El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

QUINTA PARTE: Juliana - CAPÍTULO 56

Liam condujo por la ruta hacia el este, de regreso a la ciudad. Durante el camino, Juliana y Luigi llegaron a especular que tal vez todo había sido un elaborado engaño y que Liam los estaba llevando hacia la Hermandad, para entregarlos como corderos incautos al matadero. Pero a unos veinte kilómetros de la ciudad, Liam tomó un camino vecinal hacia la izquierda. No estaba señalizado ni pavimentado y parecía en total desuso. Después de unos kilómetros, el camino comenzó a enangostarse y empezaron a internarse en una zona boscosa y cerrada. En una media hora más, llegaron a una lujosa cabaña de troncos, escondida entre inmensos árboles. En su fachada, se podía ver un cartel tallado en madera con el nombre del lugar: La Sarita.

—Aquí es— anunció Liam, bajando del automóvil y abriendo el baúl—. Es un lugar perfecto, totalmente aislado, no hay señal telefónica ni de radio— explicó, mientras bajaba unos enormes bidones del baúl.

Juliana y Luigi bajaron también y ayudaron a Liam a bajar más cosas del coche.

—¿Qué es eso?— preguntó Juliana, señalando los bidones.

—En la cabaña tampoco hay electricidad, pero hay un generador en la parte de atrás. Esto es combustible para hacerlo funcionar— esclareció Liam—. Y las cajas son alimentos, ya que me temo que en la casa solo hay licor.

—Pensaste en todo— dijo Juliana, suspicaz—. ¿Cuánto hace que tenías planeado esto?

—Siempre estoy preparado para emergencias— se encogió de hombros él—. Esta no es la primera vez que tengo que salir huyendo a refugiarme, ya he tenido que desaparecer antes.

Entraron en la casa y llevaron las cajas a la cocina. Liam no perdió tiempo en abrir una de las alacenas y sacar una botella de vodka.

—Por favor, Liam— le apoyó una mano Juliana en el brazo que sostenía la botella—. Ya no bebas más.

Liam resopló con una mueca de disgusto y volvió a guardar la botella con gran reticencia.

—Ven— lo invitó Juliana—. Quiero hacerte unas preguntas.

Los tres pasaron a una enorme sala de estar con mullidos sillones y se sentaron frente a una imponente chimenea.

—¿Qué quiere saber?

—Háblame de ese ritual de liberación.

—No conozco los detalles, solo los miembros del Círculo los saben y yo me he tomado mucho trabajo para evitar que me conviertan en uno de ellos. Pero a juzgar por otros rituales en los que he participado…— Liam calló de pronto.

—Dímelo, está bien— lo animó Juliana.

—No— negó Liam con la cabeza—. Los detalles son demasiado grotescos incluso para la imaginación más depravada.

—¿Tienes alguna idea de cuál es la función del Marcado en el ritual?

—No, pero tanto si planean usarlo como víctima o como ejecutor, las consecuencias no son nada agradables.

—¿Es un ritual de sacrificio de sangre?

—Es lo más probable— asintió Liam.

Se produjo un incómodo silencio.

—Ustedes dicen que darían la vida por el Marcado— dijo Liam—. Debe ser alguien muy especial para despertar esa lealtad.

—Lo es— afirmó Juliana—. Es una persona noble y valiente, y es también un gran amigo nuestro.

—Nunca tuve amigos así…— suspiró Liam—. En el ambiente en que me muevo, eso no es posible. A veces fantaseo con…

—¿Con qué?— lo alentó Juliana a continuar.

—Con irme con Gus al otro mundo. No me tienta mucho tener que andar vestido con capa y espada, pero fuera de eso, creo que me gustaría vivir allá. Cualquier lugar es bueno si está fuera del alcance de la Hermandad.

Juliana no le respondió a ese comentario. No quería hacer promesas que no sabía si podría cumplir.

—¿Cree que sería posible que una escoria como yo pudiera ser aceptado en ese lugar?— preguntó Liam, esperanzado.

—Solo el Marcado tiene la autoridad para contestarte a eso, Liam, lo siento.

—¿Qué es él en el otro mundo? ¿Una especie de rey?

—No se parece en nada a un rey, y sin embargo tiene mucho más poder que un rey— manifestó ella—. Allá lo llaman el Señor de la Luz.

—Suena como si fuera un dios— opinó Liam.

—Es lo más lejano a un dios que se pueda imaginar— afirmó ella—. Se enojaría mucho si supiera que lo has llamado así. Ha tenido muy malas experiencias con la religión.

—Ya veo— sonrió Liam—. Bueno, no es el único. Aunque tener la función de dios no debe ser tan malo como estar del otro lado, como pecador, arrastrándote de rodillas por unas migajas de perdón negado.

—Lamento mucho que tu vida sea tan desdichada, Liam— le dijo Juliana con sinceridad.

—No lo lamente, Juliana. He hecho muchas cosas malas. Es cierto que fui forzado a muchas de ellas, pero otras las hice por mi propia voluntad.

—¿Crees que puedas evitar que te hagan parte del Círculo?




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