El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

PRIMERA PARTE: Lyanna - CAPÍTULO 3

Esa noche fue la primera vez que Lyanna tuvo problemas para conciliar el sueño. La embargaban emociones que nunca había sentido. Algunas eran propias, pero otras eran las de sus padres que se filtraban en todo su ser: angustia, tristeza, frustración, ira, incluso miedo. Lyanna decidió hacer lo que siempre hacía ante una experiencia nueva y desconocida para ella: decidió explorarla. Dejó que las emociones la penetraran, todas, excepto el miedo, que para ella era incomprensible. Dejó entrar en su ser la tristeza y la angustia, las dejó avanzar e invadir hasta lo más profundo de su cuerpo, oprimiéndole el pecho, anudando su estómago y su garganta. Permitió que las lágrimas se derramaran en ríos por sus mejillas. Sintió su alma destrozada, incomprendida. Se dejó caer en un inexorable abismo de sufrimiento, y lloró por horas y horas.

En un momento dado de la noche, escuchó que la puerta de su habitación se abría suavemente. En la penumbra de su dormitorio, iluminado apenas por la luz de la luna menguante que entraba por la ventana, vio a su padre entrar y sentarse junto a ella en su cama. Sin decir palabra en ningún momento, Lug la abrazó y le acarició el cabello por un largo, largo rato. Poco a poco, Lyanna se fue calmando y se durmió.

Así fue como Lyanna aprendió lo que era la angustia, y luego de experimentarla en todo su horrible esplendor, decidió que no quería sentirla nunca más.

A la mañana siguiente, Lyanna se levantó y fue a la cocina, dispuesta a desayunar, como si la noche anterior no hubiese pasado nada. Al entrar, vio a sus padres con los rostros serios. Habían estado esperándola.

—Siéntate un momento, Ly— le pidió Lug suavemente—. Queremos hablarte.

Lyanna accedió y se sentó frente a ellos a la mesa.

—Tu madre y yo hemos estado hablando sobre ti y queríamos hacerte una proposición— comenzó Lug.

—¿De qué se trata?— inquirió ella.

—De tu educación.

—¿Educación?— frunció el ceño Lyanna ante el desconocido concepto.

—Tu madre y yo sentimos que tal vez no somos los mejores referentes para que desarrolles tu persona.

—No entiendo— replicó Lyanna, desconcertada.

—Los que no te entendemos somos nosotros, Ly— le dijo Lug—, pero eso no se debe a ningún defecto tuyo, sino nuestro.

—¿Defecto? No existe tal cosa, papá. No hay necesidad de juzgar las cosas como negativas.

—Y sin embargo, anoche me acusaste de cosas horribles— habló Dana débilmente, su tono no era de reproche sino de angustia.

—Nunca había sentido enojo en mi vida, no sabía de su potencia destructiva. Me disculpo si te lastimé— le respondió Lyanna—. Solo fui un espejo de tus propias acusaciones, de tu propia frustración.

—Me disculpo por las cosas que te dije también— concedió Dana—. No sabía de lo que estaba hablando, no comprendía…

—Ly— retomó Lug—, queremos ofrecerte la oportunidad de una nueva experiencia, en un lugar donde van a comprenderte mejor, donde no vas a tener que pasar por la congoja que te invadió anoche.

—Y donde tampoco yo pueda lastimarlos a ustedes— completó Lyanna con tono desapasionado.

—Lyanna, no se trata de nosotros, se trata de…—trató de justificarse Lug.

—No, papá, no te engañes a ti mismo ni intentes engañarme a mí—lo cortó su hija—. Aunque todavía no entiendo cómo manejar esta fase, sé perfectamente lo que tú y mamá sienten porque también puedo sentirlo dentro de mí. Si vas a echarme de esta casa, debes asegurarte de que eso no te provoque culpa. No me quedaré si mi presencia los lastima, pero no me iré si mi ausencia les provoca culpa.

   Lug la miró, sorprendido. Lyanna nunca había mostrado interés por los sentimientos de los demás. Era un alivio ver que su hija era capaz de preocuparse por sus padres, pero no si esa preocupación resultaba una limitación para ella. Lug no quería que ella se sintiera responsable por sentimientos que no eran suyos.

—Ly, mi querida Ly, tu madre y yo te amamos aun sin comprenderte, pero nuestros sentimientos no deben condicionar tus acciones. Lo que sea que hagas debe ser para seguir tu verdad, tu alma, nada más importa. Tu conexión o desconexión de nosotros no tiene que ser dolorosa, pero si nosotros la sentimos así, es solo por nuestra incapacidad de sentirla de otra forma. La empatía no significa caer al pozo de sufrimiento donde están los demás, solo significa acompañar y comprender esos sentimientos. Solamente la compañía es suficiente para que los demás puedan aceptar sus propias emociones y aliviarlas si resultan demasiado insoportables.

—Como hiciste conmigo anoche— comprendió Lyanna.

—Sí, querida Ly.

—Gracias, papá.

—Fue un placer poder hacer algo por ti— le sonrió él.

—Entonces— suspiró Lyanna—, ¿qué es ese lugar donde quieren enviarme?

—Una escuela— comenzó Lug—. Una escuela especial donde van jóvenes que desean aprender a desarrollar sus habilidades y estudian el manejo de sus cuerpos y de la realidad que los circunda. Su director es un hombre muy sabio llamado Alaris.




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