El sonido del metro llegando la saco de sus pensamientos, se mezcló entre la gente. Iba vestida con una chaqueta verde mostaza, camiseta negra, vaqueros azules oscuros y zapatillas blancas, en su espalda llevaba una mochila rosado lechosa. Se tapaba el rostro con una mascarilla negra de tela, si alguna vez alguien la miraba o preguntaba sobre ello, sacaba una pequeña tarjeta del bolsillo pequeño de su mochila que la catalogada como asmática y propensa a los lugares contaminantes como aquel.
Todo eso era mentira, como su vida, al menos eso solía pensar. Se subió a la Renfe y se sentó en el primer asiento del lado derecho. En ese momento estaba en España en una "misión" especial.
En un año se había ganado la confianza y el respeto de Dominico mientras que seguía odiando a Dominic en silencio y despacio. Los dos primeros meses habían sido un infierno, no sabía cómo había sido, pero la habían llevado a México. Sabían que Alessio la habían estado buscando y para Domenico cumplir todos los caprichos de su hijo inválido era prioridad sobre toda cosa y persona.
Se detuvo dos paradas después y camino el resto del camino hasta la calle Hernanita y se detuvo frente al pequeño edificio que ahora era del color crema. Respiró profundo e introdujo la llave en la cerradura de la primera puerta, hacía solo tres meses que lo había comprado y ahora por fin lo había podido ir a visitar, Edna le había enviado miles de fotos de cómo era su piso y siempre la pintaba con crayola para que apareciera en la foto. Sabía cómo era cada rincón de la casa y así la mando a decorar nuevamente, al entrar por la puerta sintió un aire tibio acariciar su rostro, cerró los ojos y agradeció con el alma haber sentido aquello. Aún de cuestionaba si fue una buena idea haber comprado esa casa y volver a decorar la casa. No había estado cuando ella lo necesito, le había fallado y aún llevaba ese dolor en el alma.
El móvil en el bolsillo de la chaqueta vibro, lo contesto sin mirar la pantalla.
—¿Ya llegaste?
Contuvo la respuesta que tenía para eso y en cambio fue más civilizada. —¿Qué quieres Dominic?
—¿Verdad que está bonita la casa de Edna? —Dominic conocía mejor que ella esa casa y le enfurecía más ese hecho que cualquier otro.
—Escucha muy bien lo que te voy a decir Dominic —Hizo fuerza de toda su paciencia —. Si alguna vez vuelves a poner tu maldita presencia en esta casa, te mataré. No me importa si muero yo después.
Colgó sin esperar respuestas, del otro lado de la línea Dominic había colgado sin esperar nada más de Ivette que eso. Sabía lo mucho que le odiaba, para ser sinceros, el mismo se odiaba por lo que le había pasado a Edna, sin embargo ese odio no le había impedido exigir a Ivette para si. Era lo único que le quedaba de Edna, lo único vivo que podía ver y oír y no dejaría que ella se alejará.
Ivette se relajó con una cerveza sentada en el sillón que antes fue de Edna, tendió los pies y miró el techo. Sentía una especie de paz y poco a poco se fue quedando dormida.
Dos horas después se despertaba por el sonido del celular a su lado, maldijo por dentro y leyó el mensaje.
—Templo de Deboh, 17 —Leyó en voz alta —, tiene que ser una broma. Seguro que no pudieron elegir un lugar más público.
Se metió a la ducha y se echó agua de la cabeza a los pies. Unos segundos antes de despertar estaba soñando con Edna, ella aún seguía viva y habían tomado chocolate caliente mientras hablaban de sus chicos. Ivette le hablaba con ilusión de Alessio, pero cuando Edna iba a hablarle de Dominic se despertó. Menos mal, se dijo para sí misma. Lo odiaba profundamente, le había quitado a Edna y luego le había quitado la libertad de ser feliz. Cerró el piso con llave y decidió caminar hasta el templo de Deboh, habían muchas personas en las calles y en cierto punto eso le incomodaba. Pasaba más tiempo cuidando la espalda de los Cesare que compartiendo amistosamente con los demás.
¿Qué hubiera sido de ella sin los conocimientos que tenía?
Tenía una idea y no le hacía mucha gracia. Llevaba un año matando para vivir, los dos primeros meses habían sido un infierno, hasta que se había decido a luchar por su vida. Aún le quedaba su propia vida y el deseo de venganza también le impulsaron a seguir queriendo su vida, cada noche antes de dormir pensaba en Alessio y una que otra vez soñaba con la vida que alguna pudieron haber tenido pero que ya no podía ser.
El caliente del sol era muy suave, llevaba un vestido rosa y unas lindas zapatillas plateadas, un bolso negro pegado a su muslo izquierdo y unos airpod le daban movimiento a sus pasos.
Nadie podía si quiera imaginar lo que iba a hacer, subió las escaleras circulares y quedo frente a frente del templo, por todos lados habían personas, la mayoría de ellos supuso turistas. Ivette camino entre la multitud con móvil en mano se tiro varios selfies que luego miro con detenimiento mientras buscaba a su objetivo. Aun conservaba muy buenos recuerdos de cuando estuvo en esa academia militar. Todo en su vida, al parecer era la preparación, para esos momentos, para defender su vida a diestra y siniestra. Dos noches después de llamar a Alessio se dio cuenta de lo mucho que había empezado a amar su vida, y lo mucho que lo aprecio cuanto pudo. Camino hasta el gran césped, duro unos minutos y siguió caminando hasta ponerse al otro lado de su objetivo. Volvió a recostarse del césped se acostó de lado y saco su arma, en ese momento llevaba una boquilla de largo alcance, miro su reloj y conto unos segundos antes de disparar, se desplomo muy deprisa y las multitudes le rodearon; fue un disparo muy discreto, estaba probando nuevas armas para poder mejorar sus tiros y las muertes. Se sintió satisfecha del resultado, incluso se permitió volver cinco horas después a contemplar el anochecer. Edna le había comentado lo bonito que eran y sí era muy bonito y muy espiritual.