no importa —Ivette dejo el tenedor sobre la mesa —. Y fueron dos años sabáticos, uno lo decidí yo el otro mis padres. Entendieron que era más importante asistir a sus estúpidas fiestas.

—A mi si me importa.

—Quería estudiar marketing.

«Listo», pensó luego de decirlo.

—¿Y ya no quieres?

—Las cosas han cambiado.

—¿Por mí?

—Sí, por todo esto

Se recostó en la silla y deseo no haber sonado tan desesperanzada. Hasta ese momento se estaba portando mejor de lo esperado. Incluso mejor que cuando salía con algún chico.

—Puedes estudiar si quieres —Alessio dejó los cubiertos sobre la mesa, presionó el control remoto que volvió a dejar donde estaba —Ven, bailemos.

Ivette se dejó guiar hasta un pequeño lugar de aquel salón, Alessio le tomó la mano izquierda y la derecha la depositó sobre su cintura. No estaba muy alta para tocar sus senos ni muy baja para tocar su trasero. Siguió sus movimientos, fue uno de esos vals sencillos pero impresionante.

—¿Por qué no has intentado escapar? —La duda lo mantuvo sin poder relajarse en todo el resto del día.

—¿Qué sentido tendría? —Ivette estiró la cabeza atrás y lo miró, no lo hacía para enfrentarse. Sus ojos, le encantaban sus ojos.

—No lo sé —Sonrió de lado.

—¿Por qué me ofreces estudiar? ¿Alejarme de aquí?

—No eres mi prisionera, Ivette.

También le estaba empezando a gustar como se oía su nombre en sus labios.

—¡Ah!

Ni siquiera disimuló el impacto.

—Sin embargo, me posee una leve duda —Con la mano derecha hizo una leve presión, la atrajo hacia sí mismo sin ser opresivo.

—¿Cuál? —Ivette estaba realmente sorprendida e impactada.

—Porqué, aparentemente te gustó y has depositado un mínimo de confianza en mí.

—¿Quién dijo que me gustas o que confío en ti?

—Acabas de cenar conmigo. Me he encargado de investigarte —Omitió que lo había hecho personalmente—, no eres de la que te importan las fachas. Tienes un rostro hermoso, pero también bastante expresivo. Estás bailando y no veo que te cause repulsión, miedo o inseguridad.

—¿Síndrome de Estocolmo? —Ni siquiera intentó sonar acusativa.

Estaban tan relajados el uno con otro que tomar represalias era inútil.

—No ha pasado tanto tiempo para eso, y repito —Su rostro quedó a centímetros del de ella —,no eres mi prisionera.

La sangre le subía por todas partes, reflejadas en su mejilla. Ivette se imaginó que la besaría, ella no pensaba retirarse. Deseaba saber lo que se sentía que la besara un hombre hecho y derecho. Aunque tal vez era de sabios retirarse cuando aun había una leve esperanza de ganar.

—Buen punto —Se retiro ella, para que simular si quiera que no pasaría así. Lo mejor del suspenso es esperarlo.

Volvieron a sentarse a la mesa, varias bandejas de postres estaban sobre estás. Ivette las miro con golosidad; todas se veían tan estupendamente bien. Alessio por su parte la miraba a ella, su visión eterna de verla sentada cenar con él estaba siendo magnífica. Pensó que habría discusiones o que ella no bajaría a cenar y él cenaría solo para luego encerrarse en su despacho a trabajar para olvidarla por unas horas.

—Compartiremos cama —Alessio lo dijo sin arrepentimientos, la idea le estaba haciendo más tentación que a ella las golosinas.

—Aja —Depositó un pedazo de flan sobre su plato, tomó la cuchara y deslizó un trozo dentro de su boca —¿Compartir cama? —Saboreó el flan hasta que al fin cayó en cuenta de lo que estaban hablando —¡¿Qué?!

—Es lo más normal.

Alessio estaba disfrutando de verla en estado de shock, definitivamente era muy expresiva. Ya tendría de ver su bello rostro en otras circunstancias.

—Normal para ti. —Ya no comía. Su garganta se había cerrado.

—No tenemos que tener sexo, ni siquiera tocarnos de noche. La cama es bastante grande para ambos. Y precisamente sobre eso no tienes opción.

Quitando el leve deseo que estaba empezando a sentir, eso era obligación. ¿Qué tanto podía confiar en él? ¿Qué tanto podía confiar en ella misma?

Lo miró en silencio sosteniéndole la mirada y esperando alguna señal de engaño, una sonrisa sombría, una mirada maligna. Sin embargo no había nada de maldad en esos momentos. No tenía señal y posiblemente tampoco tuviera muchas esperanzas.



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En el texto hay: secuestro, escapes, amor pasion

Editado: 16.04.2024

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