El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEGUNDA PARTE: Augusto - CAPÍTULO 22

—Ven, volvamos a mi cuarto— lo invitó Augusto con tono tenso.

Liam asintió y enfiló para el dormitorio de Augusto. Su amigo lo siguió de cerca, tomando un rollo de toallas de papel del baño antes de salir.

—Siéntate— le ordenó a Liam, indicando el sillón.

Su amigo obedeció. Augusto recogió las cervezas del suelo. Abrió una, se la alcanzó a Liam y apoyó la otra cerrada sobre el escritorio. Puso varias toallas de papel sobre la mancha de sangre de la alfombra y cortó un par de toallas más para limpiar la hoja de su espada.

—Supongo que me pasé de la raya…— murmuró Liam con el rostro serio.

—Bastante, sí— replicó Augusto, inspeccionando su espada y envainándola al ver que estaba limpia—. Asumiendo que no te tomaste el trabajo de venir hasta aquí solo para fastidiarme, es hora de que me respondas un par de preguntas.

Liam asintió en silencio, tomando un trago de su cerveza.

—Primero— comenzó Augusto—, ¿cómo encontraste mi casa? ¿Quién te dio la dirección?

—La pedí en la facultad— respondió Liam.

—¡Basta de tanta mierda, Liam!— le gritó Augusto, enojado—. La facultad no tiene esta dirección, así que dime cómo la obtuviste.

—De acuerdo, está bien, lo siento— se disculpó Liam—. Le pedí a mi padre que te rastreara. El nombre MacNeal…

—Abre muchas puertas…— completó Augusto—. ¿Por qué? ¿Qué quieres conmigo?

—Gus… necesito un favor, un favor grande…

—Te equivocaste de persona, Liam, es tu padre el que tiene la influencia para procurar favores— le respondió Augusto con sorna.

—Mi padre no puede ayudarme con esto, Gus, no mientras esté bajo la influencia de mi tío.

—¿Tu tío?

—Hermano de mi madre. Es uno de los peces gordos en el campo de la diplomacia internacional. Vino para mi graduación y quiere ubicarme en un consulado.

—¿Qué tiene eso de terrible?

—¡En Praga, Gus! ¡Un consulado en Praga! No quiero ir a Praga, quiero quedarme aquí.

—¿Probaste con planteárselo?

—¿Estás bromeando? ¡Por supuesto que hice todo lo que estaba a mi alcance para disuadirlo! Él ha convencido a mi padre de que ese puesto es lo mejor para mí, y mis protestas al respecto solo les parecen un capricho infantil. Mi vida está aquí, no quiero ser exiliado a Praga, Gus.

El tema del exilio encontró enseguida un eco de simpatía en el corazón de Augusto, pero no comprendía cómo podría ayudarlo con algo así.

—Liam, ¿cómo puedo convencer yo a tu tío si ni tú ni tu padre pueden hacerlo?

—Tuve una discusión muy fuerte con ellos y logré arrancarles una promesa. Me prometieron que si encontraba un trabajo digno para mí antes del viernes, me iban a dejar en paz.

¿Para el viernes? Augusto se preguntó qué día de la semana era hoy. En el Círculo no se guiaban mucho por ese tipo de convenciones y él tendía a perder la noción de los días de la semana. Por supuesto, una pregunta como esa le resultaría muy sospechosa a su amigo, así que se abstuvo de hacerla. En cambio preguntó:

—¿Qué es un trabajo digno para ellos?

—Algo que no se parezca a empleado de restaurante de comidas rápidas.

—¡Los políticos y sus ideas de estatus!— meneó la cabeza Augusto, un tanto disgustado.

—Lo sé, lo sé, pero ¿qué quieres que haga? Mi familia es así.

—¿Qué tengo que ver yo en todo esto?

—Gus, un trabajo como ayudante de cátedra de una prestigiosa historiadora sería más que suficiente para ganarme una estadía en casa.

—¿Quieres ser ayudante de mi madre en la facultad?— preguntó Augusto, sorprendido—. Pero, Liam… nunca te ha interesado la historia antigua y medieval… Y además, no tienes preparación en los temas que ella trabaja.

—Gus, estudiaré, me interesaré, y si no es suficiente, al menos podrá usarme como chico de los mandados o para servirle el café, no me importa.

—Liam, servirle café a mi madre es como trabajar en un restaurante de comidas rápidas. Tu padre y tu tío no aceptarán eso…

—Ellos no tienen por qué enterarse de lo que realmente hago.

—Pero…¿serías feliz como chico de los mandados? ¡Tienes un título en ciencias políticas!

—Sería feliz haciendo lo que sea mientras no tenga que irme a Praga, viejo. En serio, no me importa. Por favor, Gus, habla con ella por mí, consígueme esto, amigo, estoy desesperado.

—Hablaré con ella, pero no te prometo nada— le dijo Augusto.

—Gracias, Gus, me salvaste la vida dos veces en un día— sonrió Liam y abrazó a Augusto inesperadamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.