El Secuestro de Ivette

Capítulo 4.


—¿Separar la cama con almohadas está prohibido? —Ivette no se podía creer que estuviera preguntando eso, maldición, se sentía como una niña de diez años en casa de una tía nueva.

—Sí quieres —Alessio ya estaba vestido para dormir, le divertía la forma en que ella seguía mirando la cama. Las almohadas no eran ningún obstáculo si quisiera hacerle algo y estaba seguro que ella también lo sabría, pero si eso la hacía sentir más segura, podía permitírselo sin problemas.

—Ya no sé si quiero, no es como si fueran el muro de Berlín y ese también cayó. —Ivette se dejó caer en la cama, tenía varias cosas que pensar y ejecutar y otras que acatar. No le importaba mucho el hecho de estar en una cama con él.

Sin duda alguna ya tenia que haber asumido unas cuantas cosas importantes en menos de 24 horas. Su alma estaba ligada a la de él, lo que había hecho, incluso era más fuerte que el famoso hilo rojo de las almas gemelas.

Ya tenía hecha la imagen vivida de que tenía que pasar todo aquello y la idea le estaba gustando más de lo debido. Seguro se debía al hecho de que lo bien que se estaba portando Alessio o de lo magnifico que se veía en pijamas. También le estaba dando un poder en su propia vida que nunca había tenido, y eso ya era mucho decir.

—¿Y qué quieres?

Alessio estaba rompiendo esquemas en cuanto interesarle lo que ella quisiera, sus padres tomaban las decisiones por ella y él le preguntaba.

Ivette dio media vuelta sentada sobre la cama y lo miró.

—Sé que vamos a casarnos y todo ese rollo —Tragó fuerte y no meditó lo que dijó a continuación —. Solo he tenido unas tres veces en mi vida relaciones sexuales y fueron un caos, un verdadero caos, si se me permite decirlo. Ellos sentían más pasión por ellos mismo que por los dos juntos —Alessio la miraba, en sus ojos había un no sé que diferente.

—Eso no me importa...—Él empezó a perder el hilo de la conversación.

 —...Pero a mi sí —Ivette se subió totalmente a la cama, se sentó sobre sus propias piernas cruzadas y lo miró atentamente —. Me gusta e imagino que te gusto, vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos y...

—¿Y qué?

—Me gustaría tener sexo contigo. Tienes que saber mucho sobre el tema y a mi me gusta aprender.

—Es un final muy predecible luego de la boda.

—Si, pero yo quiero antes de la boda. Ahora. Aquí. Si te parece bien claro.

Alessio sentía tantas cosas. Deseo, confusión, admiración.

—¿Por qué adelantarse? —Dudas.

—¿Por qué no? —Deseo en estado puro.

—¿Qué tan segura estás de tu decisión?

—Tan segura como que vamos a dormir los dos en esa cama.

Genial, Ivette estaba siendo mucho más de lo esperado. Sus mejillas sonrosadas le estaban provocando una especie de ternura mientras que sus ojos eran puro fuego, sus manos estaban empuñadas y el ambiente era pura tensión.

—Tienes tú qué empezar —Alessio tenía sus dudas, no quería que se viera presionada en nada. Ni siquiera a acostarse con él. Aquel momento era crucial para el resto de su vida.

Ivette gateó hasta él, pasó una de sus piernas hacia el otro lado, quedó a horcajadas. Su trasero quedó sobre sus muslos, el corazón le latía tan rápido que sentía que se le iba a salir de dentro, su respiración también era inestable

—Nunca he seducido a nadie.

—Lo estás haciendo muy bien.

No estaba haciendo nada que no le hubieran hecho antes, pero se estaba sintiendo tan diferente. Estaba haciendo verdaderos esfuerzo para no cambiar de posiciones y poseerla duro y fuerte y luego volver a empezar más suave.

—¿De verdad? —Ivette tenía millones de dudas, tenía el mando y no sabía que hacer —¿Que hacemos ahora?

Se miraban muy cerca, sus respiraciones se mezclaban. Alessio subió las manos a su rostro.

—Estoy muy impresionado y excitado a partes iguales, Ivette —Descendió su mano derecha hasta su espalda, la otra mano tomo el mismo camino —Sin embargo creo que...—La halo hasta pegarlos totalmente, ponerla sobre su polla, era una tortura para ambos —...solo vamos a besarnos.

—Esta bien —. Ivette estaba tan excitada como él, sin embargo estaba dispuesta a seguirle el juego.

—¿No vas a protestar?

—La pelota ya está en tu tejado, encantó.

Bien.

Pudo haber pasado un millón de cosas, un montón de probabilidades aporreándose contra la puerta de las circunstancias.

Ambos sabían el juego peligroso en el que se estaban metiendo y ninguno puso peros, no sé inmutaron. No sé asustaron al ver como él fuego se encendía poco a poco en sus ojos. Fue lo contrario, le gustó, quisieron quemarse en ese fuego. Ivette ya tenía asumido que se tarde o temprano terminaría enamorándose de él. Alessio apenas empezaba a acariciar las posibilidad de que eso pasará.

Incluso se descubrió pensándolo.

 Medio día juntos y ya estaban perdiendo lo que no tenían.

Sus labios eran suaves y cálidos, los de él poseían una leve combinación de suavidad y dureza. Fuego por todas partes; Alessio giró las posiciones quedando él encima. La tentación carcomiéndole duro y profundo, relajó las manos a su lado. Besó su frente, sus párpados, sus mejillas, su nariz, de ahí beso su cuello.

Ella reía en su oído, a veces gemía y luego beso sus labios, los devoró con ansías y hambre. Ella respondió a cada beso, cada mordisqueo cada jugueteo dentro de su boca. Lo dejo hacer y no sé atrevió, si quiera, en pensar poner resistencia. Se sentía en el cielo. Se sentían en sus cielos particulares.

—Tengo que parar hermosa. —Alessio se recostó en la cama y la abrazó. La sostuvo contra su pecho, rodeando el cuerpo de ella con los dos brazos.

—Que sueñes con los angelitos encantó.

—Soñaré contigo.

En minutos ambos dormían, dormir con extraños empezaba a tener nuevas dimensiones. Al final antes de cada ser en el mundo conocerse, es desconocido.



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En el texto hay: secuestro, escapes, amor pasion

Editado: 16.04.2024

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