El Segundo Acto

LA MISIÓN ARRIESGADA

A veces Dios no te da una lámpara que alumbre todo el camino. Solo una linterna para dar el siguiente paso... aunque ese paso te lleve directo a un circo abandonado a las 3 a. m. con tus mejores amigos y tu novio en modo "ángel justiciero".

Todo comenzó con una nota.

Estaba en la ventana de la casa de Percy, clavada con una navaja oxidada. La nota era simple: "Busquen donde la risa murió. Ahí sabrán quién controla los hilos. A las 3 a. m. No vengan todos."

Obvio fuimos todos.
Porque si algo tiene este grupo, es que el sentido común se lo repartieron en mitades: una para Steve y una para Dios.

"Y sí, ahí estaba yo, saliendo a la madrugada como si no tuviera escuela mañana. ¿Dónde está el descanso sabático cuando se necesita?"

El lugar al que nos dirigimos era conocido como El Circo Esmeralda. Abandonado desde hacía años, luego de una tragedia extraña. Algunos decían que un espectáculo se volvió pesadilla. Otros, que el dueño desapareció. Todos coincidían en que nadie debía entrar después de la medianoche.

Nos dividimos.

—Javier, Natali y yo vamos por la parte trasera —dijo Percy, ajustándose sus binoculares. Sí, binoculares de día.
—Mariana y yo entraremos por la carpa principal —añadió Steve, tomándome de la mano—. Estaremos atentos.
"Señor, si en medio del circo me sale un payaso maldito, ya sabes que me desmayo en posición de oración. Y si Steve me salva, entonces le debo otro devocional romántico."

Al entrar, sentí que el aire se volvía más denso. Había olor a madera vieja, telones polvorientos y… perfume. ¿Perfume?

—¿Hueles eso? —susurré.
—Sí. Es como… ¿jazmín? —dijo Steve.
—¿Y si es gas del diablo?
—¿Qué?
—Nada. Continúa. Yo vigilo con mi cruz mental.

En ese momento, escuchamos una voz. Masculina. Joven.

—No deberían estar aquí.

Steve se puso delante de mí como el protector que es. Y de la sombra salió un chico alto, de cabello revuelto y mirada intensa.

—No estoy aquí para hacerles daño. Pero si no se van… alguien más sí lo hará.

—¿Quién? —preguntó Steve, firme.
—El titiritero.
"¿Titiritero? ¿Qué es esto, una mezcla de ‘Chucky’ y ‘La Rosa de Guadalupe’?"

David alzó un sobre negro. Tenía el mismo símbolo.

—Yo fui parte de esto. Entré al circo antes que ustedes. Vi lo que hace este símbolo. Cómo controla… cómo destruye.

—¿Por qué estás aquí ahora? —le pregunté.
—Porque no quiero que ustedes terminen como los otros.

En ese momento, escuchamos gritar a Natali desde el otro lado.
¡CORRIMOS!

La encontramos dentro de un vagón caído. Javier estaba con ella, protegiéndola. Una figura encapuchada había escapado por la ventana.

—¡Nos estaban esperando! —dijo Javier, respirando agitado.
—¿Están bien? —pregunté.
—Sí… pero ese tipo dejó esto —dijo Natali, temblando.

Era un muñeco de trapo, con el símbolo grabado en el pecho… y un mechón de mi cabello.
"Yo nomás quería una vida con Steve, una boda con girasoles y un slow dance con música cristiana… ¿por qué termino con brujería DIY con mi pelo incluido?"

Steve me abrazó fuerte.
—No te tocarán. Lo juro por Dios.

Percy estaba pálido (aún comiendo). Javier sostenía su brazo herido. Natali estaba llorando en silencio.

Y ahí, en medio del caos, David nos miró.

—El titiritero ya sabe que ustedes rompieron la cadena. Pero si quieren vencerlo… van a necesitar ayuda.

—¿De quién? —pregunté.

David bajó la mirada.

—De alguien que aún ve lo invisible… necesitaran la ayuda de Sara .



#732 en Thriller
#292 en Suspenso
#5604 en Novela romántica

En el texto hay: 31 capítulos

Editado: 24.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.