El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 64

Augusto volvió a la sala de espera donde estaba Liam una hora después, el rostro pálido y cansado.

—¿Estás bien?— le preguntó Liam.

—Bien, sí— contestó Augusto sin entusiasmo.

—Te conseguí esto— le dio unos chocolates Liam.

—Gracias— aceptó Augusto.

—Y también esto— le dio un teléfono móvil.

—¿Un teléfono?

—Sí, es uno de esos teléfonos pre-pagos, no podrán rastrearlo hasta ti. Puse mi número en los contactos para que estemos comunicados. Por favor, llévalo a todas partes, vas a necesitarlo.

—Gracias, Liam. Me disculpo si fui un poco descortés hoy más temprano, de verdad eres un buen amigo.

—Te ayudaré en todo lo que pueda, Gus.

—Gracias. ¿Hubo alguna novedad mientras estuve ausente?

—Nada. Todavía está en cirugía. Creo que esto va para largo. ¿Quieres que te consiga algo más para comer?

—No, gracias, no tengo mucha hambre. Con los chocolates estoy bien— respondió Augusto.

—Llené los papeles por ti y se los di a la enfermera— le dijo Liam.

Augusto asintió.

Pasaron cuatro horas más antes de que un doctor apareciera en la sala a buscarlos.

—¿Familiares de Luigi Cerbara?— llamó el doctor.

Augusto y Liam se pusieron de pie de inmediato.

—Soy su hijo— dijo Augusto.

—Mucho gusto. Soy el doctor Amicis— le estrechó la mano el médico.

—¿Cómo está mi padre?

—Sobrevivió a la cirugía, pero su estado es crítico. Por el momento, está en coma y con respirador. La prognosis no es muy buena.

—¿Hay algo más que se pueda hacer?

—Por ahora no, tenemos que esperar a ver cómo evoluciona. ¿Fueron ustedes los que lo encontraron?

—Sí— asintió Augusto.

—Necesitaré que respondan algunas preguntas más tarde. Ahora, pueden verlo por un momento si lo desean.

—Gracias, sí.

—Síganme, por favor. 

El doctor Amicis los llevó hasta una habitación con una cama ortopédica donde yacía Luigi, inconsciente e intubado, conectado por innumerables cables a diferentes aparatos con pantallas que verificaban su estado.

—Los dejaré solos— dijo Amicis.

—Gracias, doctor— dijo Liam.

—Hola, papá, aquí estoy— le murmuró Augusto, tomando su mano inerte y apretándola suavemente—. Estarás bien, te lo prometo. Encontraremos a mamá. Todo va a estar bien.

Liam le acercó una silla y Augusto se sentó junto a la cama, sin soltar en ningún momento la mano de su padre para que sintiera su presencia. Estuvo allí por un largo rato, solo sosteniendo su mano y tratando de contener las lágrimas.

—Liam— lo llamó Augusto después de un prolongado silencio—, necesito que me hagas otro favor más.

—Claro, Gus, lo que quieras.

—Quiero que te quedes con él. Toma su mano. Es importante que sienta que no está solo— le pidió, poniéndose de pie y cediéndole su lugar.

Liam asintió y tomó la mano de Luigi.

—También voy a necesitar las llaves de tu coche— le pidió.

Liam se metió la mano en el bolsillo y sacó las llaves, pasándoselas a Augusto.

—¿A dónde vas?

—A buscar ayuda de verdad.

—¿Otro médico?

—No, algo mejor que eso. Alguien que puede sacarlo de este estado.

—¿Quién?

—Cuídalo hasta que yo regrese— le rogó Augusto, ignorando su pregunta.

—Claro, no hay problema— aseguró Liam.

Augusto miró el reloj que colgaba de la pared en la habitación: las ocho de la noche. Todavía tenía tiempo. Esperaba que Walter hubiera conseguido contactar a Lug. Acto seguido, salió de la habitación, dejando a Liam a cargo de su padre.

Liam soltó la mano de Luigi por un momento para sacar el teléfono del bolsillo de su pantalón pues estaba vibrando con una llamada. Pensó que sería Augusto, pero al ver el número en la pantalla, se le heló la sangre. ¿Cómo habían conseguido su número? Este era un teléfono nuevo y solo Juliana tenía el número. Luego recordó: la llamada de Augusto desde su casa, lo habían rastreado desde allí.

Vaciló por un largo momento acerca de atender o no la llamada, pero finalmente decidió hacerlo. Se puso de pie y salió de la habitación. En el pasillo, tocó el ícono para aceptar la llamada y se llevó el aparato al oído.

—¿Cómo está el marido?— escuchó la voz de su padre del otro lado.

—¡Cómo si te importara!­— le gruñó Liam entre dientes.

—Claro que me importa. No creerás que dejarlo vivo fue un descuido, ¿o sí?

—¿Dónde está Juliana? ¿Cómo supieron dónde encontrarlos?— le demandó Liam.




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