Bien lo había dicho Gabo*, a los demonios no se les podía creer aun cuando decían la verdad, aunque el susurro fuera tan fuerte que destrozará el tímpano, lo mejor siempre era no escucharlo. Eso, por supuesto, si se pensaba con atención y se le prestaba la suficiente paciencia. No fue un agradable tiempo en si mismo descubrir que mucho de lo que tenía ya no estaba, ni estaría nunca, sin embargo eso no le detuvo. No se permitía vivir en el pasado, era doloroso e irreparable, causaba estragos en una vida bien planificada y preocupaba sin una necesidad coherente.
Ivette sumergió su cuerpo en hielo, cada musculo de su cuerpo se resistió, presiono sus labios y se agarro con mas fuerza a los lados de la tina. Llevaba el pelo recogido en lo mas alto de la cabeza, no emitió ningún sonido, James giro la cara mientras sentía que ella aun seguía entrando en esta.
—¿Estas bien? —Era la primera vez que le veía haciendo aquello.
—Sí —jadeo, sentía cada nervio de su cuerpo más de lo necesario —, enciende la radio, por favor —Sinceramente sabía que lo necesitaba, pero ese pensamiento o saberlo no aliviaba el dolor de todo su cuerpo, no aplacaba los pensamientos de pánico que arribaban su mente, ni apaciguaban los latidos frenéticos de su cuerpo y mucho menos amortiguaba los leves indicios de su cuerpo yendo al limite.
Era muy agonizante.
James se acerco a la radio y lo encendió, casi de inmediato surgió una leve melodía, muy parecida a gotas cayendo al agua y luego una suave voz colándose sin dañar lo que ya esta sonando.
—¿Quién canta? —pregunto él acercándose a Ivette, todo el cuerpo de esta, exceptuando la cabeza estaba sumergida en el hielo, nunca había hecho aquello, pero presentía que era muy doloroso.
—Ariana Grande, la canción se llama 7 rings —Respiro profundo, le quedaban diez minutos, aún, y sentía como si cada minuto fuera una eternidad.
—Me gusta —confeso James como una de las más grandes confesión para él, se sentó al lado de Ivette y acaricio su pelo como cuando hacia ella con él antes de acostarlo los primeros días de su estancia allí —. ¿Te has enamorado? —pregunto con mucha curiosidad.
James sabia lo que era el amor aunque nunca lo había sentido realmente, en los últimos meses había visto muchas películas de amor y de acción, su película favorita era: El señor y la señora Smith, también leía mucho sobre cualquier cosa, había empezado por Lazarillo de Tormes, continuo con La Mañosa, pero ningún libro le había impresionado como, El amor y otros demonios de Gabriel García Márquez, no sabia exactamente en que genero ponerlo, pero le encantaba, tal vez era el hecho de que expresaba el amor de una manera diferente.
—No, no lo creo —Cerro los ojos, las manos en su pelo la estaban haciendo aguantar lo que le quedaba en la tina de hielo —. No me enamore, pero creo que había encontrado el hombre perfecto para mí.
—¿Y que paso? —No dejo de acariciarle el cuerpo.
—Las cosas fueron mal...
—¿Con él?
—Nop, con la vida —El reloj dio un solo timbrazo, lo que significaba que faltaban cinco minutos mas —. Cosas que pasan.
—Ya —Él no entendía como funcionaba la vida, quien tomaba las decisiones importantes, quien veía la vida de todos al mismo tiempo o la miraban de manera independiente. No tenia ni la mas mínima idea de quien juagaba las cartas de aquel juego.
—El destino suele ser muy cruel —Sí, pensó él. Podía dar testimonio de ello, las marcas en su cuerpo lo hacían —, pero eso no significa que siempre nos trate mal, a veces también nos permite vivir buenos momentos, los momentos más felices de nuestras vidas con las personas más importante que conoceremos jamás. Así que hay que aprovecharlas y guardar esos pensamientos como si fueran nuestro más grande tesoro.
»Recuérdalo siempre James, no importa lo cruel, fastidiosa o maltratadora que pueda ser la vida, siempre te dará algo bueno y cuando eso pase entonces tendrás que aprovechar esos momentos, abrazarlo, disfrutarlos y guárdalos en tu mente, porque luego te harán falta e impedirán que tu alma se pierda en la negrura de la venganza y el odio.
—Sí.
Sonrió cuando sonó la alarma y vio a Ivette casi saltar de la tina, estaba seguro de que cuando se puso de pie fue lo que intento hacer aunque sus músculos no reaccionaran tan rápido. La rodeo con la toalla. Era un poquito más alto que ella y aunque en ese momento era delgado, estaba mejor que cuando ella lo había encontrado y estaría mucho mejor en unos meses.
Guardo ese momento en su mente, la llevo hasta la cama, antes le había ayudado a cambiarse a algo mas caliente y reconfortante, puso un té entre sus manos y encendió el calefactor. Ivette le sonreía y conversaba mientras se tomaba lo que tenia entre sus manos, James la escuchaba como si fuera la cosa mas importante e interesante del mundo. Y lo cierto es que para él, lo era.
***
Tres toques a la puerta de hierro, tres toques al timbre, perros ladrando descontroladamente, tres de la mañana, mismo patrón tres puertas diferentes, tres timbres en el teléfono.
Las casas se alborotaron, fue como si toda Italia de un segundo a otro hubiera perdido la calma.
Habían tres familias, despertaron en medio de la noche. Tres hombres de nacionalidad alemana estaban en cada una de las puertas y exigían ser recibidos por los jefes, no querían hijos, no querían segundos al mando, no querían secuaces, solo hablarían con los jefes.
Se dejaron apuntar con las armas.
—Ich werde nur mit dem Chef sprechen (Sólo hablaré con el jefe) —No se dejaron intimidar, venían de Alemania, nada de lo que aquellos hombres pudieran decir o hacer les haría doblegarse. Tenían una misión y la cumplirían.
Solo vasto media hora para tener a los hombres sentados en los cómodos sillones de cada respectiva casa, le ofrecieron de comer y beber. Los trataron como reyes y aunque reusaron todo, intentaron ser corteses. Sus celulares sonaron al unísono a las cuatro y cinco de la mañana.