El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 69

Augusto había estado manejando sin rumbo fijo, con el único objetivo de alejarse del hospital, pero ahora era hora de decidir un destino.

—¿Qué vamos a hacer ahora? ¿A dónde iremos?— preguntó el hijo de Juliana.

—Llévanos de vuelta con Walter— respondió Lug—. Tenemos que resguardar el portal. Es posible que toda esta historia de Praga sea solo una distracción para hacernos descuidar la cúpula. No podemos permitir que crucen.

—De acuerdo— asintió Augusto, doblando a la izquierda en la siguiente calle para tomar el camino hacia el bosque.

 

Walter recibió a Luigi con un efusivo abrazo:

—Me alegro de que estés bien— le dijo.

—Gracias— sonrió Luigi—. Walt, quisiera pedirte un favor.

—Claro, lo que quieras.

—¿Tendrás ropa que puedas prestarme? Estoy desnudo debajo de esto— se señaló la bata de hospital.

—Claro, claro, por supuesto. Ven conmigo— le cruzó el brazo por los hombros y lo guió a la única otra habitación en su pequeña cabaña. Se volvió por un momento hacia los demás y les dijo: —Ustedes pónganse cómodos mientras le doy algo decente que ponerse a este hombre.

—Gracias, Walter— dijo Lug.

Después de unos minutos, los dos reaparecieron. Luigi vestía una camisa y un pantalón verde grisáceo que no era muy de su estilo, pero que le quedaba bien. Walter también le había prestado unas botas. Walter encendió su cocina a leña, y buscó vegetales y granos para cocinar.

—Asumo que todos estarán hambrientos— dijo, eligiendo unos frascos de su alacena con distintos condimentos. Dana se acercó para ayudarle a trozar vegetales.

—Sí, ha sido un día largo— dijo Augusto.

—¿Alguna novedad sobre Juliana?— preguntó Walter.

—Nada todavía— dijo Lug—. Pero tenemos un nombre para investigar. Creemos que es la persona que está detrás de todo esto. Creemos también que va a intentar cruzar por la cúpula. ¿Has notado algún movimiento extraño en el bosque?

—No— negó Walter con la cabeza—. Llené el lugar de trampas. Sé que eso no va a detenerlos del todo, pero al menos los va a demorar y nos alertará a nosotros. De todas formas, no creo que puedan cruzar sin uno de esos cristales especiales.

—Es posible— concedió Lug—. Pero poseen un medallón con el símbolo que está marcado en mi espalda. No sabemos exactamente cómo funciona ni para qué sirve, pero tal vez pueda ser usado para reemplazar el cristal y violar la cúpula. No podemos arriesgarnos a dejarla desguarnecida.

—Tendremos que turnarnos para hacer guardia toda la noche— dijo Dana.

—¿Qué tal si nos estamos equivocando? ¿Qué tal si se llevan a Juliana a Praga mientras estamos sentados aquí?— cuestionó Luigi.

—No, me necesitan a mí— dijo Lug—. Si se van a Praga, no será sin mí. Por eso te dejaron vivo, Luigi. Cuando supieron que Augusto estaba aquí, te hirieron para forzarlo a buscarme y hacerme cruzar. Estoy seguro de que no tardarán en…

Un sonido musical interrumpió sus palabras.

—¿Qué es esa música?— preguntó Dana.

—Oh, lo había olvidado— dijo Augusto, sacando el teléfono móvil de su bolsillo. Tocó la pantalla y vio el nombre del que estaba llamando—. Es Liam— dijo con la mandíbula apretada de furia.

—Todos en silencio, que nadie diga una sola palabra— ordenó Lug. Y luego a Augusto: —Que no sepa que Luigi está bien. Ponlo en altavoz.

Augusto asintió, tocó la pantalla para aceptar la llamada y apoyó el teléfono en la mesa para que todos pudieran escuchar la conversación.

—Hola, Liam— dijo Augusto con tono helado.

—Gus, dame con el Marcado— dijo Liam del otro lado.

—No entiendo de qué hablas.

—Si me haces perder el tiempo, tu madre pagará las consecuencias. Pon al Marcado al teléfono, sé que estás con él.

—Déjame hablar con mi madre— le dijo Augusto.

—Ella está bien, Gus. Está bajo mi protección, pero no puede venir ahora a hablarte.

—Entonces, llámame cuando puedas ponerla a ella al teléfono— amagó Augusto a cortar la llamada.

—Si cortas ahora no volveré a llamarte, Gus, y ya no podré responder por lo que le pase a Juliana. No hagas las cosas más difíciles, esto es serio, no estoy jugando. ¡Dame con el Marcado, ahora!— le gritó.

—No, Liam…— insistió Augusto.

—Aquí estoy— intervino Lug, interrumpiendo la discusión.

—¡Por fin alguien con el cerebro como para entender cómo funciona esto!— dijo Liam.

—¡Maldito!— lo insultó Augusto.

—¡Ya basta!— los cortó Lug—. Si tienes algo que decirme, dímelo de una vez.




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