El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 98

—¿Por qué nadie viene a reprocharme que no estoy siguiendo con el ritual?— preguntó Liam, observando a los nueve enmascarados.

Vio que sus bocas se abrían y cerraban con gran lentitud. Vio a su tío con la mirada clavada en él, en posición de avance, pero sus piernas se movían muy lentamente, como si estuviera practicando Tai Chi en cámara lenta.

—Lo están haciendo— le respondió el anciano de barba blanca—, pero los he puesto en una burbuja temporal. Necesitaba tiempo para sanar a Lug y me pareció la solución más práctica.

—¿Ellos pueden verte?

—Sí.

—¿Y por qué no dicen nada?

—Corté el sonido para que no me distraiga— explicó el viejo.

—Tú eres el que se apareció en mi sueño, el que me guió hasta el anillo…

—Sí.

—Tú eres Shenmen… pero… ¿Cómo es posible que estés aquí en carne y hueso?

—Este cuerpo es solo un aspecto, Liam, no te dejes confundir por las apariencias.

—No lo entiendo. Me guiaste al anillo, pero luego me traicionaste y le informaste a mi tío que yo lo tenía en mi poder.

—Necesitaba que se hiciera el ritual con el anillo como parte de él.

—Pero acabas de interrumpir el ritual, evitaste que lastimara a Lug, lo sanaste, y ahora…— se volvió hacia Lug, profundamente dormido sobre el altar—. ¿Qué le hiciste ahora?

—Lo dormí para que no interfiera.

—¿Interferir con qué? ¿Qué es lo que vas a hacer?

—Seguir con el ritual, pero con unas variantes importantes.

—¿Vas a obligarme a participar?

—No, Liam, desde este momento estás fuera de este asunto.

—A mi tío no le va a gustar eso.

—No te preocupes por él, no permitiré que te siga usando. Ahora escúchame bien, quiero que tomes la mano de Lug. Ahora, hazlo.

Liam lo hizo.

—He puesto una protección sobre él y se extenderá hacia ti si sostienes su mano. No debes soltar esa mano por nada del mundo, ¿comprendes?

—Comprendo.

—Pase lo que pase, Liam, no la sueltes.

—Pase lo que pase, comprendo— asintió Liam.

—Muy bien— asintió Lyanna, satisfecha—. Dame el anillo.

Él se lo dio.

—¿Y ahora qué?­— preguntó Liam.

—Ahora, como dicen en tu mundo, es hora de continuar con el show.

Lyanna hizo un gesto con sus manos y disolvió la burbuja temporal. Los arcanos cánticos volvieron a escucharse en el bosque nocturno. Lyanna, con el aspecto del monje chino, avanzó unos pasos hacia el Maestre y levantó una mano:

—Saludos, Maestre.

—What is this?— frunció el ceño el Maestre.

—¡Es Shenmen!— exclamó uno de los nueve. Eso silenció a todos los demás.

—It´s an honour— hizo una reverencia el Maestre.

—He traído las instrucciones finales para el ritual— anunció Lyanna.

—What is he saying?— preguntó Drummond, volviéndose hacia Brod MacNeal.

El otro se acercó para traducirle:

—He has brought the final instructions for the ritual.

—Good— asintió el Maestre.

—Meldek se reserva el placer de la venganza sobre su enemigo para sí mismo. Es por eso que es su intención que el Marcado sea sacrificado después de su venida a este mundo y no antes. Él desea que la muerte del Marcado esté en sus manos. También es su voluntad instituir la Marca en su nuevo servidor, él mismo.

Brod tradujo en el oído de Drummond. El Maestre le susurró algo como respuesta y Brod lo planteó en voz alta:

—Pero, ilustre Shenmen, es necesario que el Marcado sintonice el Sello.

—Para eso estoy yo aquí esta noche, para reemplazar al Marcado en su función, traer a Meldek en medio de nosotros, que él se asegure de que el Marcado renegado desaparezca de la existencia y el nuevo Marcado entre a su servicio con absoluta lealtad. ¡Traigan el Sello!

Brod hizo la traducción, y el Maestre dio las órdenes para que trajeran el Sello. En breves momentos, la caja de madera estuvo a los pies de Lyanna. Ella abrió la tapa con cuidado y apoyó la mano sobre el Sello. Los miembros de la Hermandad observaron asombrados que el monje chino no parecía perturbado en absoluto por lo que debía ser una quemadura de tercer grado en su mano.

—Muy bien, señores, llegó la hora de la verdad— anunció Lyanna.

Los hermanos empezaron a cantar.

—No— los detuvo Lyanna—, esta parte se hará en absoluto silencio— ordenó.

Todos obedecieron, cerrando la boca.

—¿Están dispuestos a entrar al servicio de Meldek, a ayudar a su materialización, a ofrecer lo que Meldek necesite?— les preguntó Lyanna con voz estentórea.

Todos asintieron.

—Demuestren su consentimiento poniéndose de rodillas.

Los nueve se arrodillaron, formando un perfecto círculo alrededor de Lyanna y el Sello. De inmediato, entraron en un trance profundo, sus mentes y sus cuerpos entregados sin resistencia a los eventos que iban a suceder.




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