Pocas semanas después de la llegada de los hermanos a la Hermandad, Año 9.582 N.E.
—Veo que los nuevos han aprobado todas tus pruebas iniciales casi sin problemas —comentó Ron, observando a los hermanos Patmus entrenar en uno de los patios del castillo. Había pasado una semana desde su llegada.
—Sí, no es para menos. Fueron entrenados por Sagga —respondió Markethe, apoyado en una columna cercana.
—Disculpa, ¿el mismo maestro Sagga que te rechazó en su momento? —inquirió Ron con una sonrisa apenas disimulada.
—Sí, ese mismo. Y ya deja el tema, sé por dónde vienes —espetó Markethe, rodando los ojos.
—Tranquilo, yo solo hacía la salvedad de que al gran maestro de combate Markethe lo habían rechazado alguna vez —dijo Ron con clara ironía, su sonrisa ensanchándose.
—Recuerda que yo era mucho más joven que ellos cuando fui a verlo —Markethe hizo una breve pausa, mirando al techo como si recordara—. Ah, no, espera... no lo puedes recordar, porque en ese momento me habías dejado solo para seguir tu propio y oscuro camino...
—Está bien, ya no juego. No me gustó este juego —respondió Ron, su expresión volviéndose sombría de repente.
—¿Algún día me contarás qué hiciste realmente? ¿Cómo llegaste a causar tanta des...? —empezó a preguntar Markethe, pero Ron lo interrumpió.
—Ya para con esas preguntas. Son cosas que no quiero olvidar, precisamente para no volver a hacerlas jamás. Pero no son para estar conversándolas y mucho menos contigo —respondió Ron, su tono cortante y definitivo.
—Mmm, ok. Lo siento —dijo Markethe, colocando una mano comprensiva en el hombro de Ron.
—Aparte, no creo que tengas estómago para escucharlas —añadió Ron con una media sonrisa amarga.
—Después de encontrarte como te encontré aquella vez... cubierto de mugre y sangre, con una mirada que no era la tuya, como si fueras otra criatura... ¿qué puede ser peor que eso? —inquirió Markethe con genuina curiosidad.
—Créeme cuando te digo que sí, hay cosas peores. Cambiando de tema, ¿qué sabes de tío Kandros?
—Está bien. Aún no ha parado con sus averiguaciones. Quiere reunir evidencias sólidas de las maquinaciones de Neipoy para poder convocar al Consejo Mundial y liderar un ataque contra ellos con el apoyo de Cawdor —respondió Markethe.
—Eso espero. Ojalá el Maestro Supremo nos permitiera intervenir directamente... pero bueno, eso no pasará. No podemos exponer a la Hermandad innecesariamente. Cuéntame más de tus nuevos reclutas.
—Bueno, ¿te conté que yo me topé con ellos hace unos años?
—No. ¿Cómo que te topaste con ellos?
—Sí, hará unos veinticuatro años, durante una misión en el Epiro del Oeste. En Fara, para ser exactos. Me tropecé literalmente con ellos en el mercado. Eran apenas unos niños.
—¿Y por qué recuerdas eso con tanto detalle? Tropiezas con mucha gente.
—Es que... la verdad, algo en ellos me impresionó entonces. No sabría decirte qué exactamente, pero tienen algo especial. En aquel momento pensé que me gustaría tener tiempo para entrenarlos, sobre todo a Mizarth, el menor.
—Mmm, ya veo. ¿Sí sabes que hace muchos siglos que la pedofilia fue erradicada de nuestro ADN gracias a la ingeniería genética, verdad? —comentó Ron con una sonrisa maliciosa.
—¡Sabes que no me refiero a eso, idiota! —replicó Markethe, dándole un empujón—. Deberías venir conmigo. Los voy a llevar al templo; es su primera visita oficial antes de su primera misión. Así podrás comprobar por ti mismo lo que te digo.
—Está bien, iré contigo. Mientras vamos, seguimos conversando.
Ron y Markethe partieron al encuentro de los hermanos en el gran salón de entrenamiento, una estructura circular que recordaba a un antiguo coliseo, pasando por el patio principal. Allí también se celebraba, cada cuatro años, un torneo de luchas abierto a todos los guerreros de la Hermandad, un evento que Markethe había ganado en dos ocasiones. Ron, a pesar de las insistencias, nunca había querido participar, temiendo quizás lo que su poder descontrolado podría hacer en un entorno así.
—Bien, ¿qué es lo que te impresiona tanto de ellos? —preguntó Ron mientras caminaban.
—Mizarth es sumamente veloz y ágil. Cuando aplica su camuflaje, es casi imperceptible. Alcorth, por otro lado, es una fuerza de la naturaleza; creo que incluso más fuerte que mi padre en sus mejores tiempos —explicó Markethe.
—Cuando dices "casi imperceptible", ¿a qué te refieres? ¿Tú tienes problemas para encontrarlo? —inquirió Ron, arqueando una ceja.
—En ocasiones, sí. Para ser honesto, creo que si me descuido, podría llegar hasta mí sin que lo note.
Siguieron conversando hasta que llegaron al salón de combate. Los hermanos practicaban un complejo ejercicio de movimientos coordinados.
—¿Te importa si les hago yo una pequeña prueba? —preguntó Ron de repente.
—¿Tú? ¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —inquirió Markethe, extrañado por el súbito interés de Ron.
—Sí. La verdad es que... siento algo especial en ellos. Una resonancia —respondió Ron, su mirada fija en los jóvenes.
Markethe se encogió de hombros. —Adelante. Pero no te extralimites. Recuerda que son novatos en la Hermandad.
Ron asintió y, sin previo aviso, exclamó: —¡URU!
Una oleada de calor abrasador surgió de él, dirigiéndose hacia Mizarth. Este, sin embargo, reaccionó con una velocidad increíble, saltando hacia atrás y hacia un lado, el fuego lamiendo el lugar donde había estado un instante antes. Mientras tanto, Alcorth, anticipando que el ataque podría desviarse hacia él, se preparó, plantando su espada montante frente a sí como si fuera un escudo.
—Solo había visto a mi padre hacer eso con la montante... Increíble que este muchacho pueda resistir la onda de choque y el calor así —murmuró Markethe, impresionado.
Ron seguía concentrado, sin dejar de escuchar a su amigo.
—¡TERRUERIT! —Esta vez, una onda de puro terror psíquico se dirigió hacia Mizarth, que ya se lanzaba al ataque. La técnica lo frenó un instante, una vacilación visible, pero inmediatamente siguió avanzando. Ron, al percatarse de su resistencia, encendió en llamas el aire a su alrededor justo cuando Mizarth entraba en su rango de alcance, obligándolo a retroceder con quemaduras leves y visiblemente afectado en su energía. Todo esto, sin dejar de presionar a Alcorth con oleadas de calor.
Editado: 24.05.2025