El segundo esposo

Capítulo 5

La mansión Grimaldi era una preciosa propiedad a las afueras de la ciudad de Encenard. Rodeada por elegantes jardines llenos de arbustos, fuentes y caminos de gravilla. Más allá de la propiedad estaban los huertos de manzanos y los pastizales para las ovejas, cuya supervisión estaba a cargo de Duncan, el hijo mayor de los Grimaldi, quien vivía a unos kilómetros de la mansión con su esposa e hijo.

Fabián había amado cada segundo de crecer en esas tierras. A pesar de las muchas discusiones de sus padres y la frialdad con la que él y sus hermanos fueron criados, correr al aire libre y trepar manzanos conformaban los recuerdos más felices de su infancia. Era una lástima que la relación con su madre hubiese llegado a un punto tan insoportable que a Fabián no le quedase otro remedio que trasladarse a una residencia urbana. Si bien seguido extrañaba la libertad de sus vastas tierras, la paz de estar lejos de Ruth Grimaldi valía mucho más ante sus ojos.

Lamentablemente, la propiedad familiar no estaba lo suficientemente lejos de la ciudad como para que no pudieran requerir su presencia cada que fuera necesario y seguido se veía obligado a pasar tiempo con el resto de los Grimaldi.

—Qué alegría verlos. Es bueno que aún no se hayan arrancado la cabeza —celebró Fabián al pasar al salón.

Sus padres lo acribillaron con la mirada cada uno desde su asiento.

—¡Insolente! Eres incorregible —se quejó su madre y luego se giró hacia su esposo para que dijera algo también.

—Somos tus padres, no tus amigos, respétanos —exigió Evander Grimaldi con menos énfasis que su mujer.

Fabián volteó los ojos discretamente. No sabía qué era peor, si los veinticinco años en que sus padres no pararon de reñir o el último par de meses que llevaban intentando reconciliarse y ser un matrimonio unido.

Cansinamente, se dejó caer sobre un sillón con las piernas estiradas y los brazos lánguidos a los costados.

—Siéntate bien, eres un Grimaldi —lo reprendió su madre.

Él la complació, aunque no disimuló la inconformidad en su rostro.

—Asumo que no me mandaron llamar para regañarme por mis bromas y mis sentados —replicó Fabián con una ceja enarcada—. ¿Puedo saber qué hago aquí?

—¿Necesitas una razón para convivir con tus amorosos padres? —replicó Ruth, llevándose la mano al pecho como si se sintiera ofendida.

—Si llego a conocer a esos amorosos padres, los visitaré a diario —replicó Fabián, mordaz.

Ruth resopló indignada, entonces Evander alzó los brazos para poner orden.

—Deja de provocar a tu madre, Fabián, ya no estás en edad para juegos. El asunto que deseamos tratar contigo es serio.

—Soy todo oídos —dijo él, acomodándose las mangas distraídamente.

Evander lanzó una mirada a su mujer, para instarla a hablar.

—Ya van tres personas distintas que me felicitan por tu inminente compromiso con Amanda Kloss. Tu padre y yo queremos saber qué está pasando entre tú y esa joven. Si le has hecho alguna insinuación de matrimonio, deberías tener la amabilidad de informarnos.

Fabián jaló la camisa de más, haciendo que esta se asomara por la manga de la chaquetilla de un modo dispar al otro brazo. Una falla imperdonable para un dandi como él, pero en ese momento lo último que le interesaba era su aspecto.

—Creo que me conocen lo suficientemente bien como para saber que jamás le haría insinuaciones de matrimonio a nadie, en especial a Amanda Kloss —declaró sin rastro de humor.

—Sí, sabemos de tu resistencia al compromiso. Sin embargo, los rumores son cada vez más fuertes y quisiéramos tu versión de los hechos. ¿Estás cotejando a la señorita Kloss? ¿La has visitado en su hogar? Por favor, compártenos el estado de tu relación para que podamos comprender —pidió Evander inclinando el torso hacia el frente.

—No existe ninguna relación. Ella vino a visitarme cuando me estaba recuperando del ataque de Hayes y luego compartimos un baile en una fiesta, pero eso es todo. Rápido me di cuenta de que es de esas que anda a la caza de un marido y comencé a evitarla. No sé de dónde vengan esos rumores.

Ruth puso los ojos en blanco al tiempo que soltaba una risa seca.

—Por favor, no seas tan ingenuo, Fabián. Los rumores los están esparciendo Amanda y su madre, ¿quién más? Lo que buscan es difundir la idea de que estás enamorado de Amanda para que sea más fácil atraparte.

—No comprendo cómo difundir el rumor de que estoy enamorado de Amanda pueda ser beneficioso para las Kloss. Al final, la única persona a la que deberían convencer es a mí y eso jamás va a pasar.

—Porque no buscan enamorarte, ya te lo dije, buscan a t r a p a r t e —enfatizó Ruth—. Las Kloss están al acecho del primer desliz de tu parte para echar su red. Ya sea que la encuentres a solas o alguien los vea besarse, cualquier nimiedad les servirá para armar un escándalo que comprometa la reputación de Amanda, entonces no quedará otra salida más que casarlos.

—Haz caso a tu madre, ella es experta en esta clase de artimañas.

—¡Qué va! Si ellas solitas se inventan el rumor, ellas solitas pueden lidiar con su reputación mancillada.

—Eso no podrá ser, hijo. Si la gente piensa que comprometiste el honor de una dama y que no te hiciste cargo, el golpe también será a tu reputación —explicó Evander.




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