El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 76

Liam tenía los auriculares puestos. Estaba escuchando música de su teléfono móvil con los ojos cerrados, reclinado en el cómodo asiento del avión privado de su tío. Su padre miraba absorto por la ventanilla mientras tomaba lentamente un whisky, y su tío leía un periódico en su tableta digital. Dos fornidos guardias armados estaban sentados en lugares apartados de los MacNeal y de Drummond, con la vista clavada al frente.

La azafata emergió de la cabina de los pilotos y se acercó a Brod MacNeal:

—Señor, aterrizaremos en quince minutos— le anunció.

—Gracias, entonces es hora de despertar a nuestro huésped— le respondió MacNeal.

—Sí, señor— asintió ella.

Liam se quitó los auriculares y observó con atención que la azafata abría un compartimiento en la parte superior izquierda de la cabina y sacaba una caja metálica. La apoyó sobre una mesita y preparó una jeringa, llenándola con un líquido amarillo. Luego se dirigió a la parte de atrás del avión, a una sección separada por una cortina azul. La siguieron los dos guardias.

Liam se puso de pie, con la intención de acompañarlos, pero su padre le apoyó una mano en el hombro y lo detuvo:

—No es momento todavía para que interactúes con él— le advirtió.

Liam estuvo a punto de protestar, pero la helada mirada de su tío que había levantado la vista de su lectura para observarlo, le hizo desistir, y se volvió a sentar donde estaba.

Unos momentos después, la azafata y los dos guardias reingresaron a la cabina principal.

—¿Dio algún problema?— le preguntó Brod MacNeal a la azafata.

—No, señor. Está contenido.

—Bien— asintió MacNeal, satisfecho.

El avión aterrizó en un sector apartado del aeropuerto de Praga. Los primeros en descender por la escalerilla fueron Liam y Brod MacNeal, seguidos por Drummond. Una limusina los estaba esperando en la pista. Una camioneta con vidrios espejados se estacionó detrás. Los tres pasajeros subieron a la limusina. Liam vio por la ventanilla cómo los dos guardias bajaban a Lug, esposado y con los ojos vendados, por la angosta escalera del avión, ayudándolo para que no se tropezara con los escalones. Luego lo arrastraron hacia la camioneta y lo subieron. Liam notó que Lug estaba todavía groggy por lo que sea que le habían inyectado para mantenerlo dormido durante el viaje. La inyección para reanimarlo que la azafata le había colocado no parecía haber alcanzado a despertarlo del todo. Los dos vehículos arrancaron y se pusieron en camino.

—¿A dónde vamos?— preguntó Liam.

—Al Purgatorio, para empezar con la preparación del Marcado— le dijo su padre, alcanzándole una ancha cinta negra.

—¿Para qué es esto?— inquirió Liam.

—El Purgatorio es un lugar secreto, Liam, aun para ti.

—Accedí a ser un miembro de su maldito Círculo de Praga, padre, no más secretos.

—Aun no eres un miembro, Liam. Lo serás cuando cumplas tu parte en el ritual de Preparación y Ocultamiento.

—¿Qué es eso exactamente?— inquirió Liam con aprensión.

—Pronto lo sabrás. Ahora ponte esto— le volvió a ofrecer la cinta negra.

Liam resopló irritado, pero obedeció y se puso la venda en los ojos:

—¿Por qué tengo la sensación de que aun cuando cumpla con todos sus rituales, nunca seré uno de ustedes realmente?— cuestionó Liam.

—Eres el miembro más importante de la Hermandad, Liam, aunque no lo creas. Tu función es clave para que se cumpla por fin el objetivo para el cual la Hermandad fue creada. Pero comprenderás todo esto mejor después de tus tres días de entrenamiento— le explicó su padre.

A Liam no le gustó cómo sonaba eso, pero no dijo nada.

Cuando llegaron a destino, Brod le dijo a su hijo que ya podía sacarse la venda de los ojos. Al hacerlo, Liam pudo ver que su tío y su padre se habían puesto las capas negras con las capuchas y las máscaras de porcelana blanca que habían usado en el intercambio de Juliana y Lug. Su padre le ofreció la capa y la máscara para que también él se las colocara. Una vez que Liam estuvo listo y enmascarado, los tres se bajaron de la limusina.

Estaban en una amplia cochera subterránea sin ventanas y pobremente iluminada con unas lámparas que colgaban del techo, emitiendo una luz amarillenta. Detrás de la limusina, se había parado la camioneta que traía a Lug. Los dos guardias del avión estaban parados en posición de firmes a los lados de la puerta corrediza del costado. A la derecha, Liam vio a siete hombres enmascarados, vestidos igual que él, sus identidades bien ocultas. Esos siete, sumados a su tío y a su padre, constituían los nueve miembros del Círculo de Praga.




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