A veces Dios manda ángeles disfrazados de amigos… y en mi caso, uno usaba crocs con medias, el otro no dejaba de comer, y el tercero sonreía como si no supiera que pronto no estaría más con nosotros.
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Desperté de una pesadilla que no recuerdo, pero dejaba esa sensación de que algo horrible se acercaba. Estaba en la sala de la casa de Steve. Él dormía en el sillón de al lado, y yo estaba cubierta con una cobija que olía a café y cariño.
Natali ya estaba despierta, escribiendo algo en su libreta.
—Buenos días, mi chica Disney con sueños traumantes —dijo sin mirarme.
—¿Cómo sabes que soñé feo?
—Porque murmuraste “¡no me comas, plátano gigante!”
"¿QUÉ…? Señor, yo necesito una liberación de sueños raros o al menos una pastilla para dormirme sin hacer el ridículo."
—Hoy vamos a buscar el lugar del acertijo, ¿no? —preguntó Percy, entrando con una bolsa de pan. Ya había mordido dos.
—Sí —respondí—. Dice “donde mamá lloró por última vez”. Creo que es la antigua casa de mis abuelos.
—¿Eso no está en El Bosque de Piedra? —preguntó Javier, sentándose a mi lado—. Recuerdo que una vez contaste que ella la evitaba.
—Sí. Nunca quiso volver desde que murieron sus padres.
Steve se acercó, medio dormido, me dio un beso en la frente y dijo:
—Vamos con cuidado. No me gusta ese lugar.
—Ni a mí —agregó Natali—, pero si algo te pasa, Mariana, que nos pase a todos. Somos una familia.
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Lugar: Camino al Bosque de Piedra – 11:42 AM
Íbamos todos en dos motos (Percy tenía una, aunque jamás sacó licencia. Dios mío, protégenos) y una bicicleta que compartían Natali y Javier, porque “ay, somos ecológicos” pero era pura excusa para estar pegaditos.
"Estos dos son más obvios que un cartel que diga ‘¡NOS GUSTAMOS!’. Pero se hacen los ciegos, los sordos y los lentos."
—Oye, Mari —me dijo Javier cuando paramos a descansar—. ¿Alguna vez pensaste en rendirte?
Lo miré sorprendida.
—Sí. Muchas veces. Pero luego pienso en ustedes. Y en que si me rindo, otros sufrirán.
—Exactamente —respondió con esa sonrisa suave que siempre me calmaba el alma—. Dios nos da batallas, no para que seamos mártires, sino para que seamos instrumentos.
Percy apareció con una empanada.
—Yo apoyo la teoría espiritual, pero propongo un break de oración y comida. Porque mi estómago también es templo… ¡pero templo vacío!
Nos reímos todos.
Era ese tipo de momento en que uno no sabe que es feliz… hasta que lo pierde.
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Lugar: Casa antigua de los abuelos de Mariana – 1:17 PM
El lugar estaba cubierto de hiedra y nostalgia. Las ventanas tenían telarañas, y al abrir la puerta crujiente, un olor a viejo y recuerdos se coló en mis pulmones.
Encontramos una habitación pequeña, casi secreta. Tenía fotografías de mamá… de niña.
Y un diario. Antiguo, pero intacto.
—Aquí lloró por última vez —dije con voz baja—. Este era su escondite.
Steve me abrazó, fuerte. Yo abrí el diario. Una hoja estaba marcada.
"No pude salvarlos. Si algún día mi hija llega a leer esto, que sepa que lo hice todo para protegerla. Incluso si eso significaba callar."
Nos quedamos todos en silencio. Hasta Percy dejó de masticar.
Javier me tocó el hombro.
—Esto… esto no es solo tu historia, Mari. Es parte de algo más grande. Y tú eres la pieza que conecta las verdades rotas.
"¿Y si yo no quiero ser la pieza? ¿Y si solo quiero volver a cantar en la iglesia, leer la Biblia y comer Ceviche con Steve?"
En ese instante, un sonido se escuchó. Pisadas. Alguien más estaba allí.
—¡Apaguen las linternas! —susurró Natali.
Nos escondimos. Vi por una rendija… y lo vi a él.
David.
Traía consigo una caja. Dentro, una máscara.
Sara había dicho que David sabía cosas. Pero no que guardaba recuerdos malditos.
Al irse, nos acercamos. La caja tenía un papel.
"Capítulo 10: El pacto empieza con fuego. Solo los que arden pueden ver la luz."
Percy tragó saliva.
—¿Eso es una metáfora, o vamos a tener que prender algo?
Mientras salíamos, sentí una brisa helada. El diario tembló en mis manos. Y supe algo:
Este era el comienzo real.
Y lo que vendría… nos iba a quebrar.
Pero también a revelar.
Porque, aunque no lo sabíamos,
cada uno de mis amigos era una pieza crucial del propósito.