El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEGUNDA PARTE: Augusto - CAPÍTULO 15

—¿Cómo sabías que Lyanna iba a poder vencerte? ¿No fue eso un poco arriesgado?— quiso saber Llewelyn.

—Sabía que Lyanna tenía habilidades muy superiores a las de cualquiera de nosotros y confiaba también en que la entrenarías bien— se encogió de hombros Augusto.

—¡Por el Gran Círculo! ¡Arreglaste la pelea en el bosque de balmoral! ¿De qué iban a servirle a Lyanna sus habilidades allí?

—Esa fue mi idea— intervino Julián.

—¡Una idea estúpida!— le reprochó Llewelyn.

—No, una idea brillante— lo corrigió Augusto—. ¡Imagínate! Allí estoy yo, experto en peleas con espadas, (y sabes bien que todos en la escuela conocen mi reputación y me han visto derrotar hasta al propio Govannon en mis prácticas), en un bosque de balmoral, donde nadie tiene acceso a sus habilidades especiales, y una niñita de diez años me da una paliza y me hace sangrar casi sin esfuerzo. ¡Fue perfecto!

—Pero, ¿cómo…?— comenzó Llewelyn.

—Oh, Llew, tú estuviste ahí, presenciaste el combate, ¿no te diste cuenta?

—¿De qué?

—De que a Lyanna no le afecta el balmoral— explicó Julián.

—¿Qué? ¿Cómo es posible? ¿Y cómo sabían ustedes de eso?— preguntó Llewelyn, recordando cómo Lyanna había anticipado sin problemas todos los movimientos de Augusto durante el duelo.

—La vi en el bosque rojo en una de mis rondas— expuso Julián—. Estaba sentada en el suelo, las piernas cruzadas por el frente, los ojos cerrados. Cuando estaba a punto de alejarme en silencio para dejarla tranquila en su meditación, la vi levitar. ¡Levitó ante mis ojos más de un metro por sobre el suelo! ¡En pleno bosque de balmoral!

—¿Cómo es posible que el balmoral no le impida usar sus habilidades?— se volvió Llewelyn a Alaris.

—Lyanna es especial— respondió Alaris—, aparentemente, mucho más especial de lo que creíamos…

—Ella no tenía idea de que el balmoral impedía el uso de las habilidades— murmuró Llewelyn—, eso debió ayudar…

—El desconocimiento de ese impedimento fue clave— asintió Augusto—. Además de aumentar la espectacularidad de mi derrota, hubo otras razones para elegir el bosque. Como Julián dijo, el grupo agresor era pequeño, pero cuando yo me uní a ellos y comencé a azuzarlos, logré reunir a ciento cincuenta y tres simpatizantes con la causa.

—La idea era descubrir la mayor cantidad de amenazas potenciales— aclaró Julián.

—¿Esa fue la cantidad de estudiantes que presenciaron el duelo en el bosque?— preguntó Llewelyn, asombrado.

—Sí— asintió Augusto—. Creo que muchos de ellos solo asistieron por curiosidad morbosa, pero muchos otros eran peligrosos, pues sus roles eran más activos en el conflicto, y Julián y yo temíamos que usaran sus habilidades para favorecerme en el combate al ver que Lyanna me vencía.

—Malditos cobardes— gruñó Llewelyn por lo bajo.

—Como comprenderás, necesitábamos mantenerlos anulados— dijo Augusto.

—El plan era bueno— asintió Julián.

—El único problema era que Lyanna no quería atacarme— dijo Augusto.

—Vi que sutilmente le diste varias oportunidades— asintió Llewelyn.

—Por cierto, buen truco el que le enseñaste con el mango de la daga— comentó Augusto—. Sentí como si me hubiera pasado por encima un caballo y me hubiera machucado todos los órganos. Algún día debes decirme cómo funciona.

—Algún día— acordó Llewelyn.

—Tuve problemas para convencerla de que me cortara el brazo, pero finalmente accedió.

—Estaba muy asustada cuando te desmayaste, pensó que te había matado— le manifestó Llewelyn.

—Lo siento— se disculpó el otro—, no quería afligirla. Mi intención fue siempre enojarla lo suficiente como para que me hiriera sin miramientos. Por eso la provoqué tanto, pero ella no parecía perder la calma. Incluso cuando todos comenzaron a clamar por sangre, incluso cuando te hice atar a un árbol, ella no se lanzó hacia mí con furia, solo me hizo prometer no dañarte.

—¡Qué ironía!— exclamó Llewelyn—. Todo este tiempo ha estado preocupada por no poder manejar adecuadamente sus emociones, y resulta ser que fue la única que se pudo mantener bajo control durante todo el conflicto.

—Solo perdió el control cuando hirió a Augusto— comentó Rory, sus primeras palabras durante toda la reunión.

—Parece que ni siquiera la especial Lyanna puede escapar de la programación de la culpa— comentó Alaris.

—¿Qué hubieras hecho si Lyanna decidía retractarse?— le preguntó Llewelyn.

Augusto rió de buena gana:

—Eso hubiera arruinado todo el plan, pero no me preocupaba. Conozco bien a tu padre. Lyanna es una digna hija de él, la diferencia es que la terquedad de ella supera en mucho a la de él. Sabía que cuanto más insistiera en tratar de forzarla a retractarse, más se empecinaría en no hacerlo.




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