El Sello: El Despertar del Orden

Capítulo 6: Un despertar oscuro

Año 9.582 N.E.

Muy temprano, en una mañana silenciosa, caía una suave pero densa lluvia que llenaba las calles de Jingey. Solo se podía escuchar el repiqueteo del agua en los tejados y el susurro de las gotas sobre la hierba y las hojas de los cuidados jardines que adornaban el complejo residencial. En una habitación grande y moderna, de paredes blancas y decoración minimalista —estanterías negras, macetas de cristal con bambúes—, Alice yacía acurrucada en un rincón de la cama, despierta pero inmóvil, sumida en sus pensamientos.

Le era imposible no darle vueltas a la situación. "¿Cómo puede hacer esto? ¿Dañar a su propio pueblo? No puede ser la misma persona que conocí... ¿Qué lo hizo cambiar tanto? ¿Cómo puede ser tan cruel?". Se torturaba con preguntas sin respuesta mientras, al mismo tiempo, su mente analítica empezaba a esbozar planes de escape, formas de rescatar a su familia.

***

Mientras tanto, en la mansión Adanahël, residencia oficial del Gobernador, por un largo pasillo de mármol blanco, flanqueado por obras de arte iluminadas tenuemente, se llegaba a la habitación donde Ëadrail descansaba. Aunque su cuerpo yacía inmóvil en la gran cama de madera oscura, su mente estaba atrapada en una tormenta.

Un pasado presente en el futuro...

—¡NO! ¡Padre, NO! ¿Qué pasa? ¡Papá! ¡No quiero irme! —gritaba el pequeño Ëadrail, con apenas ocho años, mientras Njord lo sujetaba firmemente, alejándolo del caos del salón.

—¡Suéltame! ¿Por qué me llevas? ¡Mis padres están allí! ¿Quiénes son esos soldados? ¡Quieren matar a mis padres! —gritaba desesperado—. ¡Bájame, Njord! ¡Quiero estar con ellos! ¡Soy el hijo del Gobernador! ¡PAPÁ! ¡MAMÁ!

Todo se volvió oscuro... Luego, la luz regresó, distorsionada. Ya no era un niño. Era un adolescente, quizás de quince años, empapado por la lluvia en un campo de entrenamiento embarrado.

Un golpe brutal le llegó al abdomen, seguido de otro al rostro que lo envió de bruces al lodo. Se levantó con esfuerzo, la rabia nublando su visión, y corrió hacia su oponente. Pero este, Njord de nuevo, lo detuvo sin esfuerzo, tomándolo por el cuello y lanzándolo por los aires antes de conectar una patada brutal en sus costillas justo antes de que tocara el suelo. Quedó tendido, sin aliento, golpeado, derrotado.

—Levántate, Ëadrail —la voz de Njord era dura, implacable—. Ya no eres un bebé llorón. Ya no eres el niño de papá y mamá. Este sistema corrupto, este mundo débil, te los robó.

Con un esfuerzo sobrehumano, sintiendo la sangre gotear desde su labio partido, Ëadrail se puso en pie. El dolor físico era intenso, pero palidecía ante la herida reabierta: el sistema que sus padres defendieron les había costado la vida.

Su visión se oscureció otra vez... De repente, estaba de nuevo en el gran salón de la masacre.

—¡Noooooo! ¡Papáaa! ¡Mamáaa! —gritó con angustia, viendo los cuerpos sin vida de sus padres en el suelo, rodeados por los soldados de la facción que ahora lo controlaba a él.

Los ojos vidriosos de sus padres parecían mirarlo, tratando de decirle algo... Se limpió las lágrimas con furia y, al abrir los ojos de nuevo, estaba en un gran estudio lleno de libros antiguos, sentado frente a Avâra, su otro tutor, quien le instruía en estrategia y gobierno.

—Debes recordar siempre, Ëadrail: el sacrificio de unos pocos por la salvación de muchos a menudo es necesario. A veces, debes hacer creer al enemigo que vuestra única salida es aliaros contra una amenaza mayor... una que tú mismo controlas —decía Avâra, su voz fría y calculadora.

—Pero Avâra... no quiero matar inocentes —replicaba el joven Ëadrail, la confusión y el dolor aún presentes—. Odio este sistema, sí. Quiero cambiarlo. Quiero descubrir quién mató realmente a mis padres y por qué. —Se secó una lágrima furtiva.

—Sigues sin entender, muchacho —intervenía la voz áspera de Njord desde las sombras—. El cambio real, un mundo ideal según tus términos, nunca se logra sin sangre y muerte. Debes ser fuerte. Duro. Desconfiado. Arranca esa sensibilidad de raíz si quieres lograr lo que anhelas.

Las figuras de Njord y Avâra empezaron a oscurecerse, a deformarse, volviéndose monstruosas. Todo se volvió negro. Y entonces, frente a él, aparecieron las figuras luminosas pero tristes de sus padres. Detrás de ellos, las siluetas oscuras de sus "consejeros".

—No debes dejar que vuelva a ocurrir, hijo —decía la figura de su padre, su voz llena de sufrimiento—. Tienes que detenerlo... no lo dejes vencer. Tú eres...

Pero las figuras oscuras interrumpieron, arrastrando a sus padres lejos, hacia la negrura.

—Tú sabes bien lo que debes hacer —resonó una voz profunda, como venida de ultratumba—. Sabes para qué naciste. Eres el rey de reyes. Cumple tu destino.

En el fondo de esa oscuridad, cuatro siluetas tenues empezaron a brillar: tres hombres y una mujer.

—No es el momento —dijo una voz serena, quizás femenina, proveniente de una de las figuras—. Sabrás cuándo es... cuando aquel que provocó muerte reciba su merecido y regrese a donde pertenece.

Pero antes de que pudiera entender más, un ser terrible, una presencia opresora y oscura que le resultaba dolorosamente familiar aunque no pudiera nombrarla, opacó todo. Tomó a Ëadrail por los brazos, su tacto helado quemando.

—Eres mío —siseó la voz—. Siempre será así. No tienes salida. Cumple tu destino, rey de reyes.

***

Ëadrail se despertó con un grito ahogado, el corazón latiéndole con violencia, bañado en sudor frío. No entendía esos sueños recurrentes, esas visiones fragmentadas y contradictorias. No quería contárselos a Njord; la última vez que lo hizo, su tutor lo reprendió, llamándolo débil.

"¿Qué significan? ¿Por qué ahora, con más frecuencia? ¿Realmente es debilidad sentir... esto?", se preguntó, tratando de calmar su respiración.

Un suave golpe sonó en la puerta. "Toc, toc".



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En el texto hay: ficcion, epico, evolución

Editado: 24.05.2025

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