El Segundo Acto

NO CIERRES LOS OJOS

Amaneció con una brisa suave, pero mi pecho pesaba como si el cielo estuviera a punto de caerse sobre mí. Y eso que me había tomado mi chocolate caliente, orado y hasta me puse mis calcetines de “Hoy no mueres, Mariana”.
“Nada puede salir mal si usas calcetines con versículos... ¿verdad, Señor?... ¿VERDAD?”

El grupo se alistaba. Sara había descubierto la ubicación del segundo sello. Estaba en un bosque maldito, custodiado por criaturas más antiguas que la historia misma. Alberto y David habían preparado los mapas. Y Percy… estaba comiéndose un tamal.

—¿No sientes que algo anda raro hoy? —le pregunté a Steve, que me tomaba de la mano.

—Sí… siento que algo va a cambiar. Pero contigo, pase lo que pase, Dios sigue siendo Dios —dijo él, mirándome con esos ojos que me daban paz.

Natali y Javier iban un poco detrás. Él le hacía reír con una broma mala sobre pepinos. Ella rodaba los ojos, pero con una sonrisa que le iluminaba toda el alma.

“Míralos... El amor más puro del grupo. Natali le grita, él le responde con chistes, y de alguna forma eso es romántico. Ugh, quiero eso… por siempre para ellos.”

La misión comenzó al atardecer.

La cueva estaba cubierta de raíces, como si la misma tierra intentara proteger el secreto. Entramos en grupos. El ambiente era denso. Percibí algo. No sólo miedo. Algo quería separarnos.

—Tomen este camino. Solo los valientes lo cruzan —dijo Sara, tocando una roca con símbolos.

El grupo se dividió. Javier, Natali, Steve y yo fuimos hacia el corazón de la cueva.

Todo era silencio. Hasta que escuchamos un grito.
Un rugido.
Un golpe seco.
Y luego... la oscuridad lo cubrió todo.

La criatura era enorme. Tenía espinas por brazos, una boca donde debía ir el pecho, y ojos que escupían humo. No era natural. Era una abominación.

Nos atacó sin previo aviso.

Percy, desde la otra sala, gritó que no podían volver por nosotros.

—¡CORRAN! —gritó Steve, empujándome hacia atrás. Pero no me fui.

Javier se lanzó sin pensarlo. Su vara activó un sello de luz. La criatura retrocedió.

—¡NAT, VE CON MARIANA! ¡YO LO DETENGO! —gritó él.

—¡NO! ¡NO TE ATREVAS A SER HÉROE! —chilló Natali, tirando de su brazo. Pero él la apartó con dulzura.

—Tú eres mi futuro, Nat. Si no salgo… vive el doble por mí.

El monstruo lo lanzó contra una pared. Escuché el crujido.

No.

No…

NO.

—¡JAVIEEEER! —grité.

La criatura se abalanzó sobre él. Él sangraba. Tosía.

Natali cayó de rodillas a su lado, con las manos temblorosas.

—NO CIERRES LOS OJOS —le suplicó.
—NO CIERRES LOS OJOS, TE LO RUEGO.

Él la miró… con los ojos llenos de lágrimas.

—Siempre soñé con casarme contigo, Nat…
—Pero si me toca irme primero, te esperaré allá arriba… con una pizza celestial.

Ella sollozaba. Le besó la frente. Le sujetaba la mano con desesperación.

—Javier… JAVIER, NO CIERRES LOS OJOS.
—¡NO CIERRES LOS OJOS!

—Dios… cúidala por mí… —susurró.

Y entonces…

Su cuerpo se quedó quieto.

Su mano cayó.

Y Natali gritó como si le hubieran arrancado el alma.

Yo me quedé congelada.

Steve se acercó, sujetándome.

Percy llegó minutos después. Vio la escena… y dejó caer la mochila.

—No… —susurró.

El grupo lo cargó con cuidado.
Oramos.
Lloramos.
“No sabía que el corazón podía romperse y seguir latiendo. Pero aquí estoy, viva, con el alma hecha trizas.”

Esa noche, nadie durmió.

Natali se quedó abrazada a su chaqueta.

Yo me senté con Steve afuera. El cielo estaba estrellado.

—¿Crees que… lo vea? —pregunté.

Steve me rodeó con el brazo.

—Claro que sí. Él está allá arriba, haciendo reír a los ángeles con chistes de pepinos. Y cuidándonos.



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En el texto hay: 31 capítulos

Editado: 24.05.2025

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