El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

QUINTA PARTE: Juliana - CAPÍTULO 54

El teléfono seguía sonando con insistencia.

—¿Qué vas a hacer?— le preguntó Luigi a Juliana.

—Jugar su juego con mis reglas— gruñó ella, aceptando la llamada.

—Espero que sepas lo que haces— murmuró Luigi para sí.

Juliana subió el volumen del teléfono para que Luigi pudiera escuchar la conversación.

—¿Liam?— dijo luego al teléfono con voz jovial—. ¿Todo está bien? ¿Cómo te fue con la reunión?

—Señora Cerbara, deben salir de allí de inmediato— le advirtió Liam con tono perentorio.

—¿Qué pasa, querido? ¿Por qué la urgencia?

—El juego dejó de ser amistoso para volverse hostil y no hay nada que pueda hacer para detenerlo— dijo él.

—¿A qué te refieres, Liam? No entiendo.

—Por favor, Juliana, esto es demasiado grave para que esté jugando el papel de inocente. No hay tiempo, llegarán allí en diez minutos y sus intenciones no son tener una charla amistosa.

—¿Llegarán aquí? ¿A la biblioteca? ¿Quiénes?

—En principio, son cuatro matones de la Hermandad y no van a la biblioteca, van al motel Los Dos Leones, habitación 223, donde ustedes se registraron hace dos horas.

Juliana se quedó muda por un instante. Luego:

—¿Cómo sé que esto no es una trampa? ¿Cómo sé que no eres tú el que nos entregó a ellos y ahora te haces pasar por nuestro salvador?

—Yo no los entregué, fue el imbécil de Silverman para ganar puntos con la Hermandad. Traté de desviarles la atención, pero no estoy en buenos términos con mi tío y le creyeron más a él que a mí.

—¿Qué les dijo Silverman?

—Eso no importa ahora, ¡tienen que salir de allí ahora mismo!— los urgió.

—¿Cómo supieron que estábamos aquí?

—Su coche lleva un rastreador y tienen los teléfonos móviles encendidos, ellos no tuvieron siquiera que esforzarse demasiado para encontrarlos— respondió Liam—. Sé que le es difícil confiar en mí, especialmente después de que su padre debe haberle hablado pestes de mi persona, pero estoy tratando de hacer lo correcto aquí, lo juro.

—¿Cómo puedo creerte, Liam? ¿Cómo puedo creerle a alguien que es prácticamente un miembro del Círculo de Praga?

—En estos últimos meses, mi vida no ha sido otra cosa que un esfuerzo constante por evitar ser parte de Praga, pero no hay salida de la Hermandad, excepto la muerte— dijo Liam—. Aun así, usted me dio esperanza, estoy haciendo lo que usted me dijo, estoy tomando algo que ellos valoran, y usándolo en su contra, para aplastarlos, para que nunca puedan llegar a consumar el Ritual Maestro Final de Liberación.

—Liam…

—Aun si no me creen, por favor les pido que salgan de esa habitación. Si aceptan mi ayuda, esto es lo que deben hacer: abandonen su automóvil, sus teléfonos, cartera, todos los efectos personales. Luego salgan por la parte trasera del estacionamiento del motel. Encontrarán una calle angosta sin salida hacia la derecha, tómenla caminando hacia la izquierda. Después de dos cuadras, giren a la derecha y avancen seis cuadras. Encontrarán un viejo bar destartalado y sucio, entren allí y traten de pasar lo más desapercibidos posible. Los encontraré allí en media hora y los llevaré a un lugar seguro. Si al llegar al bar, no los encuentro allí, entenderé que han decidido prescindir de mi ayuda.

Sin más, Liam cortó la comunicación.

—¿Qué quieres hacer?— le preguntó Luigi a Juliana.

—Comprobar si lo que dice es cierto— replicó ella, apoyando su teléfono en la mesa de noche junto a la cama—. Hemos estado huyendo y no sabemos si todo esto es real o una simple manipulación mental.

—De acuerdo— asintió Luigi, sacando su propio teléfono de su bolsillo y dejándolo junto al de ella.

Juliana revolvió su cartera, sacó todo el efectivo que le quedaba y se lo dio a Luigi, quien lo guardó en su pantalón. Dejaron todos sus efectos personales en la habitación y salieron a hurtadillas, tratando de no llamar la atención. Bajaron por unas escaleras que daban a un patio interno que llevaba al estacionamiento del motel y se escondieron tras unos frondosos arbustos que decoraban un rincón del patio. No pasaron ni cinco minutos, cuando vieron pasar a cuatro hombres fornidos, con chaquetas negras abultadas que seguramente escondían armas de fuego. Los vieron subir la escalera por la que ellos habían descendido apenas unos momentos antes, y luego observaron cómo forzaban la puerta de la habitación 223 y entraban intempestivamente a la habitación ahora vacía.

—Vamos— urgió Luigi a Juliana—. Tenemos que salir de aquí.

Ella asintió. Los dos corrieron hasta la puerta trasera que les había indicado Liam y salieron al callejón que él les había descripto. Encontraron el viejo bar sin problemas y entraron. Habían comprobado que el peligro era real, pero eso no significaba que Liam no los estuviera manipulando. De todas formas, decidieron darle el beneficio de la duda, pues no veían muchas otras opciones de momento.




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