Al pasar la primera hora ella aún seguía llorando en el pecho de él, no podía hablar, toda su fuerza, todo la rabia se había esfumado y a cambio se empezaba a sentir muy cansada, casi hostigada.
Alessio no tenía palabras que decirle, ¿qué se consuela cuando no se sabe nada?
Estaba en la absoluta ignorancia, solo presentía que todo estaba tan mal, que la única opción de ella había sido acudir a él aún cuando tiempo atrás le había dicho lo que haría, entonces imagino lo difícil y vil que estaba siendo todo lo demás. Acariciaba su espalda y su pelo, de vez en cuando depositaba un beso en su frente. No tenía ni la más mínima idea de cómo calmar ese mar de lágrimas y dolor.
Él cerró los ojos y volvió a recordar el día de su boda y todo lo que se juraron, se sintió feliz, pero pronto volvió a la realidad. Su adorada Ivette estaba destrozada por cosas que él no podía controlar o arreglar.
Seguía sin tener explicación para tantas preguntas, todo estaba perdido. Se sentía a la intemperie, y quería mantenerla a salvo junto a él. Tenía claro que ella no se quedaría, ya nunca lo hacía.
Verla llorar era difícil en más de un sentido.
—No sé qué decirte Ivette, y la verdad es que creí que no volvería a tenerte tan cerca y tan frágil —Besa su frente —. La última vez que vi como te rompías, fue cuando te enteraste lo de Edna, siento que hace ya mucho, mucho tiempo, pero no es así.
»Solo han pasado cinco años, se siente un siglo. Te miento si te digo que creí haberte olvidado.
»Es tan difícil perder el control cuando crees controlarlo todo. Eres lo único con lo que pierdo, lo único que me hace dudar de mi como jefe.
»Sinceramente, creo que eres lo único que nunca podré olvidar. — Ivette seguía llorando mientras lo escuchaba hablar, estaba sumida en la más cruel de las tristezas. Quería hablar, no podía —He intentado con todos los medios a mi alcance encontrarte, solo apareces cuando quieres, así que pienso: ¿quiere que la encuentres o solo juega contimo?
»Me cuestionó a mí mismo sobre lo que quieres de mí o sobre lo que yo quiero de ti. Mi corazón está latiendo muy deprisa, mi mente va muy deprisa, mas no quiero ponerle nombre a este sentimiento porque entonces no podré negar lo obvio.
»En las primeras conversaciones que tuve de ti con mis hermanos, les conté todo lo que sabía sobre ti y ellos dijeron que podías hacerme muy feliz, yo dude sobre si yo sería capaz de hacerte feliz. —Respira profundo —Aun sigo dudando, porque tú no estás y cuando no estás no te quedas.
»Nunca sé en qué punto estamos y me acabo de dar cuenta que no estoy listo a renunciar a ti. Necesito un final apropiado, un desenlace real para lo único verdaderamente puro que he tenido en la vida.
Los brazos de ella rodearon el cuerpo de él, ya no lloraba como antes tampoco quería alejarse. Entendía todo lo que le estaban diciendo, lo estaba asimilando y también se estaba arrepintiendo.
Ya sabia que eso pasaría. El arrepentimiento es esa salida para todo aquello que quisimos hacer, hicimos y después nos alcanzo la conciencia.
Mantuvo sus manos bien juntas detrás de su espalda, restregó el rostro en su camisa y luego levantó la mirada. Sus rostros estaban a centímetros, ella miro sus ojos y deseo con todas sus fuerzas poder perderse en su profundidad.
—Quiero besarte...—murmuro Ivette sin apartarle la vista de sus ojos. Esa era su manera de pedirle permiso. Su situación era, sin duda, compleja y con pocas salidas, pero ya estaban ahí.
Luego que se estaba en el infierno, cualquier fuego solo era una caricia.
—Bésame... —La mirada de Alessio no se alejó de los ojos de ella. Entendió lo que le pedía y sí, se lo daría, porque también lo quería, es mas, sentía casi como si lo necesitará.
Se miraban atentamente, apreciaban cada pequeño cambio en sus miradas, en sus respiración. Vieron hasta el mas mínimo del movimiento de sus movimientos.
—No me voy a quedar. —Ivette hizo el ultimo intento de que la alejará antes de sumergirse en él.
Hacia mucho tiempo había escuchado la metáfora del clavo ardiendo y que mientras mas ardía mas se aferraban a este y en ese preciso momento lo estaba entendiendo a la perfección. Sabia que se estaba quemando, sabia que le dolería cuando quietara la mano y aun sabiendo todo eso no quito la mano. En cambio lo empuño más y lo disfruto.
—No te lo estoy pidiendo.
El roce de sus labios fue eterno. Ivette presionó sus labios contra los de él, capto su calor y se dejo guiar por sus sentimientos y emociones mas básicas. Separo sus labios y capturo los de él, las manos sobre su cuerpo empezaron a moverse, tuvo cuidado de no lastimarle y fueron a la cama.
Acomodo una almohada bajo su cabeza, quito sus zapatos y recordó cada sueño que había tenido y juro cumplir cada uno de sus sueños, le daría su ultima noche aunque él no lo supiera. Estaba lista para morir si era necesario, pero antes de irse quería probar una ultima vez el cielo.
Al final quien podría decirlo, el cielo se encontraba junto a quien mas fuego podía causar dentro de nosotros. Sin importar lo lejos que estemos, lo enojado o lo roto por dentro que creamos estar. Siempre tendríamos nuestro pedacito de cielo junto al mayor de nuestros sufrimientos.
—No sé que pasará mañana —Empezó a quitar los botones de su camisa —, tampoco quiero saberlo —le quito el cabestrillo —, pero quiero que sepas que si tengo alguna otra vida —Se sentó sobre su regazo —la quiero junto a ti.
Se inclino hacia delante y lo beso, no quería escuchar su respuesta, solo le interesaba que él supiera lo que estaba sintiendo, que al menos se imaginara lo duro que había sido ser arrancada lejos de él, que se hiciera una pequeña idea de lo que era para ella ese momento.
El beso estaba dominado por las ansias y por la intensidad, por el febril calor de quienes se desean, Ivette aparto sus labios de los de él y levanto la cara hasta su frente, deposito un beso ahí, luego beso su nariz, sus mejillas, deposito varios besos cortos sobre sus labios y luego beso su barbilla. Deslizo su mano derecha por el cabestrillo, su pecho sintió una leve punzada y el recuerdo la atormento por unos breves segundos, su mano izquierda acariciaba su pecho.