Inicios de 9.584 N.E.
Seis meses habían transcurrido desde la aterradora manifestación del poder de Alice y su posterior captura definitiva. Se había adaptado, con una estoica resignación, a la vida que Ëadrail le había impuesto. Los recuerdos de sus amigos, masacrados injustificadamente, a menudo la asaltaban, provocando lágrimas silenciosas en la soledad de su laboratorio o su habitación. Pero la necesidad de proteger a su madre y a su hermano –el ancla que le quedaba en un mundo que se había vuelto hostil– la impulsaba a seguir adelante con la siniestra tarea encomendada.
Ëadrail, por su lado, continuaba moviendo los hilos de sus vastos planes, compartiendo solo la información estrictamente necesaria con sus subordinados. Para ese momento, varios contingentes que había enviado a países aliados en busca de maestros de combate y estrategas habían regresado, la mayoría con éxito. Sin embargo, la expedición a Desaltaqs había sido un desastre; el contingente prácticamente exterminado, dejando un claro mensaje de desafío por parte del maestro Sagga y, lo más preocupante, de dos alumnos desconocidos pero formidablemente poderosos.
***
En la Hermandad Adelfuns, la noticia del enfrentamiento en Misbac y la naturaleza de las criaturas había causado una profunda conmoción. Mizarth y Alcorth, aún procesando la revelación sobre la posible existencia de los Nephilim –seres que para ellos pertenecían al reino del mito y la leyenda inverosímil–, se encontraban ahora inmersos en las investigaciones ordenadas por el Gran Maestro.
En una región remota y boscosa del Epiro del Norte, cerca de donde se había reportado otro incidente similar al de Misbac aunque de menor escala, Mizarth se movía con el sigilo de una sombra entre los árboles calcinados. Alcorth lo seguía a una distancia prudencial, su imponente figura sorprendentemente silenciosa mientras examinaba el terreno con atención.
—No hay rastros convencionales, hermano —susurró Mizarth, agachándose para examinar una extraña sustancia vítrea en el suelo—. Es como si la tierra misma hubiera sido corrompida. La energía aquí se siente... muerta.
—Lo mismo que en Misbac —confirmó Alcorth, su mano en la empuñadura de su montante—. Pero aquí hay algo más. Mira esto. —Señaló unas marcas profundas en un tronco carbonizado, como si garras inmensas lo hubieran desgarrado.
—Estas marcas son enormes. Las criaturas de Misbac eran peligrosas, pero no de este tamaño —observó Mizarth, su rostro grave—. Parece que estamos lidiando con diferentes tipos de... creaciones Nephilim. O quizás, algo que las controla.
De repente, un leve crujido de ramas a sus espaldas los puso en alerta. Se giraron al instante, armas en mano, solo para encontrar a Markethe emergiendo de entre la maleza.
—Buen trabajo detectando mi aproximación, aunque tardaron un poco más de lo que me gustaría —comentó Markethe con una media sonrisa—. ¿Algún hallazgo?
—La corrupción energética es similar a Misbac, Maestro —informó Mizarth—. Pero las evidencias de destrucción física sugieren un tipo de entidad mucho más grande y poderosa. No hemos encontrado supervivientes, solo... esto.
Markethe examinó las marcas. —Esto se está extendiendo más rápido de lo que pensábamos. El Gran Maestro estará complacido con vuestra diligencia, pero no con las noticias. Debemos regresar. La información de cada equipo es crucial.
De vuelta en Isla Patmus, la atmósfera en la Hermandad era de una tensa preparación.
—¿De verdad crees que puedan ser los Nephilim? —preguntó Ron a Markethe en uno de los salones de estrategia, mientras revisaban los informes preliminares.
—Sí, Ron. Cada vez estoy más convencido. El patrón de corrupción energética, la naturaleza de estas... abominaciones. Todo apunta a ellos. Las leyendas sobre sus creaciones coinciden demasiado.
—Pero recuerda que los avances en bioingeniería y manipulación energética son asombrosos. Podría ser un nuevo tipo de arma biológica descontrolada, obra de algún científico loco —comentó Ron.
—Es cierto, Ron —intervino la voz serena del Maestro Supremo—. Pero recordemos el propósito fundamental de los Adelfuns: combatir a los Nephilim y su influencia. No podemos descartarlo.
—Maestro, ¿usted cree que han decidido salir a la luz? —inquirió Miachyv.
—Miachyv, es hora de intensificar nuestros preparativos —precisó el Maestro Supremo—. Si los Nephilim realmente se están moviendo, debemos estar listos. Ron, Miachyv, aceleren el desarrollo de esos dos nuevos guerreros. Y necesito que todos aprendan a defenderse de tus ataques, Ron.
En ese momento, la Hermandad Adelfuns entró en un estado de alerta máxima. Las noticias de las investigaciones, como la de los Patmus, pintaban un cuadro preocupante.
(Fin de la Nueva Escena)
Cuando los hermanos regresaron de su misión de reconocimiento, el Gran Maestro y los consejeros ya los esperaban en el salón de guerra. Tras revisar sus video-recuerdos y escuchar su informe, el silencio fue roto por Ron.
—Definitivamente. Esas criaturas, estas nuevas marcas... tienen todas las características de las creaciones más potentes de los Nephilim.
La discusión continuó, decidiéndose priorizar la investigación y la preparación interna antes de cualquier acción ofensiva directa.
Días después, la rutina de entrenamiento intensivo se había reanudado. Valkano, aunque no siempre participaba directamente en las sesiones de combate de los hermanos, a menudo los observaba desde la distancia, su enorme Lionpard, Ringo, descansando a sus pies. Una tarde, mientras Alcorth practicaba con pesas que harían palidecer a un buey, y Mizarth meditaba para controlar el flujo de su ANIMAURI, Valkano se acercó a este último.
—Pareces preocupado, muchacho —dijo Valkano, su voz un retumbar grave. Ringo levantó la cabeza y bostezó.
Mizarth abrió los ojos. —Maestro Valkano. Sí, un poco. Todo esto de los Nephilim... y la responsabilidad de la Hermandad. Es mucho que asimilar.
Editado: 24.05.2025