El Sello de Poder - Libro 5 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Otra vez Liam - CAPÍTULO 107

Liam pegó otro furioso puñetazo en la puerta de su oscura celda en los túneles bajo la escuela. Llevaba ya tres días encerrado allí. Seis meses en el Círculo, solo seis meses y había logrado meterse en serios problemas. Aquí no tenía la excusa de las drogas, el alcohol o la presión de la Hermandad. Tampoco contaba con la influencia de su familia para que lo sacara mágicamente de sus problemas. Lo peor de todo, lo que lo tenía descorazonado y confundido, era que esta vez, por primera vez, lo que había hecho lo había perpetrado creyendo que era lo correcto. Su encarcelamiento le parecía injusto, y comenzaba a pensar que nunca podría encajar realmente en ningún mundo sin entrar en conflicto con sus reglas tarde o temprano.

Escuchó pasos acercándose por el túnel y dejó sus penosas elucubraciones por un momento.

—Ábrela— escuchó la voz dura de Govannon.

Alguien metió una llave de hierro en la vieja puerta de la celda y tironeó hacia afuera con fuerza. Liam se protegió los ojos de la cegadora luz de la antorcha que entró de repente en su celda al abrirse la puerta.

—¡Afuera! ¡Vamos!— le ordenó Govannon.

Liam se puso de pie con dificultad, su cuerpo estaba entumecido, y la humedad de los túneles lo había calado hasta los huesos, provocando dolor en sus articulaciones. El portador de la antorcha extendió una mano y lo ayudó a salir hacia el túnel. Liam reconoció a Julián, uno de los encargados de seguridad y amigo de Llewelyn.

—Manos— dijo Govannon.

Liam extendió sus manos juntas al frente y Govannon le puso los grilletes unidos con una cadena corta. Luego encadenó también sus tobillos entre sí, separados con una cadena de unos treinta centímetros.

—Vamos— lo tomó Govannon del brazo.

Liam comenzó a caminar con pasos cortos y tortuosos, tratando de no tropezarse con la cadena. Varias veces estuvo a punto de caer, pero Govannon lo sostuvo con fuerza del brazo, ayudándolo a recobrar el equilibrio.

—¿A dónde vamos?— preguntó Liam con aprensión.

—El director quiere verte— le respondió Govannon.

—¿Ya decidió qué va a hacer conmigo?— quiso saber Liam.

—Formó un Concejo para decidir sobre tu caso. Lo que hiciste no tiene precedentes en esta escuela.

—¿Quiénes están en ese Concejo? ¿Lyanna?— preguntó Liam, esperanzado.

—Lyanna no está en el Círculo y tampoco Augusto. Su intercesión no te salvará esta vez— le dijo Govannon con dureza.

Liam tragó saliva y siguió caminando por el túnel, guiado por la luz de la antorcha que Julián llevaba adelante y la mano de Govannon firme en su brazo.

—Todavía no puedo creer que hayas manipulado a Rory para que aceptara tomar parte en tu plan— gruñó Govannon más para sí que para Liam.

—No lo forcé a nada— se escudó Liam.

—Guarda tus explicaciones para el Concejo, es a ellos a quienes debes dar cuenta de tus acciones.

Liam guardó silencio durante el resto del camino por los túneles. Al llegar a la escalera que subía hasta la planta baja de la escuela, tuvo que ser ayudado por Govannon de un lado y por Julián del otro, quienes prácticamente lo llevaron en andas, subiéndolo por los estrechos y resbaladizos escalones. Al llegar a la amplia galería del palacio, Julián apagó la antorcha, innecesaria en aquel lugar iluminado por la luz del sol que entraba por los grandes ventanales, y la dejó en un soporte de hierro junto a la puerta secreta que llevaba a los túneles. De allí en más, el trayecto fue más fácil. Liam fue conducido por el interior del palacio hasta el salón azul. Agradeció internamente que no lo sometieran a la humillación de ser arrastrado en cadenas por los jardines, frente a todos los estudiantes. Al parecer, hasta el momento, su crimen había sido mantenido en secreto hasta que la escuela decidiera qué acciones tomar para subsanar el daño.

Govannon y Julián introdujeron a Liam en el salón azul, indicándole que debía permanecer de pie en el centro, frente al alargado escritorio detrás del cual estaban sentados los miembros del Concejo. Liam reconoció a Alaris en el centro. A su derecha estaba sentado Llewelyn y a su izquierda estaba Humberto. Govannon tomó su lugar junto a Llewelyn, y Julián se quedó parado junto a Liam, haciendo guardia. Liam notó que una mujer pelirroja desconocida, sentada junto a Humberto, lo examinaba con detenimiento. Todos lo observaron en silencio, con los rostros serios e inescrutables.

Liam trató de ocultar lo intimidado que se sentía ante aquellos jueces que decidirían su destino. Respiró hondo, y con el tono más firme que pudo lograr en aquellas circunstancias dijo:

—Quiero un abogado. Es mi derecho.

—Tal vez sea necesario que clarifiquemos algunas cosas sobre tu situación, Liam— habló Humberto—. Primero: tus derechos han sido revocados hasta tanto este Concejo tome una decisión sobre tu futuro en esta escuela y en el Círculo. Segundo: nadie va a hablar por ti en este juicio. Tú eres el que debe tomar la responsabilidad de tus actos y enfrentar las consecuencias, así que no habrá abogados ni representantes en tu nombre. Tercero…




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