La tarde, la tarde era soleada con aire fresco con una temperatura ambiente de treinta y ocho grados, las nubes empezaban a florecer por el horizonte, se veían vislumbrar los últimos rayos de sol del ajetreado día. Edna se apoyo en el marco de la puerta mientras veía a Dominic hablar por el teléfono en italiano no entendía nada de lo que decía, pero su rostro estaba muy tenso y su voz casi desfigurada.
Los días de amor y paz se habían acabado, lo sintió dentro de si, esa misma mañana mientras plantaba los pies en el suelo. La frialdad del ambiente no era normal, sus pies normalmente calientes estaban muy fríos al igual que sus manos y sus labios. Todo su cuerpo parecía haber enfermado en cuestión de segundos, se metió a la ducha e intento darse calor con el agua; Dominic seguía durmiendo y no quiso despertarlo. Ni siquiera quería
El día anterior habían cumplido tres meses y lo habían celebrado con pizzas y cervezas, luego tuvieron sexo, fueron el postre el uno del otro, con chocolate caliente y mermelada de guayaba, cerca de la media noche había empezado el desastre.
—Este a sido el mejor triversario de mi existencia —Dominic la había envuelto en sus brazos, girado sobre si mismo y quedado de lado al estilo cuchara —. No te lo conte antes pero ayer llame a mi padre y le conté mas o menos sobre lo nuestro.
—¿Y que te dijo? —Edna volvió a girar entre sus brazos y lo miro a los ojos.
—No esta de acuerdo con que me alla escapado...
—Ya, ¿Y por qué escapaste?
—No me gustaba mi vida y quise probar algo nuevo por mi mismo —Dominic beso su frente para no mírale la cara a Edna y que tal vez ella viera algo más.
—¿Y por qué le hablas ahora?
—Porqué quiero hacer las cosas bien contigo —Sonrió mientras se lo imaginaba —, que conozcas a mi familia, que sepas de que vivimos, que vivas con nosotros. Que te cases conmigo.
Edna soño con los ojos abiertos lo que le contaba en ese momento, también ella quería hacer todo eso, sin embargo sabía mucho de finales felices y a ella poca veces le tocaba alguno.
—No me estás contando todo ¿Verdad? —Tengo que regresar, pero sólo. Mi padre es seguidor de las tradiciones y de casarme tendría que ser como una italiana.
—Vaya... —Edna había bajado de la cama sin creerse lo que oía — ¿Y yo qué? ¿Qué pasa conmigo? ¿Qué pasa con lo nuestro?
—Tu podrías ser mi amante —Dominic salió de la cama también y se reunió con ella, tomo sus manos entre las de él —. Te daría todo lo que necesites, te vería siempre, viviriamos muy cerca y podríamos estar juntos.
—Tenemos que ir con él Edna.
—No Dominic, tu tienes que volver y yo volveré a mi vida y a mi realidad.
—Pero esta dispuesto a perdonarte la vida si volvemos.
—¿Perdonarme la vida? —Se deshizo de su abrazo y se sento de golpe en la cama —. ¡Por amor de Dios! ¿Qué diablos es tu padre? ¿Un narco? ¿Un asesino?
»¿Quién diablos eres tú? —Se sentó a orillas de la cama cuando sintió que sus rodillas empezaban a fallar.
—Yo soy un hombre normal, soy solo lo que te he demostrado hasta ahora.
—Ese es el problema Dominic, lo que sé de ti es tan básico, que sé lo mismo del chico que me atiende en el super mercado. Y ahora ¿Ahora? me dices que tu padre me perdona la vida si volvemos a tu casa y acepto ser tu amante. No estoy soñando, lo sé porque el dolor que me produces ahora mismo es muy real. ¿Qué me tienes que contar? Cuentame algo real de ti Dominic, algo más que tu nombre, apellido y nacionalidad y lo loco que está tu padre.
Dominic se quedo petrificado en el sitio que estaba parado. Su vida había cambiado de pronto nuevamente y todo por culpa de su padre, las entrañas se le revolvieron, se negó a dejarse llevar por la rabia y el desconcierto que le recorrieron a rayos luz por todo el cuerpo.
—Soy Dominic Ricci, tengo 28 años, hijo único, mi madre murió hace diez años por un tumor desde entonces soy el blanco de mi padre y sus ideas un tanto loca de que debo ser como él, dirigir su imperio. Por eso escape, no quiero ser como él, no soy como él.
—¿Y que pasa con lo de matarme? ¿Eso no significa nada para ti?
—Claro que significa algo, lo significas todo para mi Edna —Dominic se sentó al lado de Edna sin tocarla. La situación se le estaba saliendo de las manos —. Te juro que lo eres todo para mi y no permitiré que te pase nada; primero tendrán que atravesar mi cuerpo para llegar hasta ti, pero también hay que ceder. ¿Confias en mi?
—No, ya no confío en ti Dominic. No confío en lo más mínimo.
—Yo si sigo confiando en ti.
—Eso no me traquiliza en lo absoluto, creo que le estoy quitando el puesto a Ivette, ella es la de los chicos malos. No yo, y me esta dando mucho miedo nuestra situación.
—Ivette te sigue ganando, su Alessio no es un santo; incluso diría que es el diablo.
—¿Lo conoces?
—Si, nos conocemos —Dominic volvió a agarrar las manos de Edna —, te prometo que arreglaré esto, siempre lo hago.
—Hazlo Dominic porque si me pasa algo nunca te lo perdonaré.
Fue de mal en peor, la situación empezó a ir en picada en cada llamada en cada palabra, el dolor del engaño y el desconcierto cabo muy rápido y profundo entre ellos dos. Esa noche durmieron en la misma cama, pero no sé abrazaron, no se tocaron, tampoco se dieron las buenas noches.
Edna sentía que su mundo se iba a la mierda con la misma rapidez con la que se había tomado aquella aventura, había asimilado que en algún terminaría lo de ellos, pero nunca se imagino aquel desenlace. Ni en sus más turbios sueños se imagino aquello. Dominic no pudo dormir, cada vez que cerraba los ojos aún veía a Edna decepcionada y dolida; escuchaba a su padre murmurar muerte, puta y Edna en la misma oración. No podía permitir que le pasará nada, nada de nada.
La siguiente mañana había llegado y los ánimos seguían por los suelos, el dolor y el desconcierto se podían ver rodando por lo aires en todas las direcciones. Se mantuvieron en silencio las primeras horas de la mañana ninguno de los dos pudo dormir bien, él sentía miedo por ella y ella se sentía muy herida por todo lo que le estaba pasando y que fuera Dominic el culpable de todos sus problemas y pesadillas. A él, al chico que le había entregado sus emociones y sentimientos, al único ser que de verdad había amado incondicionalmente desde que lo había visto por primera vez; sí, él que también había correspondido ¿Por qué no se pusieron reglas? Las reglas le daban orden a la vida, evitaba problemas, arreglaba vidas.