El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Llewelyn - CAPÍTULO 30

—¿Todo bien?— le preguntó Julián a Llewelyn al verlo caminando ensimismado por los jardines de la escuela. Había llegado hacía unos minutos de despedir a Augusto en la cúpula.

—Bien. Cruzó sin problemas— le respondió Llewelyn—. ¿Sabes dónde está Lyanna?

—Con Maira, en el huerto.

—Gracias. Si Alaris pregunta por mí dile que fui a ver a mi hermana.

—Claro— asintió Julián.

Llewelyn cruzó el huerto y llegó hasta la cabaña de Maira. Golpeó la puerta y Maira le abrió enseguida. Detrás de ella, se asomó una ansiosa Lyanna:

—¿Él está bien? ¿Le diste mi regalo? ¿Y el mensaje?— lo atosigó a preguntas.

—Todo está bien, Ly, no te preocupes. Le di tu regalo y dijo que lo llevaría siempre consigo.

—Eso es bueno, va a necesitarlo— asintió ella—. Me hubiese agradado despedirlo en persona.

—Lo sé, pero no era conveniente. Pronto volverás a verlo. Alaris ha prometido reincorporarlo lo antes posible.

—¿Por qué no entras?— le ofreció Maira—. Justo estábamos por tomar el té.

—Gracias, me vendría bien una taza— aceptó Llewelyn de buen grado, siguiéndola adentro de la pequeña cabaña.

Los tres se sentaron en la mesa de la cocina y Maira sirvió el té.

—¡Mira lo que hice para ti, Llew! ¡Maira dice que es tu favorita!—. Lyanna se puso de pie y trajo un plato con una torta de chocolate.

Llewelyn sonrió, complacido:

—Una merienda no es merienda sin torta de chocolate.

Comieron y bebieron en silencio por un rato.

—Llew, quería preguntarte algo— dijo Lyanna de pronto.

—Adelante.

—Valoro lo que hizo Augusto por mí, pero no lo entiendo del todo.

—¿Qué es lo que no entiendes?

—¿Por qué alguien se pone en riesgo como lo hizo él por otra persona? ¿Por qué estar dispuesto a sacrificar algo de tanto valor para él, como era estar en esta escuela, por mí?

—Se llama amistad, Ly. Esas son las cosas que hace un verdadero amigo. Hasta ahora, solo te habías encontrado con emociones poco positivas como el miedo, la culpa, la envidia y la ira, me alegro que hayas experimentado otra cosa con Augusto.

—Sangró voluntariamente por mí. Nunca pensé que se podría llegar tan lejos por alguien.

—Los seres humanos son capaces de actos heroicos por aquellos a quienes quieren.

—Pero, ¿por qué me quiere tanto Augusto? Apenas me conoce.

—Eso se lo puedes preguntar cuando vuelva, pero supongo que le caíste bien.

—Él me recuerda a mi relación contigo. ¿Es un amigo algo así como un hermano, Llew?

—Sí, exactamente así.

—Aunque la amistad entre un hombre y una mujer puede tomar otras connotaciones— aclaró Maira.

—¿Qué connotaciones?— preguntó Lyanna.

—¡Maira! ¡Por favor! ¡Solo tiene diez años! ¿Crees que es necesario que sepa de estas cosas?— la amonestó Llewelyn.

—Si está explorando emociones y sentimientos, creo que es clave que conozca sobre las inclinaciones…

—¡Ya basta, Maira!— la cortó Llewelyn, poniéndose de pie para dar más énfasis a sus palabras—. No permitiré que la confundas con cosas que no son para su edad.

—Claro, por supuesto, cuando quede embarazada podrás hablarle del asunto, pero tal vez para ese entonces será un poco tarde— le retrucó Maira con sarcasmo.

—Todavía es una niña— protestó Llewelyn.

—No, desde hoy ya no lo es— le dijo Maira.

—¿De qué hablas?

—Ly, cariño, ¿por qué no vas a ver si hay rábanos listos para el almuerzo de hoy en el huerto? Tu hermano y yo tenemos que hablar en privado un momento.

—Es sobre la sangre, ¿no es así?— inquirió ella.

—Sí, querida.

—¿No puedo quedarme a escuchar?

—No, cielo, sería muy embarazoso para tu hermano.

—Entiendo— dijo Lyanna y salió de la cabaña con una canasta, internándose en el huerto.

Llewelyn volvió a sentarse:

—Maira, lo siento, no quise exasperarme así. Si piensas que hacer sangrar a Augusto convirtió a Lyanna en…

—No se trata de la sangre de Augusto, sino de la de Lyanna— lo cortó Maira.

—¿Qué quieres decir?

—No sé si fue por el estrés del duelo o qué, pero las hormonas de tu hermana comenzaron a funcionar temprano, y hoy tuvo su primera menstruación.

—¿Qué?

—Se asustó bastante. Supongo que tu madre nunca le habló del tema.

—Supongo que no— murmuró Llewelyn—, es solo una niña…— repitió.

—Llew, escúchame bien, te respeto a ti y a tu familia, y entiendo que la educación de esa chica les corresponde a ustedes, pero creo que ya es hora de que dejen de pensar en ella como una niña indefensa. Lyanna no es una niña común. Por lo que he hablado con ella, es demasiado madura para cualquier estándar normal, y comprende las cosas con una profundidad que no he visto siquiera en el propio Alaris. Ocultarle información sobre las relaciones humanas y sus consecuencias es un error.




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