Lanzó el primer golpe al centro del saco, lo siguió con un rodillazo y volvió a pegarle otro puñetazo con la izquierda. Se sentía enfadada consigo misma y con todo a su alrededor.
No tenía muy claro el porque, solo estaba así y no podía cambiar cómo se sentía, aunque sí sabía que al menos tenía que tenerlo una última vez. Ivette siguió con su entrenamiento hasta una hora después cuando había trazado un plan para pasar la noche fuera.
Se recostó en la puerta del gimnasio y se pregunto porque la vida tenía que ser tan complicada.
—¿Está muy ocupada señorita Ivette? —La suave voz de niño se escuchó muy despacio.
—No, James, ¿qué necesitas? —Ivette miro al chico de diecisiete años que se aproximaba a ella, tenía los ojos negros, la mirada perdida, su pelo era castaño y tenía el cuerpo pequeño para su edad.
Lo había llevado a la casa hacia un mes de otro lugar en el no debería estar ninguna persona, ella rechino los dientes al recordar.
—Es que... —Dudo mientras abría los labios para hablar —es que me gustaría que me enseñará a pelear.
Ivette se despegó de la pared y fue hasta él que estaba cerca de la puerta de salida.
—¿Para qué quieres aprender a pelear? —Lo tomó de la mano y fue hasta la única banqueta en aquel lugar.
James se miro las manos, sus dedos eran pequeños y finos, sus brazos estaban de la misma manera y sus piernas apenas aguantaban el peso de su cuerpo.
—Solo quiero aprender para poder defenderla a usted en el futuro —Él miro a Ivette y le sonrió, aún recordaba ver aquel ángel de negro acercársele y sacarlo de aquella pocilga.
No tenía muy claro como había llegado allí, pero sí que había durado mucho tiempo. Sin padres, sin hermanos, sin nadie que le protegiera.
Ivette soltó todo el aire en sus pulmones.
—¿Qué te parece si mejor cuido yo de ti hasta, que tengas al menos diez kilos más, y luego te enseño mientras estudias? —Acaricio su cabecita poblada de pelo.
Su cara estaba muy delgada, pero la mata de pelo estaba muy bonita y abundante.
—La gente no suele cuidar de mí.
—Ahora eso va a cambiar, yo cuidare de ti —Tomo la cara de él en sus manos —, si alguna vez alguien te hace daño o cualquier cosa que tú no quieras que te hagan me lo tienes que decir. ¿Entendiste?
James asintió con la cabeza mientras intentaba contener las lágrimas, no estaba acostumbrado a recibir absolutamente nada de nadie.
Se encaminaron hasta el ala de la casa que le tocaba a ambos, había sido muy clara con todos los que le rodeaban. Ella no tenía hermanos ni a quien proteger y él no tenía hermanos, ni padres, ni quién le protegiera.
Parecía que eran la pieza que le faltaba al otro.
Él espero hasta que ella se ducho para bajar a cenar, le tenía miedo a todos, y siempre esperaba a Ivette para comer. Estuvieron listos una hora después, en la mesa ya les esperaba los Cesare.
—¿Sigues encaprichada de ese niño? —Dominic no le veía ninguna gracias en tener otro extraño en la casa.
—Dominic, ¿no tienes nada mejor que hacer, que meterte en mis asuntos? —Ivette sirvió la comida que ella creo suficiente para James —, eres muy cansino.
—Tengo mucho más que hacer, solo que no es normal que uses las personas de mascotas.
—La única mascota que hay aquí eres tú —Ivette empezaba a enojarse —, y deja a James en paz.
—¿O si no qué?
—Te pateare como tengo años queriendo hacer —Ivette sirvió su plato, tomo los tenedores en ambas manos y le pego un pequeño golpe en las piernas a James para que imitara sus movimientos al comer.
Pensaba enseñarle mas tarde, pero luego se dio cuenta de que la mejor manera de aprender era viendo y haciendo, cada noche le hacia imitar sus movimientos en cada comida. Lo miraba y sonreía, se sentía orgullosa, estaba luchando por alguien más que ella misma.
—¿No te parece un mal ejemplo ofrecer palizas delante de James? —Dominic miro sobre el salero al pequeño chico casi encogido en la silla. No sabía coger los tenedores y los hacia repiquetear a cada bocado.
—No, le enseño a que los problemas se enfrentan.
—¿Y yo soy un problema? —Golpe bajo.
—A veces lo eres, en otras ocasiones ni siquiera te tomo en cuenta.
Lo tenía muy claro en muchas cosas, Ivette, había descubierto muchas cosas de él. Dominic podía ser un alma bondadosa cuando quería, había descubierto a la persona especial que Edna le hizo jurar no matar, no había sido fácil, intento fallarse a si misma o a ella. Pero tal vez la mejor sorpresa fue descubrir las pequeñas obras de bondad.
—No sé que es peor... —susurro Dominic, continuo con su cena, su cabeza rondaba por todos lados.
Aun pensaba en esa noche en la que pudo ser totalmente sincero con Ivette, nunca habia entendido cada vez que las personas hablaban de un cargo de conciencia, le toco vivirlo, sentirlo y se vio torturado cada día.
No sé podía deshacer lo que ya estaba hecho, sin embargo tal vez si era posible aliviar la carga.
Miro a James sobre la mesa y sintio unas ganas irrefrenables de sacarlo de allí, Ivette lo había salvado de la calle, posiblemente estar con ellos era peor.