Los rieles temblaron sobre si mismos, pasos trepitosos como de caballos se escuchaban por las escaleras. Personas subiendo y bajando de los trenes. Multitudes aglomerantes en cada paso que se daba, cada voz que se escuchaba, cada botón que se apretaba.
Vestía con pantalón corto de color rojo y blanco, los cuadros formaban un tablero de ajedrez muy poco convencional, su camiseta era negra y sus zapatillas blancas. Halaba la maleta con la mano derecha, en sus oídos sonaba I really like you de Carly Ray Jepsen. Sonrío al pasar la tarjeta por el lector, la banda se movió y pasó. Sonreía y movía la mano libre al ritmo de la música.
Estaba preparado para alejarse de todo lo que le podría causar daño en muchos años. Se subió al vagón y fue a la esquina derecha. Era la primera vez que usaba tal cosa y no le parecía del todo desagradable. Su móvil vibró y reviso la notificación de un nuevo mensaje electrónico.
Respiro profundo, lo ignoro. Ya estaba harto de recibir aquellas ordenes sin sentido. Se encargo de perder los guarda espalda. Busco la maleta escondida y se dio a la fuga. Meses antes había desviado tanto dinero como para vivir durante años con un gran tren de vida. Otra parada en las que las puertas se abrieron.
Multitudes que entraban y salían. El teléfono seguía vibrando descontrolado. Las puertas del metro a punto de cerrarse y la mano que la atajó, hubo un choque de miradas. Ella que lo miró y sonrió.
—La vida en Madrid es estresante —Ella volvió a mirarlo y sonrió.
Sus labios podían casi alcanzar sus orejas, sus ojos parecían sinceros y su pelo se pegaba casi en su totalidad a su rostro.
—Llueve a raudales —Soltó de pronto, ella se situó en la esquina izquierda.
Desprendía ese leve olor a lluvia y a... Él no podía definir ese olor, pero era muy bueno.
—Me llamo Dominic —Tendió la mano y sostuvo la de ella fría y húmeda mientras le devolvía la sonrisa.
Posiblemente ella nunca hubiera estado en sus planes, sin embargo estaba muy dispuesto a aceptarlo y abrazarla. ¿Abrazarla? Sí, tal vez la abrazara, pero no era el momento. El móvil volvió a vibrar, metió la mano en el bolsillo y lo apagó, no tenía que verlo para llevar a cabo aquella acción. Solo lo hizo y siguió mirándola. Incluso cuando personas empezaron a entrar y a apabullarse a sus lados.
—Me llamo Ed —Ella aprovechó el despeje de un pequeño lugar y fue a la esquina derecha, se puso al frente de su nuevo amigo, beso su mejilla y sonrió de nuevo.
Amaba sonreír.
A ella le estaba pareciendo todo un ser mitológico. Él estaba realmente encantado por ella.
—Mucho gusto Ed —Dominic beso su mejilla, muy cerca de su comisura, solo hacia falta mover unos centímetros, solo unos cuantos y podrían besarse. Él se apartó, estaba pensando que podía hacer las cosas tan bien como pudiera en aquellas circunstancias.
Ninguno de los dos creía realmente en las "cosas de la vida", las coincidencias no entraban en el radar dé ninguno de ellos y que fueran sorprendidos de esa forma por algo en lo que no creían era como ver a un ateo en la iglesia, difícil de ver, pero nunca imposible. Las paradas empezaron a pasar, se sumieron en una conversación de la que nadie más en aquel vagón entendía, y eso que estaban hablando un perfecto español. Sí, Dominic estaba más que agradecido de poder hablar aquel idioma y entenderlo a la perfección.
El final del trayecto fue anunciado por los altavoces, ello se miraron.
—¿Te apetece tomar un café? —Ed era la valiente, según sus perspectivas y de quién contara esta historia.
Dominic lo pensó por unos segundos y ya agarraba las maletas antes de aceptar.
Bajaron del tren, subieron por las escaleras mecánicas y entraron al primer café que encontraron por el camino. Las preocupaciones pasaron para los dos, al igual que el tiempo. Pronto se les hizo de noche.
—¿Vives por aquí?
—No —Para nada cerca pensó Dominic mientras le quitaba importancia al hecho de ni siquiera vivir en aquel país —, iré a un hotel y mañana tomare un taxi hasta el aeropuerto.
—¿Y a dónde vas, Domi? —La confianza no se daba tan pronto, sin embargo a ella, le daría lo que quisiera.
—A Italia —Dominic dejo su taza en la mesa y deslizó la mano hasta la de ella, tenia las uñas pintadas de un bonito morado —, pero esta noche iré a un hotel a pasar la noche. ¿Conoces alguno cerca?
—Claro, vivo por aquí.
Pagaron la cuenta y caminaron por las calles de Madrid, pararon por la calle Hernani y subieron unas escaleras.
Si por pura casualidad alguno de ellos hubiera podido contar esta historia, tal vez alguno de ellos hubiera predicho su futuro, tal vez y solo tal vez hubieran parado aquello. Pero como no es así, no pudieron ver su futuro y por ende tampoco detuvieron aquello.
Ed respiro profundo al meter la llave en la cerradura, acababa de mudarse en aquel apartamento y estaba pensando en rentar las habitaciones para así poder llevar bien los gastos, dio gracias a Dios no haberlo hecho. Dominic no hizo ninguna pregunta y eso la inquietaba más y al mismo tiempo le gustaba.
—¿Esto es un hotel? —Dominic miro aquel apartamento y en sus ojos fue pequeño, en algunas de sus casas, el piso completo podría ser su habitación.
—No —Ed dejo la mochila en la pequeña silla que estaba escondida en un rincón —, es mi casa. Hay habitaciones vacías y pensé que te podrías sentir mas cómodo aquí que en un hotel. Igual si quieres te puedo llevar a uno.
—No, aquí esta bien —Dejó la maleta en el suelo.
¿Qué lo impulsó? Ni él mismo lo supo, aun así la besó. Ella correspondió aquel beso.
Sus manos fueron por todas partes, recorriendo sus cuerpos, se devoraron. Follaron allí, en aquella diminuta sala.
Lo hicieron ahí y luego en los muebles, la cocina le siguió y luego el baño, terminaron exhaustos en la cama de ella. Una cama inmensa que casi ocupaba todo el espacio de aquella habitación. Despertaban de noche y volvían una y otra vez. De manera desenfrenada y cósmica.