El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 60

Augusto, Julián y Llewelyn venían cruzando los jardines de la escuela en su regreso del bosque. Alaris había enviado a Julián a buscarlos, tal como había prometido, pero para decepción de Llewelyn, Julián no sabía si habían tenido éxito con su padre o no. Solo pudo informarle que Lug estaba contenido. Llewelyn suponía que aquello significaba que su padre era mantenido inconsciente o en una celda de balmoral, pues esas eran las únicas dos formas de contener a alguien con su poder. La sorpresa lo dejó congelado en el lugar al verlo sentado en uno de los bancos del jardín principal, junto a su madre. Pero lo que lo dejó más aturdido y confuso, fue ver a su hermana jugando en el regazo de él. Su primera reacción fue correr hacia ellos e increpar a su padre:

—¿Qué es esto? ¿Qué maniobra sucia hiciste para hacerla venir aquí?

—Llew, escúchame…—intentó Lug.

—Ly, vete con Maira al huerto, pasaré por ti luego— le ordenó su hermano.

—Pero quiero quedarme con papá— protestó Lyanna.

—No puedes, cariño, es peligroso.

—¿Por qué dices eso?

—Luego te lo explicaré, solo haz lo que te digo— insistió él.

—Llew, no es necesario, todo está bien— intervino Dana.

—¿Puedo hablar contigo un momento en privado?— le pidió Lug a Llewelyn.

—¿Y si no accedo? ¿Vas a paralizarme otra vez?— le espetó su hijo con el rostro tenso.

—¡Paz!— pidió Dana, poniéndose de pie—. Llew, ve a hablar con tu padre, yo cuidaré a Ly.

—No, tú no— dijo Llewelyn, volviéndose hacia Julián y Augusto que observaban la escena sin saber bien cómo actuar—. Gus, cuida a Lyanna un momento, ¿quieres?

—Claro— asintió Augusto, acercándose.

—No necesito a nadie que me cuide— protestó Lyanna.

—Hazme caso por una vez en la vida, ¡maldición!— le gritó Llewelyn.

Lyanna se encogió, asustada. Su hermano nunca le había gritado así. Augusto se acercó y la abrazó, mientras Llewelyn se alejaba hacia otro sector del jardín, junto con Lug.

—Aquí está bien— dijo Llewelyn a su padre. Se habían alejado lo suficiente como para no ser escuchados por los demás, pero no tanto como para que Llewelyn no pudiera tener a Lyanna a la vista.

—Quiero disculparme, por todo— comenzó Lug.

—No sé qué artimaña es esta, papá, pero…

—No es artimaña. Tu madre me puso en vereda, me sacó del pozo de lodo en el que había caído, me hizo entender quién es Lyanna: el ser más puro y dulce de todo el Círculo. Me dejé corromper por el miedo, por las profecías que me marcaron toda la vida y que siempre fueron inescapables para mí.

—¿Detendrás la construcción del refugio?

—No, pero no habrá celda subterránea. Si algo viene a atacarnos, necesitamos un lugar protegido. Y ese lugar protegido es para Lyanna también.

—¿Por qué estás tan convencido de que algo vendrá a atacarnos? Tal vez no se trate de eso. La profecía no es realmente clara.

—Llew, Marga nunca ha dado una profecía que no entrañe un peligro de algún tipo. Tal vez los elementos de su visión deben ser ordenados de otra forma, una forma en que no sea tu hermana la que cause la catástrofe, pero no puedes pedirme que olvide el asunto, que lo ignore. Algo se está gestando, y Lyanna y yo somos los actores principales en lo que se viene.

—¿Por qué tú? ¿Por lo del medallón?

—Sí. La visión de Lyanna con distintas formas físicas vino junto con la del medallón que contiene el símbolo marcado en mi espalda. Le pedí a Juliana que lo investigara en el otro mundo porque Marga dijo que el medallón no estaba en el Círculo, pero Juliana no ha logrado encontrar nada hasta ahora, así que tal vez me equivoqué, tal vez todo está aquí, en el Círculo.

—Debes permitir que Gus y yo ayudemos en esto, papá. Si se trata de Lyanna y de ti, tenemos derecho a ser parte de esto también.

—Sí, hijo, por supuesto, no más secretos— extendió su mano Lug. Llewelyn la estrechó con firmeza.

Padre e hijo volvieron hasta donde estaban los demás, esperando expectantes. Dana sonrió aliviada al ver en los rostros de los dos que se habían reconciliado.

—¿Todo bien?— preguntó Augusto que sostenía la mano de Lyanna.

—Todo bien— confirmó Llewelyn.

—Me alegro— sonrió Augusto—. ¿Qué va a pasar con Lyanna ahora?

—Eso depende de ella— dijo Lug—. ¿Qué quieres hacer, Ly? ¿Quieres volver a casa con nosotros?

—¿O tal vez quedarte en la escuela?— ofreció Augusto, esperanzado.

—Ninguna de las dos opciones— dijo ella—. Creo que lo mejor para mí es que vuelva a Medionemeton.




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