El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Llewelyn - CAPÍTULO 31

La intención de Llewelyn había sido investigar el asunto de la construcción del refugio, pero sus responsabilidades en la escuela y el estar atento a los desarrollos de Lyanna lo absorbieron por completo. Se teleportó un par de veces dentro de la oficina privada de Govannon en el palacio cuando éste estaba ocupado en otros lugares, pero no encontró los planos de los que le había hablado Augusto. Los esquemas que encontró solo describían un aula común bajo tierra y dos salidas de emergencia, nada extraño, nada sospechoso. Llewelyn sabía que Augusto no le hubiera mentido acerca de lo que vio, pero… ¿Habría interpretado mal las cosas? ¿Se habría topado con planos que no tenían nada que ver con el proyecto actual del aula? Por otro lado, si el proyecto era trivial y sin importancia, ¿por qué Humberto le había dicho que si quería información al respecto debía hablar con su padre? ¿Por qué involucrar a Lug en esto? Llewelyn le había planteado esta misma pregunta a Alaris, quién se había encogido de hombros y le había dicho que toda modificación en la escuela debía ser autorizada por Lug y que no había nada de extraño en las palabras de Humberto. Todo el asunto olía mal, pero pasaron casi dos meses hasta que Llewelyn tuvo la oportunidad de ponerse a investigar más a fondo.

En esos dos meses, Lyanna no había sido molestada por sus compañeros de clase, y las cosas habían estado muy tranquilas. El exilio de Augusto había tenido un efecto muy profundo en las mentes de los acosadores de su hermana. Sabían que si alguno de ellos era devuelto a su familia, no los esperarían dos padres amorosos que los contendrían emocionalmente y que comprenderían su situación, los esperaría el desprecio, y posiblemente, una condena a muerte. Así que todos se cuidaban de evitar cualquier contacto no amistoso con la niña que había derrotado a Augusto en aparente buena fe, y había causado su exilio de un lugar que para ellos significaba protección y una oportunidad de vida decente.

Las habilidades de Lyanna crecían día a día a pasos agigantados. Para ella, todo era como un juego. Donde los demás necesitaban años para aprender a manejar los distintos elementos de la naturaleza, ella lo asimilaba y lo conseguía en días sin aparente esfuerzo: teleportación, telepatía, burbujas temporales, sanación, manipulación de los elementos, materialización de cosas, todo eso era tan natural para ella como lo es caminar para cualquier otro niño de su edad. Actualmente, había comenzado a tomar clases con Govannon pues se había interesado por la transmutación de los elementos.

Llewelyn aprovechó esa tarde en que sabía que Lyanna estaría con Govannon por varias horas para reiniciar sus pesquisas sobre el refugio. Hasta ahora, no había hablado con nadie del asunto, pero al no llegar a nada en su investigación, decidió pedir ayuda.

—¡Llewelyn!— exclamó Julián al verlo entrar a la torre de vigilancia donde cumplía su turno— ¿Qué te trae a mi aburrido lugar de trabajo? Nunca vienes por aquí.

—Te traje algo de comer— le dijo Llewelyn, alcanzándole un sándwich.

—¿Por qué siento que esto es alguna clase de soborno?— entrecerró los ojos Julián.

—Porque probablemente lo es— admitió Llewelyn—. Aunque es un soborno pobre para lo que vengo a pedirte, amigo.

—Si se trata de Lyanna, sabes que no tengo problemas en ayudar con lo que sea, Llew— dijo el otro, desenvolviendo el sándwich y atacándolo con grandes bocados, su rostro satisfecho al ver que era de tomate con picles, su favorito.

—Esto no tiene nada que ver con Lyanna, pero es importante.

—Y secreto, supongo.

—Secreto e ilegal— confirmó Llewelyn.

—¿Crees que sea prudente involucrarme, Llew? Después de todo, soy el hijo del jefe de seguridad.

—No tengo a nadie más en quien confíe para esto, Julián, y necesito de tu habilidad.

—Te escucho— le dijo Julián, señalando una banqueta al lado de la pequeña mesa que constituía casi el único mobiliario de su puesto en la torre.

Llewelyn aceptó la invitación y se sentó en la banqueta, mientras Julián tomaba su lugar en su sillón de vigilancia. El hijo de Lug le relató a Julián lo que Augusto le había dicho de los planos de la supuesta nueva aula de clases de Govannon. Julián lo escuchó con gran atención, y luego se tomó un minuto para pensar en toda la historia, tamborileando con sus dedos sobre la mesita, pensativo.

—Los planos que tú viste en la oficina de Govannon no son los que Augusto describió— recapituló Julián.

—No.

—¿Confrontaste a las autoridades de la escuela al respecto?

—Hablé con Alaris, Humberto y Gov. Solo obtuve evasivas y explicaciones infantiles y sin sentido.

—¿Fuiste al sitio de construcción? ¿Verificaste lo que realmente están haciendo allí?

—Humberto puso una cinta de energía que no puedo atravesar. Supuestamente, es por mi propia seguridad y la de los demás alumnos y profesores.




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