El Segundo Idiota.

Capítulo 25.

Ayudemos a mamá.

4 de Noviembre de 2019.

Estaba mensajeándome con Bia sobre que ella no podría venir hoy a la tutoría. Al menos sé que ahora dice la verdad y no me está evitando como hace unos días.

Al parecer tuvo problemas con su mamá y dijo que iba a ir a arreglar eso. Yo le dije que si necesitaba algo me dijera y se sentía algo raro, por lo general no le digo a ñas personas eso, si me llegaran a necesitar solo aparezco pretendiendo desinterés, pero quiero que ella vea que de verdad estoy ahí para ella.

Seguí hablando con ella hasta que sentí varias miradas sobre mí, así que subí la mirada y no me sorprendió ver a cada miembro de mi familia viéndome.

—¿Qué?—dije de mala gana.

—Ay, qué genio—dijo Abigail.

—¿Por qué tan sonriente?—Lia contestó de manera burlona.

—No les importa—sonreí de la misma manera y regresé mi vista al celular.

—Necesita que lo apapachen—Jorge se burló.

—Y tú necesitas una novia.

—Ya dejen al niño en paz—al menos Luis me defendió—. Solo está enamorado.

Todos se rieron menos yo.

Ja, eso no es posible.

—De seguro piensa que no pero si tan solo viera su cara cuando se encuentra con cierta rubia...

—¿Hoy es el día de molestar a Iván o qué?

—Así es—dijo Abi—, lunes son de Iván, martes de Lia, miércoles de Jorge, jueves de Luis y fin de semana libre.

—Fin de semana es de Abigail—Lia susurró y ella la golpeó en el hombro.

—Como sea—Jorge dijo desinteresadamente—. ¿Notaron que Iván no negó lo de estar enamorado?

—Es porque aunque diga que no, ustedes seguirán fastidiando con lo mismo.

Me levanté del sillón y fui a mi habitación a prepararme para ir al entrenamiento de natación.

Obviamente no estoy enamorado y con que yo lo sepa está bien.

(...)

Iba pasando por el estacionamiento para entrar al entrenamiento cuando vi a Bianca en las escalinatas de la entrada con la mirada perdida. Aún era algo temprano así que me acerqué.

Cuando estuve más cerca pude notar sus ojos rojos, su cara de tristeza era obvia y me dolía verla así.

—¿Qué pasa, Bia?

—Oh, hola Iván—se limpió disimuladamente las mejillas con la manga de su suéter.

—¿Qué pasa?

—Nada—se levantó—, vamos al calentamiento.

La detuve por el hombro y la miré fijamente, sus ojos se volvieron llorosos nuevamente, no parecía como si no le pasara nada.

—No vamos a ir a nadar contigo así.

—No es para tanto.

Cuando se trata de ella, si es para tanto.

—Ven—tomé su mano y la llevé fuera de las instalaciones.

—Tenemos entrenamiento.

—No pasará nada por un día que faltemos.

—Pero...

—Shhh.

—Oye, no me calles—seguramente tenía el ceño fruncido.

La ignoré y caminamos varias calles hasta llegar a un parque, había venido varias veces de niño cuando cancelaban los entrenamientos de la nada, me gustaba así que supuse que a Bia la haría sentir mejor.

Me senté en el pasto y ella me siguió mirándome con curiosidad.

—¿Qué hacemos aquí?

—Te hago compañía.

—No necesito compañía.

—Bia, está bien si no me quieres decir lo que te pasa, pero no te dejaré sola cuando obviamente no estás bien.

Se quedó callada mirando hacia el otro lado de seguro disimulado el que se haya sonrojado y luego habló de nuevo.

—Arrestaron a mi mamá.

—Vaya.

No sé porque me quedé si no soy bueno escuchando a las personas. Aunque es la primera vez que Bianca habla de su mamá, solo me había contado que no conoce a su padre.

—Tengo que decidir pagar su fianza y gastar mis ahorros o dejarla ahí para darle una lección. Sea cuál sea la decisión no me lo va a agradecer—cruzó sus brazos sobre sus rodillas.

—¿Por qué la arrestaron?

—Mamá tiene problemas con el alcohol y otras cosas... cuando fui a verla a casa los vecinos me contaron que alguien la reportó vendiendo esas otras cosas.

—¿Qué es lo que quieres hacer?

—No quiero dejarla ahí, pero tampoco quiero tener más contacto con ella—una lagrima se le escapó—¿soy una mala hija?

—No hay definición entre ser un mal o buen hijo, no deberías de tener ese tipo de peso en tus hombros, ella es una persona adulta que toma sus decisiones, no tienes que sentirte responsable por lo que haga.

—Aunque sea una persona adulta, ella parece la adolescente—intento bromear un poco.

—No imagino como es tu mamá.

—Pues gracias a ella no sé cuando es mi cumpleaños—la miré confundido y ella se encogió de hombros—. Es insignificante a comparación de todo lo que me ha hecho pero es el primer mal que me hizo.

—¿Cómo es eso?

—Se supone que mi cumpleaños es el primero de enero. Pero solo porque mi mamá nunca me quiso celebrar un cumpleaños y yo nunca me enteré que existían hasta que uno de mis vecinos me invitó a su fiesta. Los demás niños se burlaron porque yo no sabía que era eso y cuando le pregunté a mamá dijo que yo no tenía un cumpleaños porque era especial, me ilusioné y le creí.

—¿No tenias una acta de nacimiento o algún documento?

—Los perdió después de un tiempo o nunca los tramitó, no lo sé. Pero luego se le ocurrió inscribirme al preescolar para librarse de mí la mitad del día y tramitó nuevos documentos para poder hacerlo. Como no se acordaba cuando había nacido inventó que nací el primero de enero del 2000, una fecha fácil de recordar.

—¿O sea que hay probabilidad de que incluso tengas menos de 19?

—O que sea mayor, quien sabe—se encogió de hombros.

—Pero, ¿y tu hermano no lo recuerda?

—Bueno, Leo corrió con una suerte diferente a la mía. Mamá se embarazó muy joven de él, lo dio en adopción.

>>Hace cinco años el quiso buscar a su verdadera familia, claro que se decepcionó al ver a mamá pero conmigo no perdió el contacto y viene a verme muy seguido—eso la hizo sonreír.



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Editado: 28.01.2023

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