El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Llewelyn - CAPÍTULO 37

Alaris encontró a Lyanna en la biblioteca, sentada en una de las mesas de lectura con cinco libros abiertos a su alrededor, la mirada concentrada en uno de ellos. Se sentó del otro lado de la mesa, quedando frente a ella:

—¿Qué estás haciendo, Lyanna?— le preguntó suavemente. Nunca la había visto leyendo nada. La información que contenían los libros nunca le había interesado.

—Estudiando para mis exámenes con Gov— respondió ella sin apenas levantar la vista de su lectura.

Alaris notó que tenía el rostro pálido y ojeroso.

—¿Cuánto tiempo has estado aquí dentro, Ly?

—No el suficiente— respondió ella con cierta ansiedad en la voz—. Todavía me falta mucho, y el primer examen es mañana.

—Tal vez deberías descansar un momento— sugirió Alaris.

—No tengo tiempo para descansar, ya le dije que el examen es mañana.

—¿De qué se trata el examen?

—Estructura atómica básica de todos los sólidos, incluidos los metales.

—¿Y para qué necesitas estudiar eso?

—Para el examen— le dijo ella como si él fuera duro de entendimiento. ¿Por qué no la dejaba en paz? No podía estudiar con él llenándola de preguntas obvias y estúpidas.

Alaris se puso de pie y cerró bruscamente el libro que ella estaba leyendo en sus narices.

—¿Qué hace?— protestó ella.

—Daremos un paseo— dijo él, apoyando su mano sobre la de ella.

Al instante, los dos desaparecieron de la biblioteca y reaparecieron en uno de los senderos del jardín.

—¡Tengo que estudiar!— le reclamó ella, mirando en derredor—. No tengo tiempo para esto.

Alaris hizo caso omiso de su queja, se agachó y recogió un guijarro del suelo:

—Toma— le dijo, entregándole el guijarro.

—¿Para qué es esto?

—Transfórmalo— le dijo Alaris.

—¿En qué?

—En lo que quieras.

—No, no puedo hacerlo— negó ella con la cabeza.

—¿Por qué?

—No conozco la composición completa a nivel atómico, no puedo…

—Sí puedes, Ly. Te he visto hacer cosas mucho más complejas que esto.

—Eso es porque solo hago las cosas por instinto.

—¿Qué tiene de malo eso?

—Gov dice que el instinto no es suficiente, que debe estar respaldado por el conocimiento científico, por la razón.

—¿Y el instinto es irracional?

—Eso dice Gov.

—El instinto no es irracional, Ly. El instinto pertenece a un nivel de lógica más alto que el de la mente física, eso es todo. Por eso parece incomprensible a simple vista y sin embargo funciona sin errores. Lo que estás haciendo, enterrada en esos libros, es cambiar un nivel de sabiduría superior por uno muy inferior. Eso es muy mal negocio, Ly. Tú tienes una conexión intacta con la fuente de toda la creación, y la estás cambiando por las limitaciones de las personas que escribieron esos libros. ¿Por qué estás haciendo algo tan tonto?

—Todos estudian y se esfuerzan, toman notas, hacen preguntas, practican sin descanso. Debo ser como ellos.

—¿Por qué?

—Porque ya no quiero ser diferente, quiero adaptarme, aprender a vivir en la sociedad con los demás.

—Ser diferente es lo mejor que tienes. Eres un ser libre, Ly, y estás entregando tu poder. Lo que llamas adaptación no es más que ceder a la esclavitud de las limitaciones de los demás. ¿Recuerdas la primera vez que fuiste enviada a mi oficina cuando recién llegaste? ¿Recuerdas la conversación que tuvimos?

—Sí, me dijo que el aislamiento lo había privado de ciertos aprendizajes y riquezas que se desprendían de la interacción con otros seres humanos. Me dijo que junto con todos los conflictos, dudas y emociones contradictorias, convivir con otros era una experiencia importante, y que si yo estaba en una fase empática, eso era exactamente lo que había venido a hacer aquí.

—Sí— admitió Alaris—, y tú me respondiste que el precio era muy alto si esa experiencia bloqueaba la conexión con el todo. En esos días tenías claras las prioridades, pero creo que ahora has perdido perspectiva.

—He entrado en un sistema de creencias destructivo— murmuró ella para sí.

—Exacto. Esta escuela está coartando tu esencia, tu verdadero ser. Me temo que ya no puedes seguir aquí, Lyanna.

—No, por favor, no me eche de aquí— le rogó ella.

—Nuestro trato fue que podrías quedarte siempre y cuando siguieras los dictados de tu corazón, pero eso ya no es posible, así que debes irte. Lo siento, es lo mejor para ti— le respondió él.

—No, prometo volver a seguir a mi corazón, lo prometo— suplicó ella.

—Pruébalo— le dijo él, volviéndole a ofrecer el guijarro.

Ella lo tomó en sus manos, cerró los ojos e intentó la transmutación, pero miles de fórmulas intrincadas bailaban en su mente, interfiriendo con su intención pura, con su instinto natural. Después de unos minutos de intentarlo con todas sus fuerzas, se rindió y devolvió el guijarro a Alaris.




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