Bianca.
15 de Noviembre de 2019.
Nunca me imagine que algún día llegaría una persona a la que le quisiera confiar lo que ha pasado en mi vida.
Siempre he sido reservada con ese tema, no me gusta contarlo porque siento que la gente me tendrá lástima, además de que no me gusta ser el centro de atención ni por cinco minutos.
Pero había decidido contárselo a Iván. De hecho era algo que quería decirle desde que me quedé por primera vez en su casa, pero me daba miedo que empezara a verme como la niña indefensa de diez años que tuvo que aprender como se hacía una desintoxicación y no quería eso. Solo pude contárselo cuando comprendí que él no se iría de mi lado, ya sea como amigo o algo más.
Él no cambió su perspectiva sobre mí y me alegro mucho por eso, de verdad que en este punto de mi vida no sé que haría si se fuera.
Me gusta, me gusta su compañía y me gusta que haya irrumpido en mi monótona y aburrida vida.
Antes solo me preocupaba por trabajar y estudiar. Mi modo de escape eran las clases de natación, era la única manera de despejar mi mente, al menos lo fue hasta que llegó Iván, y aunque en un principio me negaba a estar con él porque era lo que Ana quería, no pude evitarlo. Me atrapó totalmente.
Y ahora, quien pensaría que estaría en mi cama. Y hablo de mi verdadera cama, la de la casa de mi madre, en el ático que me aterraba pero que con su compañía, ya no parecía tan terrorífico. De hecho aunque odiara este ático, también le tenía aprecio, había tratado de hacer este lugar agradable y cuando conseguí mi primer empleo compré cosas para que no me pesara tanto volver a casa.
Había tenido que venir a ver a mi madre ya que este es el periodo de desintoxicación más largo que haya tenido y él se ofreció a ayudarme. Me negué pero es terco así que me siguió hasta aquí y me ayudo a cuidar a mamá.
Apenas estaba regresando a estar consciente, había dormido mucho pero al menos ya casi sacaba toda la droga de su sistema. Podía decir que estaba un 95% sobria.
Era un poco tarde cuando terminamos de escombrar el desastre que era la casa así que se quedó a dormir. No tuve que insistirle mucho claramente.
Ahora él seguía durmiendo mientras que yo comenzaba a buscar mi ropa para cambiarme el pijama.
—¿Cómo porqué ya saliste de la cama?—dijo algo adormilado.
—Porque es de día.
—¿Y?
—No podemos estar aquí todo el día.
—No tienes clases ni trabajo, no le veo problema a dormir un rato más.
A pesar de que es viernes, solo estoy yendo a la escuela a exámenes finales y no he ido a mis trabajos extra por estudiar para el examen de admisión a la universidad. Aún no me registraba pero el examen sería a finales de diciembre, antes de las fiestas decembrinas, así que digamos que estoy a tiempo para decidir.
—Pero tengo hambre.
Me acerqué para alcanzar mis zapatos y el me jaló por el hombro haciéndome caer en la cama.
—Luego comes.
—Iván.
Me arrastró hasta él para pegar mi espalda con su pecho.
—Hueles a coco.
Tiene sus momentos de dulzura, no voy a mentir. No pude hacer mucho ya que me tenía atrapada entre sus brazos así que al poco tiempo me ganó el sueño.
(...)
Me desperté gracias al sonido de algo rompiéndose.
Me levanté de la cama e Iván no estaba a mi lado, pero estaba colocándose los zapatos.
—¿Qué pasa?—le pregunté aún adormilada.
—Desperté porque escuché voces afuera y luego algo se rompió.
—Espera aquí.
Iba a salir, sabía que es lo que ocurría o al menos tenía una idea de ello y lo que sea que siguiera, no iba a ser bonito.
—Bia, no pienso dejar que salgas sola—Iván me detuvo por el hombro.
—No es nada grave.
Pero en el momento en que lo dije se escuchó la voz de un hombre claramente.
—Si tu sales, yo salgo.
Suspiré y asentí. Supongo que será bueno tener ayuda esta vez.
Salimos al pasillo y bajamos las escaleras, en la sala estaba mamá y frente a ella estaba su "socio", Tom. Y digo socio entre comillas porque mamá siempre le robaba su mercancía y cuando ella lograba vender algo de su basura, nunca le daba el dinero. Así que sí, mamá tiene una deuda enorme con él la cual siempre perdona porque está enamorado de ella.
Solo que la magia se acaba cuando mamá vuelve a robar su mercancía para consumo propio. Es un cuento de nunca acabar.
Pero esta vez Tom no estaba solo, con él había un chico, no de la edad de Tom pero si mayor que nosotros. Estaba parado en la esquina con semblante serio y solo observaba la escena.
Ambos nos escucharon llegar y nos miraron.
—Hola, Tom—decidí hablar primero para hacer notar que no tenía miedo aunque la realidad fuera otra.
—Bianquita, no te veía hace mucho—Tom me sonrió aunque no tan amigablemente—. ¿Quiénes tu nuevo amigo?
De seguro mamá ahora si había acabado con su paciencia.
Iván se tensó a mi lado y sé que lo peor puede estar pasando por su cabeza pero no quiero presentarlo con Tom. No quiero involucrarlo en todo esto
—Lo sé, pero creo que tu visita será otro día ya que mamá aún no se encuentra bien.
—Lo sé, Bianquita. Pero tu madre me debe aún mucho dinero y además, mercancía.
—Bueno, ella no tiene nada.
—Me lo dijo, y por eso, decidió que compartirías su deuda.
Miré a mamá y ella solo bajó la cabeza, no me sorprendía para nada.
—Pues verás, Tom. Yo tampoco tengo nada. Por eso estoy en casa.
Tom soltó una carcajada y caminó más cerca de mí. Creo que por instinto Iván también se me acercó.
—Vamos, tu eres la chica de los múltiples empleos. Algo has de tener.
—Me pague la escuela—era una mentira, pero no iba a darle nada a estas personas por culpa de mi madre.