El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

PRIMERA PARTE: Lyanna - CAPÍTULO 4

Llewelyn notó que la bienvenida familiar había sido más efusiva que de costumbre. Incluso su hermana menor, que siempre se mostraba bastante apática ante su presencia, le lanzaba miradas cómplices que Llewelyn no entendía bien.

Por alguna extraña razón, el clima cambió totalmente cuando se sentaron a la mesa a cenar. Dana puso cuatro platos y vasos, y luego colocó una enorme fuente con frutas en el centro. Llewelyn observó las frutas un tanto extrañado. ¿Esta era la cena? Esperaba uno de los exquisitos guisos de su madre que tanto le gustaban, pero no había indicios en la cocina de que Dana hubiera preparado nada más que la frutera. Llewelyn suspiró, desilusionado, pero no dijo nada. El muchacho notó que nadie tomaba ninguna fruta y que lanzaban miradas incómodas a su hermana Lyanna.

—Son frutas que estaban en el suelo— dijo Dana de pronto—, ninguna fue arrancada sin permiso— explicó.

Llewelyn no comprendió el por qué de tan extraño comentario. Segundos más tarde, Lyanna tomó una de las manzanas y comenzó a comerla. Solo después de eso, como si estuvieran esperando el permiso de ella, sus padres se atrevieron a tomar una fruta cada uno. Llewelyn hizo lo propio, paseando una mirada de incomprensión por los miembros de su familia. Algo había pasado, y tenía que ver con Lyanna y con la comida.

Lug rompió el tenso silencio, preguntándole qué novedades tenía Llewelyn de su trabajo en la escuela. Llewelyn se explayó bastante, y todas sus anécdotas escolares parecieron interesar más de lo normal a sus padres y en particular a Lyanna.

Después de la cena, Llewelyn decidió aclarar las cosas de una vez por todas porque el comportamiento de su familia se le hacía más que anormal. Así que anunció que daría una caminata por el bosque antes de acostarse e invitó a Lyanna a acompañarlo. Para su sorpresa, el plan funcionó y Lyanna aceptó su invitación. Lo que es más, Dana y Lug sonrieron aliviados ante la idea de Llewelyn y los animaron a salir, aun cuando la luna menguante casi desaparecía del cielo, y el bosque estaba fresco y demasiado oscuro para una caminata en medio de la noche.

Después de unos pasos por la vereda que llevaba a la cabaña en el bosque de los Sueños, Llewelyn se detuvo en seco y se enfrentó a su hermana:

—¿Quieres explicarme qué pasa?— le espetó—. Nunca vi a papá y a mamá tan raros, y a ti tan acomodaticia conmigo.

Lyanna suspiró:

—Me preguntaba cuánto tiempo aguantarías sin pedir explicaciones.

Lyanna le contó una bizarra historia que incluía la muerte de un conejo y el rescate de una zanahoria, seguida de la primera noche de angustia de su vida y la posterior propuesta de enviarla a la escuela de Alaris. Al terminar su relato, Lyanna esperó expectante la reacción de su hermano, la cual fue de lo más inesperada: Llewelyn lanzó una estruendosa carcajada. Contagiada por esa emoción, Lyanna rió con él.

—Ven acá, Ly— la abrazó Llewelyn.

Ella permitió que su hermano la sostuviera en sus brazos por un largo momento.

—¿Cuándo comenzó esta nueva fase de empatía?— le preguntó.

—Creo que durante mi conversación con el conejo— respondió ella—, pero luego, las cosas se salieron de control cuando mamá me gritó.

Llewelyn asintió.

—¿Cómo lo hacen, Llew? ¿Cómo mantienen las emociones dominadas?

—Como podemos— se encogió de hombros Llewelyn—, y no siempre lo logramos, como habrás podido comprobar. Contigo, las emociones parecen ser más avasallantes. Tal vez porque nunca las habías sentido con esta fuerza antes. Debes aprender a no absorberlas tan profundamente.

—Empatizar sin caer en el pozo— asintió ella.

—Exacto.

—¿Es eso algo que puedo aprender en la escuela de Alaris?

—Tú no necesitas ninguna escuela, Ly.

—Pero mamá y papá quieren que vaya…

—Lo qué mamá y papá quieren no debe importarte en lo más mínimo. Eres tú la que debes elegir por ti misma dónde quieres estar y qué es lo que quieres hacer.

—Creo que quiero intentarlo, Llew.

—¿Para probar un ambiente nuevo o para alejarte de nuestros padres?

—Ambos.

—De acuerdo— aceptó Llewelyn—, pero en el momento en que decidas que la escuela no es para ti, me lo dices y te traigo de vuelta al instante, ¿entiendes? No debes obligarte a nada y no debes dejar que nadie te obligue tampoco.

—Lo prometo, sí— asintió Lyanna con seriedad.

—Y otra cosa: por favor enséñale a mamá a comunicarse con los vegetales de la huerta y a hacer acuerdos de convivencia con ellos para poder consumirlos. No quiero que nuestros padres pasen el resto de sus vidas comiendo frutas del piso, y además, me gustan los guisos de mamá— le dijo con un dedo en alto.

—Lo haré— le garantizó ella.

—Bien— asintió él, satisfecho—. Y ahora dime, ¿qué se siente comer carne?




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