Experiencias.
Las experiencias son esas señales de que por algún motivo estamos cambiando, ya no pensamos de la misma manera, no tratamos a los demás igual y no nos percibimos a nosotros mismos de la misma manera que años, meses o tal vez días atrás.
Dominic estaba parado frente al espejo, sus ojos fijos a través del cristal y sus manos sujetando los brazos de la silla. Aun no daba buen visto a lo que le había pasado.
No podía creer que la vida podía cambiar tan pronto y de manera tan brusca. Cerró los ojos y suspiró mientas dejaba posarse en sus labios una sonrisa cínica. Sus brazos empezaron a doler y se sentó. Continúo mirándose en el espejo.
Su reflejo le causaba un tumulto de emociones y pensó en lo diferente que fue su vida tres años atrás en otro lugar. Sus manos se cerraron con dolor en los posa manos.
¿Habría dado su vida por la de ella? ¿Lo habría hecho?
No lo sabía, no quería entrar en el cinismo de los demás de jurar y prometer cosas cuando ya no se pueden hacer. Él se imaginaba que la mitad de todas aquellas palabras eran mentiras.
—Es muy fácil prometer cuando no hay obligación de cumplir —Edna estaba sentada en el borde de la ventana mirando la lluvia —. Por eso no quiero ni dejo que me prometan nada.
—Porque no confías en los demás.
—No —Alejó la vista de la ventana y por unos segundos miró a Dominic —, porqué los demás necesitan tu confianza para sentirse seguros, no para cumplir nada de lo que prometen. Es más un deseo de ayudarse que de ayudarte.
Mirando hacia atrás se daba cuenta que ella tenía razón, cuanto le había dolido su pérdida, pero mas le había dolido no haberle cumplido. Dominic recordó las veces que le prometió cuidarla mientras aun la podía sostener entre sus brazos y besar sus labios, escuchar su voz, sentir su aliento, cuando aun la podía tener cerca.
No le cumplió y ese dolor aun no se había ido, aun cuando también le habría arrebatado la felicidad a Ivette, de eso no se arrepentía. Lo sentía como un castigo hacia ella y hacia si mismo.
Ivette debió llevarla consigo y cuidarla, y él, él debió alejarse en cuanto supo que se enamoraría, pero a quien quería engañar; Si le dijeran que podría viajar al pasado y que no podría cambiar nada, lo aceptaría sin pensarlo.
A pesar del dolor que sentía, los recuerdos le ayudaban a vivir mejor cada día estaba muy seguro de que nunca sentiría un amor así jamás. Nada tan puro y sublime.
Nada sería jamás como Edna.
Meneó la cabeza con una clara negativa, desde donde estaba podía ver los hombres detrás de su acompañante. Después de su regreso muchas cosas habían cambiando, ¿por eso había ido al Tíbet? buscar una nueva visión de todo aquello, tal vez los Cesare también lo sintieron y por eso empezaron a mandarla acompañada.
No estaba muy segura de cual era la función de Jordán en todo aquello, sin embargo allí estaban. Agachados detrás de grandes contenedores de residuos, en esa ocasión ir a una constructora no le gustaba. Ya era demasiado cuidar de su espalda y ahora cuidar de la de él.
El metal pulido cerca detrás de Jordán le permitía ver a los que venían y quedar ocultos. Tenían que atrapar y llevar delante de Dominico a uno de ellos, por lo que el otro moriría sin dudar alguna. Misión sin muerte no era posible. Ni en sus mas lindo sueños.
Le hizo señas con la mano a Jordán para que se mantuviera abajo y esperó hasta que vio las puntas de una bota a su lado. No sabia a cual tenia que llevarse así que los noqueo lo mas rápido que pudo a ambos.
—Coge el de la derecha —Ivette ordenó sin mirarle.
—¿Y el otro? —Jordán, un musculoso rubio de ojos negros que aparentemente se negaba a seguir órdenes.
—Coge el de la derecha —Ivette movió la mirada del otro chico tirado en el suelo y miro a Jordán —¿Muchas palabras para tu limitado intelecto?
Murmuró sabrá Dios que cosa por lo bajo mientras se cargaba al señor en los hombros para llevarlo al coche. Mientras tanto Ivette se acercó un poco mas al que estaba tirado en el suelo, posó las manos en su cuello y lo giró bruscamente, huesos rotos se escucharon en el cielo de aquella constructora. Los trabajadores no tardarían en volver y ella lo supo en cuanto oyó un silbido a lo lejos. Se puso de pie y miró el cuerpo, no sabía quién era ni lo que había hecho, pero tenía ordenes y siempre cumplía las órdenes que le imponían.
Caminó hasta la calle, cruzó de acera y se montó en el descapotable rojo, Jordán en el piloto la miró y levantó la ceja derecha en forma de pregunta, pregunta que Ivette decidió ignorar; encendió la radio, estaba puesta una emisora latina que decidió conservar.
—Nuestra siguiente canción es burbuja de amor de nuestros siempre grande Juan Luis Guerra —Anunciaba a a través de la radio —, disfrútala mientras piensas en esa persona especial y dedícala en este San Valentín que ya se acerca.
Ivette recostó la cabeza del asiento y pensó en él, respiro profundo y apretó los puños. Aun podía sentir la adrenalina cuando se coló en su casa, sus piel se erizaba al imaginárselo abrazándola otra vez.
—No entiendo nada —Alessio le tenía el rostro sujetado —, ¿Qué haces aquí? ¿Por qué ahora? —Él inspeccionaba sus ojos en busca de la verdad —¿Qué tiene los Cesare que ver contigo?
—No puedo responder preguntas —Ivette lo miró, todas esas promesas que hicieron el día del matrimonio le abarrotaron a recuerdos.
—Al menos puedo abrazarte...
¿Conformismo?
En su cabeza se gritó un gran no, que retumbó en cada espacio de su mente, no quería una vida conformista, una vida en la que estuviera que esconderse para vivir o mal vivir. Tenía que dar cada paso con pie de plomo. Todo esto lo pensaba mientras ataba las manos del estúpido que intentó traicionar a los Cesare, a veces ella pensaba en los estúpidas que eran las personas.