El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Lug - CAPÍTULO 99

Liam apretó más la mano del dormido Lug al ver los tentáculos negros de Meldek absorbiendo la energía vital de los nueve enmascarados. Vio con horror cómo los cuerpos se secaban y se achicharraban hasta que solo quedaron esqueletos con la piel pegada a los huesos, como momias milenarias disecadas con los rostros retorcidos en agonía, las bocas abiertas en gritos silenciosos que nunca pudieron escapar. Los tentáculos comenzaron a brillar con una luz azulada y luego verdosa, engrosándose, haciéndose cada vez más luminosos hasta llegar a resultar tan cegadores que Liam tuvo que protegerse los ojos con su mano libre.

Pero eso no era suficiente, Meldek necesitaba más. Los cuerpos de los nueve comenzaron a calentarse y a resplandecer hasta que explotaron en vivas llamas de combustión espontánea, consumiéndose y entregando a Meldek la energía de su piel reseca, de sus huesos, de la totalidad de su biología. Cuando no quedó más que escasas cenizas de los nueve, Meldek, formó un torbellino de luz, disfrutando su libertad, regodeándose en la espantosa muerte de los nueve que neciamente habían pretendido ser sus servidores. Sí, le habían servido, le habían servido bien.

Lyanna, incólume y erguida en medio de la masacre, con una mano aun apoyada en el Sello, extendió la otra con la palma hacia arriba, ofreciendo el anillo:

—Ven a tu vehículo— invitó a Meldek.

La tremenda luz giró y formó un embudo, la punta del cual comenzó lentamente a penetrar la Perla del anillo. Lyanna sintió la enorme fuerza que la azotaba, pero logró mantenerse de pie en su apariencia de monje chino, resistiendo el embate de la poderosa energía. Todo su cuerpo se iluminó con la refulgente luz, como si aquel imparable torbellino la envolviera y estuviera a punto de engullirla.

Liam quería mirar, pero era imposible resistir la luminosidad. Cerró los ojos y apartó la cabeza, temiendo por un momento que todo el bosque explotara en mil pedazos. Todo el lugar comenzó a vibrar, como sacudido por un fuerte terremoto, y un viento impetuoso hizo volar tierra y hojas sueltas alrededor de las ruinas. Liam se inclinó y cubrió el cuerpo de Lug con el suyo para protegerlo y se tapó la cabeza con el brazo que no sostenía la mano de Lug.

Después de varios interminables minutos, el viento comenzó a ceder y la tierra dejó de temblar. La calma había retornado al bosque. Pasaron varios minutos más hasta que Liam se atrevió a abrir los ojos. Lenta y tentativamente, levantó la cabeza y la volvió hacia el Sello. Allí estaba, todavía refulgente, intacto. A su lado, había un cuerpo pequeño, acostado sobre la hierba. Alrededor, solo nueve círculos negros de tierra quemada evidenciaban que allí habían estado los nueve enmascarados, de rodillas ante su dios Meldek.

Sin atreverse todavía a soltar la mano de Lug, Liam se limpió el rostro de tierra y hojas con la mano libre. Pestañeó varias veces para poder ver mejor y entrecerró los ojos para enfocar al cuerpo que yacía junto al Sello. Sus ojos se abrieron asombrados al ver que era una niña. ¿Qué había sido de Shenmen? ¿Y de dónde había salido esta niña? Liam no entendía nada, pero pensó que tal vez la niña que yacía inconsciente necesitaba ayuda.

—¡Lug!— lo sacudió Liam del hombro—. ¡Lug, despierta!

Después de zarandearlo bastante, Lug por fin reaccionó.

—¿Qué pasó?— inquirió, refregándose los ojos.

—Creo que todo terminó— le dijo Liam, soltándole por fin la mano—. Pero hay una niña, creo que está desmayada. No puedo ver bien desde aquí.

Ante esas palabras, Lug se despabiló del todo, se levantó del altar, saltó al suelo y salió corriendo hacia la niña. Liam lo siguió.

—¡Ly!— le acarició el cabello Lug, llamándola con insistencia— ¡Ly! ¿Estás bien? ¡Ly!

Lyanna abrió los ojos y sonrió:

—Estoy bien, papá.

Lug amagó a abrazarla, pero se contuvo para no manchar su vestido blanco con la sangre chorreada en su desnudo cuerpo. Lug miró en derredor y vio los nueve círculos quemados:

—¿Qué pasó?

—Meldek los consumió— dijo Liam—, los asesinó, a mi padre, a mi tío, a todos.

—Lo siento, Liam— dijo Lug.

—Tú me lo dijiste— le respondió Liam—, me dijiste que tu sacrificio no era suficiente, que necesitaría más víctimas para materializarse. El maldito tenía planeado matarlos a todos desde el principio.

—Sí— concordó Lug.

—Ellos se entregaron a él— dijo Lyanna—. Estas entidades no pueden tocarte si no das tu consentimiento. Ellos se lo dieron, se arrodillaron ante él y les cedieron su poder para que él hiciera con ellos lo que quisiera y él lo hizo.

—Igualmente es asesinato— dijo Liam y luego suspiró: —Tal vez se hizo justicia. Pagaron por todos sus crímenes— razonó.

—Tal vez— acordó Lug.




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