El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEGUNDA PARTE: Augusto - CAPÍTULO 14

Alaris estaba sentado en su oficina, las manos juntas, apoyadas sobre su escritorio, los dedos fuertemente entrelazados, el ceño fruncido de preocupación. Llewelyn estaba parado a su izquierda, erguido, las manos unidas en su espalda, los dientes apretados. Alaris dio la orden, y la puerta de la oficina se abrió. Augusto entró con paso decidido, el rostro en calma. Tenía el brazo izquierdo sostenido al frente con un enorme pañuelo atado a su cuello. No había tenido tiempo de cambiarse de ropa, así que la impresionante mancha de sangre todavía marcaba el lugar de la herida en su camisa blanca. Llewelyn vio que venía acompañado por Rory a su derecha y Julián a su izquierda.

—¿Por qué la escolta?— le preguntó Llewelyn con tono tenso.

—Son mis testigos— respondió Augusto.

Llewelyn dirigió su mirada a Julián:

—¿Tú estuviste ahí?— le preguntó.

—Yo fui el que te ató al árbol— confesó Julián.

—¡¿Qué?!— exclamó Llewelyn, enojado—. Ustedes tres me dan asco. ¿Cómo pudieron ser parte de esto? Es gracias a mi padre que están aquí, ¿así pagan su generosidad?

—Tal vez sería mejor que Llewelyn no estuviera presente para esto— le dijo Augusto a Alaris.

—¡No te atrevas, malnacido!— le gritó Llewelyn—. ¿Para qué quieres que me vaya? ¿Eh? ¿Piensas convencer a Alaris de tu inocencia con mentiras fabricadas, con deformaciones de lo que realmente sucedió?

—Solo creo que estás demasiado alterado para comprender...— intentó Augusto.

—¿Alterado? ¡Por supuesto que estoy alterado!— lo cortó el otro—. ¿Qué pretendes presentándote aquí con tus secuaces para que te apoyen, con esa enorme mancha de sangre para aparecer como víctima ante Alaris?

—La mancha de sangre no es para impresionar al director— explicó Augusto—, sino para conmocionar a todos los estudiantes que me vieron llegar hasta aquí.

—¡Eres detestable!— le gritó Llewelyn.

—¡Ya basta!— los cortó Alaris—. Augusto tiene derecho a contar su lado de la historia, y lo escucharé con el mismo respeto que te escuché a ti, Llewelyn. Siendo que eres maestro de esta escuela, hermano de una de las partes interesadas y testigo de los eventos, permitiré que te quedes, pero solo si guardas silencio y te comportas.

Llewelyn apretó los puños, furioso, pero asintió con la cabeza su acuerdo y  guardó silencio.

—Te escucho— invitó Alaris a Augusto a hablar.

—Gracias, director— asintió Augusto—. Desde que Lyanna llegó a esta escuela, no ha hecho más que demostrar ser superior a todos los estudiantes e incluso a los maestros. Este hecho, que es claro y palpable para todos, no ha sido bienvenido, especialmente entre sus compañeros.

—No es un secreto que Lyanna no se lleva bien con sus compañeros, está en un proceso de adaptación— dijo Alaris.

—Eso sería lo normal, especialmente con alguien tan sobresaliente como ella, pero su obvia superioridad provocó más que un mero descontento. Lyanna comenzó a ser víctima de acoso: insultos, habladurías a sus espaldas...

—A Lyanna no le afectan esas cosas— le dijo Alaris—, ni siquiera las nota.

—El problema es que las cosas fueron más allá de meras habladurías, director— intervino Julián.

—¿Qué pasó exactamente?— quiso saber Alaris.

—En una de mis rondas de seguridad, escuché un plan para hacerle daño a Lyanna. Entonces, comencé a prestar más atención, a usar mi conexión telepática para averiguar hasta dónde estaban dispuestos a llegar— explicó Julián—. Descubrí que estaban dispuestos a llegar demasiado lejos.

—¿Por qué no me avisaste de esto?— le preguntó Alaris.

Julián cruzó una mirada con Augusto.

—Yo lo convencí de que no lo hiciera— intervino Augusto—. En mi experiencia, notificar a las autoridades sobre el acoso escolar solo empeora las cosas. La única forma de detenerlo es que la víctima le haga frente a su agresor, poniéndolo en su lugar de forma física y definitiva, humillándolo y degradándolo para que no se atreva nunca más a siquiera pensar en atacar a su víctima.

—Los agresores eran un grupo pequeño, no más de diez— explicó Julián—, pero tenían simpatizantes que los apoyaban. Su odio y su saña para con Lyanna eran demasiado fuertes para poder disuadirlos por las buenas, así que Augusto urdió un plan.

—¿Qué plan?— frunció el ceño Alaris.

—Convertirme en el agresor principal yo mismo— manifestó Augusto—, convencerlos de que si Lyanna era humillada públicamente por un solo hombre, el efecto sería mucho más devastador que si era atacada por un grupo. Mi plan era dejar en claro mi enemistad con Lyanna en público y mi deseo de venganza, por eso la enfrenté en el comedor, frente a todos. El grupo agresor no tardó en contactarme. No solo me uní a ellos, sino que me volví rápidamente su líder. Me pasé tres días avivando las llamas del conflicto hasta que vieron en mí al representante perfecto para sus planes. Solo que transformé sus planes en mi plan.




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