Locura. Solo a eso se le podía atribuir lo que salía de boca del señor Grimaldi. Ya casarse era un dislate, pero fingir estarlo era el absurdo más grande que alguien podía concebir, un plan sin pies ni cabeza que resultaba ofensivo para cualquiera con sentido común.
Elena se precipitó hacia la puerta, no dispuesta a seguir escuchando disparates.
—No sé por quién me toma, pero…
—Por una mujer desesperada. Tanto o más de lo que lo estoy yo.
La respuesta la hizo detenerse en seco y girarse hacia él.
—Sí, es verdad, estoy desesperada, pero no al punto que me haga olvidar toda decencia y buen juicio.
—Olvídate de la decencia y el buen juicio. Te estoy dando la salida perfecta a tus problemas—espetó Fabián—. Si finges ser mi esposa no solo estarás a salvo de tu cuñado, sino que mantendrás tu autonomía. No tendrás que preocuparte de que yo haga algo indebido con los bienes de tu hijo, pues tú seguirás a cargo de la herencia. Tendrás todos los beneficios de un matrimonio, sin ninguno de los inconvenientes.
—Hasta que alguien se dé cuenta, entonces todo será peor. Larson podrá incluso acusarme de fraude, alegará que no soy competente para cuidar ni de un huerto.
—Nadie va a darse cuenta. Lo tengo todo planeado —dijo Fabián señalando su propia cabeza, como si se tratara de una fuente de sabiduría—. Un amigo cercano acaba de ser nombrado oficiante de casamientos, haremos que él lleve la ceremonia, tendremos testigos y pronunciaremos los votos. Todo se hará de un modo que no quepa lugar a dudas que estamos casados. Excepto que yo persuadiré a mi amigo de no inscribir el acta de matrimonio en los registros reales. Mucha gente ignora que si un casamiento no se encuentra registrado ante la Corona no tiene validez. A ojos de todos seremos hombre y mujer, los únicos que sabremos la verdad seremos tú, yo y Freddy. Pasado algún tiempo, haremos de cuenta que acabamos de percatarnos del error, pero en lugar de inscribir el acta, diremos que cada uno decidió seguir por su lado. Habrá quienes nos censuren y se escandalicen, pero qué importa. Para ese momento, tu hijo y su herencia estarán a salvo y yo tendré mi libertad.
Elena lo miró con una mezcla de desprecio y horror.
—¿En verdad acaba de ocurrírsele este plan tan pérfido? Ni teniendo un mes entero habría podido ocurrírseme semejante despropósito —dijo, dejando claro en su tono que no era un halago.
—Mi hermana Ofelia dice que mis planes son tan retorcidos como mi mente. Ya la conocerás y podrán censurarme cuánto quieran —dijo con una sonrisa de pilluelo.
—Retorcido es la palabra correcta —dijo Elena perfilándose una vez más hacia la salida—. Señor Grimaldi, estoy muy agradecida por todas las molestias que se tomó esta noche para auxiliarme, dicho eso, hasta aquí llegará toda relación entre ambos. He tenido suficiente de sus tonteras. Puede quedarse en La Tormenta esta noche como muestra de mi aprecio por su ayuda, pero quiero que se marche mañana a primera hora.
—Medítalo con la almohada, no dejes que el pudor se interponga en tu camino para obtener lo que quieres —dijo Fabián a sus espaldas.
Elena subió a su habitación y se tumbó sobre la cama. Creyó que caería rendida después del ajetreo de las últimas horas. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que las preocupaciones no eran buenas inductoras del sueño.
Dio vueltas y vueltas sobre el colchón sin lograr dormirse. Cada ruido de la casa la hacía pensar que era Larson que venía por ella y, aunque no escuchara un solo sonido, su mente no dejaba de imaginar escenarios de lo que haría su cuñado a continuación. Su principal miedo era que intentara secuestrar a Dani, tal como Fabián lo había dicho. Era el paso más lógico y solo pensarlo la hacía estremecerse.
Incapaz de mantener sus miedos a raya, en algún punto de la madrugada se levantó y fue a la habitación de Dani para llevárselo con ella. La idea de que alguien lo tomara mientras dormía le ponía los nervios de punta. Una vez con su hijo al lado, Elena pudo al fin conciliar el sueño. Sin embargo, seguía demasiado inquieta como para dormir a profundidad. Su sueño era ligero, lleno de posibilidades que la atormentaban. Ni ella ni Dani estaban a salvo y no lo estarían a menos que…
Para la hora que salió el sol, Elena ya llevaba rato con los ojos abiertos. Sentía la cabeza pesada por la falta de sueño y el corazón cargado de tribulaciones.
La voz de Fabián diciéndole que no dejara que su pudor se interpusiera en su camino no paraba de darle vueltas por la mente. El plan era una locura, pero, ¿no estaba lo suficientemente desesperada como para cometer una locura? Se estaba enfrentando a un hombre ruin y sin escrúpulos, el bienestar de su hijo bien valía que ella recurriera a engaños y artimañas. Planes retorcidos, como bien había dicho el señor Grimaldi.
Se levantó de la cama y se vistió. Dani seguía profundamente dormido así que decidió no molestarlo, salió con sigilo y se encaminó hacia el ala de la casa donde estaban las habitaciones de visitas. Para su sorpresa, el señor Grimaldi no estaba ahí. La habitación que le habían preparado estaba vacía, había algunos signos de uso como la cama deshecha y las toallas húmedas junto a la jofaina. No obstante, él no estaba ahí.
A Elena se le encogió el corazón. Ella le había ordenado marcharse a primera hora, todo indicaba que él había acatado, llevándose consigo la solución a sus problemas.
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Editado: 26.09.2025