Principios de 9.583 N.E.
Habían transcurrido dos semanas desde el violento enfrentamiento en el gimnasio. Ëadrail aún no lograba comprender del todo la naturaleza del poder que Alice había desatado; él mismo se sentía todavía con una persistente debilidad residual. Azacell, por su parte, continuaba en el centro de salud del complejo, donde Alice, paradójicamente, la visitaba interdiario para realizarle estudios y monitorizar su lenta recuperación.
—Debes reponerte. Estás muy distraído y te veo débil —comentó Njord, observando a Ëadrail con su característica ceja levantada y una mirada de clara desaprobación.
—Tranquilo, Njord. Sé lo que hago —respondió Ëadrail sin apartar la vista de los informes sobre la fallida misión en Desaltaqs—. No negaré que me siento algo mermado. En este momento, para ser honesto, no me gustaría enfrentarme a nadie en combate.
—Bueno, te daré unos días más —intervino Avâra—. Pero recuerda que debemos retomar el entrenamiento. Nunca se sabe cuándo podemos entrar en un conflicto real, y es bueno que tus soldados te vean en acción de vez en cuando.
—Jum. Recuerden que sigo siendo muy fuerte. No deberían subestimarme —replicó Ëadrail con un atisbo de su habitual soberbia.
Avâra sonrió levemente al ver la expresión de fastidio en el rostro de Njord ante el comentario de Ëadrail. —Comandante, deje que el Gobernador se exprese. Volvamos a lo que nos incumbe: el maestro Sagga y sus alumnos.
—¿Qué sabes al respecto? —preguntó Njord bruscamente.
—Resulta que los alumnos son hermanos —informó Ëadrail, aún concentrado en los papeles—. Y al parecer, son hijos de un político exiliado de Tempat Lahir.
—Son pocos, casi nulos, los políticos que lograron salir de Tempat Lahir con vida después de la purga. Tu homólogo allí hizo un buen trabajo neutralizándolos hace tiempo —comentó Njord.
—Sí, efectivamente —corroboró Avâra—. Sin embargo, recuerdo un caso, aunque no el nombre. Un político que escapó con su familia; tenía dos hijos varones.
—¿Qué más sabes, Avâra? Continúa —pidió Ëadrail, esta vez levantando la vista, su interés picado.
—De lo poco que se rumoreó, era imposible que escaparan. Pero aparecieron unos guerreros desconocidos, de élite, y sometieron a las fuerzas que les cortaban el paso. Sería demasiada coincidencia que esos alumnos de Sagga fueran los mismos hermanos —respondió Avâra, cerrando los ojos como si intentara recordar detalles olvidados.
—Saben muy bien que no creo en las casualidades —dijo Ëadrail con tono cortante—. Para mí, solo importan los hechos. Y por el momento, no sabemos el nombre de ese político exiliado, ni los nombres de los hermanos que ahora son alumnos de Sagga.
Ëadrail estaba visiblemente molesto por la falta de información y el no tener el control sobre este asunto. Algo en su interior, una intuición casi preternatural, le indicaba que esos hermanos eran importantes, peligrosos. No los conocía, ni siquiera los había visto, pero podía casi visualizarlos: uno unos diez centímetros más alto que el otro, más corpulento; el otro, de alrededor de un metro ochenta y unos noventa y cinco kilos de músculo ágil. Le pareció extraño saber esos detalles, como si una memoria ajena susurrara en su mente, y esto le causaba más inquietud que simple curiosidad.
—Mi Lord, no tiene por qué molestarse. Todos aquí compartimos sus objetivos y trabajamos para lograrlos —intentó apaciguar Avâra.
—Debemos estar atentos en varios flancos, mi Lord —intervino Njord, cambiando de tema—. Cawdor está enviando una comitiva, ordenada por el Consejo Mundial, para verificar lo que está ocurriendo aquí en Neipoy.
—Sí, estaba al tanto —respondió Ëadrail con calma—. Pero no se preocupen por eso. Hemos hecho todo de la forma más legal posible, al menos en apariencia. Ante el resto de los países, solo estamos conformando un ejército de liberación, similar al de Cawdor, y para eso necesitamos maestros y estrategas. El pretexto es sólido.
—El Coronel Aedius Vaisman es quien lidera la comitiva, mi Lord —informó Njord.
—Como dije, eso no me preocupa por ahora. Continuemos con lo otro: estos hermanos tomaron una embarcación hacia Isla Patmus.
—¿Isla Patmus? —repitió Njord, extrañado—. Pero... ¿qué buscan allá? ¿Unas vacaciones?
—Siempre he tenido mis sospechas sobre esa isla, mi Lord —dijo Avâra en voz baja.
—¿Sospechas? ¿A qué te refieres? —inquirió Ëadrail, frunciendo el ceño.
—Esa isla y sus monarcas... son demasiado pasivos, demasiado neutrales para mi gusto. Y sin embargo, muchos guerreros destacados a nivel mundial han tenido sus orígenes o alguna conexión con esa isla. El propio Coronel Aedius inició su carrera allí. Hasta donde sé, el ejército de Isla Patmus nunca ha entrado en un conflicto importante, pero la gente que sale de allí a menudo termina ocupando cargos de gran influencia en otros países.
—¿Crees que en esa isla se oculta esa... Hermandad... que podría interferir con nuestros planes? —preguntó Ëadrail, la conexión formándose en su mente.
—Sí. O algo más. La verdad, no estoy seguro de qué secretos pueda albergar ese lugar —respondió Avâra.
—Entonces, ¡debemos enviar un regimiento allí y acabar con lo que haya que acabar! —gruñó Njord, apretando los puños.
—No, Comandante, no podemos —lo frenó Ëadrail—. No hay forma de justificar una acción militar contra Isla Patmus ahora mismo. Eso nos pondría directamente en la mira del Consejo Mundial y, peor aún, de Cawdor. Y en este momento, no somos rivales para Cawdor. Apenas podríamos defendernos. Otros países se les unirían, y cualquier enfrentamiento sería un suicidio.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Njord, frustrado.
—Veré la manera de enviar a un civil leal a la isla —propuso Avâra—. Que investigue discretamente, que intente encontrar a algún descontento, alguien que nos pueda proporcionar información desde dentro.
—Me parece una excelente idea, Avâra. Proceda. Manténganos informados de todo. Si hay alguien allí que no esté feliz con la situación, debemos traerlo y averiguar qué sabe —ordenó Ëadrail.
Editado: 24.05.2025