Después de la charla con Sara, el grupo se dispersó un poco por la casa. Yo me quedé cerca del ventanal con Steve, quien me tenía abrazada por la cintura mientras Percy nos narraba cómo había soñado que los demonios del circo le robaban su comida. Yo solo pensaba: “¡Qué miedo! Pero también qué risa.”
Fue entonces que vi a Natali y Javier salir al jardín trasero.
Algo me decía que no era solo para respirar aire fresco. Modo FBI: activado.
—Voy al baño, chicos —dije, guiñándole el ojo a Steve, quien ya sabía que “baño” significaba chisme cristiano en vivo y en directo.
Me escabullí sigilosamente, y me escondí tras una cortina junto a la ventana que daba al jardín. No me juzgues. El Espíritu Santo no dijo que no se puede observar con amor.
Ellos estaban uno frente al otro. Javier se veía nervioso. Y Natali… bueno, tenía esa sonrisa que solo ella usaba cuando hablaba con él. Su sonrisa “versículo en canción de Marcos Vidal.”
—Nata… —dijo Javier, rascándose la nuca—. No sé si esto sea el mejor momento, porque estamos literalmente en medio de una batalla espiritual con fuerzas oscuras que quieren hacernos pan tostado… pero si no lo digo hoy, me va a explotar el alma.
—Dilo, Javi —susurró ella.
—Te he querido desde antes de que nos metiéramos en este lío. Desde antes de saber que un circo podía ser algo más que algodones y payasos. Te quiero. Y no sé si tengo tiempo, ni si Dios me dará más días… pero si me quedan solo diez, quiero que los diez estés tú conmigo.
Y ahí, Nata se le lanzó a abrazarlo.
¡Y YO GRITÉ DESDE MI ALMA!
"¡YA BÉSELA, SIERVO DEL ALTÍSIMO! ¡HAGA ALGO!"
Y lo hizo.
¡SE BESARON!
Pero no un beso cualquiera, noooo. Uno de esos besos que no necesitan testigos, pero yo estaba ahí igual. Porque Dios es bueno.
El beso fue dulce, torpe al principio, como si el corazón les temblara por dentro. Y luego más seguro. Más “te elegí en medio del caos”.
Yo me limpié una lágrima. ¡Una lágrima real!
—¡ALELUYA! —grité bajito—. ¡ES OFICIAL, SON CANON!
Volví corriendo con Steve.
—¡Se besaron! ¡Tus amigos se besaron! ¡Besooooooooo!
Steve sonrió.
—Sabía que te habías ido a espiar.
—¿Y tú sabías que ellos se gustaban?
—Javier me lo dijo hace semanas, pero me pidió discreción.
—¿Y tú me ocultaste esa joya romántica? Eres fuerte.
—
Más tarde, cuando regresaron al interior, Javier y Natali estaban tomados de la mano. Nadie dijo nada. Solo Percy les lanzó un guiño mientras devoraba un churro.
—Al fin —murmuró Sara, como si ya lo hubiera visto venir en sus cartas astrales o lo que sea que use.
Alberto me sonrió y dijo:
—Qué lindo lo que nace en medio del peligro, ¿no?
Steve lo miró con una ceja levantada. Yo solo toqué su brazo.
"Tranquilo, Sansón. Yo soy de Cristo y tuya. El Alberto puede quedarse con sus indirectas y su cara de 'ay, soy profundo'."