Repaso la casa habitación por habitación, limpio el polvo, barrio el suelo y luego paso la mopa. El olor de limón del friegasuelos y el amoniaco se colaron por sus fosas nasales y por unos momentos le abrazo con familiaridad. Se sentó en el sillón y estiro las piernas.
Estaba cansada, hastiada y empezaba a molestarle todo lo que los demás hicieran alrededor de ella. Todo le parecía absurdo, inadecuado o simplemente quería hacerlo ella misma. Esa misma mañana había perdido la paciencia con la chica que le había llevado la compra, había tardado media hora en subir toda la compra y no era mucho. Seguro que ella lo hubiera hecho en diez minutos, pero se supone que estaba descansando y tenía que pensar.
Como seguir su plan sin causar ninguna sospecha y como poder seguir cuando al parecer a los Cesare les parecía buena idea que se casaran, no entendía como pensaban esas personas. Busco la libreta que siempre andaba con ella, miro la única pegunta en ella y luego la oración debajo de esta.
¿Qué haré?
Si te pierdes, vuelve a dónde todo empezó.
Cerro la ventana despacio y se quedo parada frente a ella, aun no se podía creer que luego de unos meses volvería a estar en aquella habitación.
Sus manos sudaban, todo su cuerpo reconocía aquel lugar, lo tenía tatuado en cada pensamiento, en cada sueño. Se alejo de la ventana y empezó a caminar por toda la habitación. olía igual que cuando aún podía dormir en aquella cama.
Abrió el guardarropas y el aroma de Alessio le arremetió con fuerza en la cara, junto con un montón de recuerdos. Camino hasta el otro armario y fue una sorpresa encontrarse con todas sus cosas, se acordaba casi de todas ellas. La vez pasada no se había fijado en nada más, era tanto la emoción de estar allí que no se fijo en nada. Se estaba abrumando muy rápido, todo estaba como lo había dejado. La única diferencia se encontraba al lado de la cama que solía usar Alessio.
Sobre este había un MP3, la curiosidad le pudo y se acerco a el, lo tomo entre sus dedos y reviso todo lo que tenía. Aunque solo dos canciones y una de ellas, al parecer se repetía una y otra vez. La pulso y volvió a ponerlo en su lugar. El sonido parecía salir de todos lados.
Retrocedió y se sentó en el sillón pequeño que miraba a la puerta. La habitación estaba totalmente a oscuras y no quería causar sospechosas. Según su informante, Alessio estaba fuera por trabajo y aunque nadie sabia cuando volvería con exactitud, ella iba a esperarlo.
No tenía muchas ideas del porqué la necesidad de colarse nuevamente. Pudo mandarle una carta, un correo electrónico o hacer una llamada anónima.
Respiro muy profundo y dejo unas cuantas lagrimas correr por sus mejillas, la música del MP3 retumbaba en sus oídos:
—Solo aquí te imagino junto a mí Se hace eterno el tiempo pensando en ti Siempre te extraño y entre Mis brazos te quiero sentir Constantemente mía, mía Cierro los ojos y aquí estás En medio de mis lágrimas Y en todo lo demás...
¿La habría pensado alguna vez?
Esa duda la atormentaba por las noches, aun cuando al fin lograba dormirse, él aparecía en sus sueños. Sin embargo, ahí estaba, escuchando una canción que le revolvía el suelo.
Su cuerpo quedo paralizado en el sillón, la puerta se abrió. El gran cuerpo de él y encendió la luz. Alessio había recibido inusuales movimientos en esa parte de la casa desde hacía unos días y aunque no se hacia ilusiones, esperaba que fuera ella.
Verla sentada en el sillón, sus ojos mirándolo solo a él, hizo a su alma volver al cuerpo.
Ansiaba tanto verla.
—¿Viniste a felicitarme, Ivette? —Cerro la puerta detrás de él, y camino hasta el sillón que le quedaba al frente.
—¿Es qué cumples años? —Ella recupero el habla pronto.
—Sí, hace unos días, pero seguro no lo sabía.
Ivette se mordió el labio y no contesto. Si lo recordaba, en esos tres ultimo años siempre lo recordaba y le mandaba esas rosas azules que justo ahora estaban sobre una de las mesitas de noches.
Alessio se movió a la cama y se recostó, se quito la corbata y los zapatos. Solo había podido dormir seis horas en dos días, tenía que cumplir con cada una de sus obligaciones y por alguna razón también sabia que ella aparecería.
—¿Viniste a matarme? —Silencio —¿A qué volviste? —Alessio rogaba en silencio por una respuesta, era un hombre adulto y hasta hacia poco tiempo se creía totalmente neutro a los sentimientos. Pero no era así, se estaba dando cuenta de ello muy deprisa. Y no le gustaba esperar y menos si no sabia lo que esperaba.
—No lo sé —Se sentó mas recta en el sillón y subió las piernas —¿Alguna vez me buscaste?
Las grietas empezaban a abrirse, a romperse dentro de ambos.
—Desde el primer momento que entre por esa puerta y vi la cama vacía te empecé a buscar, —Él se sentó mirándola —y no te encontré. Hice remover toda la casa, luego todo el vecindario. Te busque por toda Italia y no estabas.