Año 9.589 N.E. - En la misión de rescate en Coatepec
Los soldados de Tempat Lahir, obedeciendo la última orden de su comandante caído, avanzaron con renovada furia para acabar con los hermanos Patmus, que yacían heridos y vulnerables. Sin embargo, la situación cambió drásticamente en un instante. Flechas silbantes, imbuidas de una energía precisa, comenzaron a llover desde las alturas, derribando a varios de los soldados que intentaban alcanzar a los indefensos Alcorth y Mizarth. Era Valend, que había encontrado una posición elevada y segura, desatando su mortífera puntería. Casi simultáneamente, Quzury emergió de entre los callejones como una exhalación, su Bô girando con destreza y derribando a más enemigos, mientras Ghom irrumpía desde una de las casas destrozadas, su escudo abriéndose paso entre los asaltantes para proteger la retirada de los civiles que aún quedaban. Para sorpresa de todos, Arnolf, uno de los gemelos Zeta, descendió desde un tejado cercano, sus dos espadas cortas –unidas por una cadena flexible en los mangos, formando una especie de nunchaku de hojas– girando en un torbellino letal.
A pesar de las graves heridas de Alcorth y la rodilla fracturada de Mizarth, la intervención del resto del escuadrón y, sorprendentemente, de los gemelos Zeta, cambió el curso del combate. Farani, el otro gemelo, apareció de la nada junto a Alcorth, que luchaba por mantenerse consciente, y con una velocidad pasmosa bloqueó un golpe mortal que se dirigía hacia él.
—¡Vámonos de aquí! —ordenó el oficial de Tempat Lahir que había tomado el mando al ver la situación volverse completamente desfavorable—. ¡Se arrepentirán por esto! ¡Ellos lo pagarán caro! —Los soldados restantes se retiraron apresuradamente, llevándose a sus heridos.
***
La batalla había concluido. Aunque el objetivo principal, el disidente político, había sido asesinado por el comandante enemigo antes de la intervención de Farani, habían logrado salvar a varios otros y desmantelar esa célula de exterminio. Los hermanos Patmus, sin embargo, habían pagado un alto precio. Alcorth, con múltiples heridas y una conmoción severa, se encontraba recuperándose en la enfermería improvisada del navío de la Hermandad que los había transportado. Al despertar, horas después, encontró a Valend sentada junto a su litera, su rostro una mezcla de preocupación y alivio.
—Despertaste, mastodonte —dijo ella en voz baja, una pequeña sonrisa temblando en sus labios—. Estaba preocupada. ¿Qué le diría a Mirve si...? —Valend no pudo evitar abrazarlo con fuerza, expresando el alivio que sentía.
—Podrías haberle dicho que... se fue con otra —bromeó Mizarth con voz débil desde la litera de al lado, aunque su propia sonrisa indicaba su alegría por ver a su hermano consciente.
Alcorth, aún aturdido, intentó incorporarse. —¿Qué... qué pasó? ¿Cómo...?
—Los gemelos Zeta intervinieron. Nos salvaron el pellejo, hermano —explicó Mizarth.
Habían pasado casi tres horas desde el final del ataque. Estaban a bordo del navío de la Hermandad, anclado en una ensenada discreta en las costas de Coatepec.
—Pero... ¿no fueron ellos los culpables de la emboscada? —preguntó Alcorth, la confusión nublando su mente.
—Quítate esa "garrapata" de energía corrupta que aún tienes en el pecho —dijo Mizarth, refiriéndose a los efectos residuales de algún golpe energético enemigo—. Levántate si puedes y ven a la sala de órdenes. Debemos reorganizarnos. Los Zetas nos deben una explicación. Y creo que sé a dónde se dirigía ese comandante antes de que Farani lo... ajusticiara.
Valend ayudó a Alcorth a incorporarse. En la sala de órdenes improvisada en el navío, se reunieron con el resto del equipo: Quzury, Ghom, y los gemelos Farani y Arnolf. Alcorth, con su típica seriedad y haciendo un esfuerzo por mantenerse firme a pesar de sus heridas, se sentó en la cabecera de la mesa improvisada. Mizarth, cojeando visiblemente, ocupó el otro extremo.
—Expliquen qué ocurrió —exigió Alcorth, su voz ronca pero firme, dirigiéndose a los Zetas—. ¿Por qué no siguieron las órdenes en el pueblo?
Farani fue quien habló, su voz tranquila y mesurada, en marcado contraste con la de su hermano. —Nos desviamos al notar comportamientos sospechosos entre ciertos habitantes que no cuadraban con los informes de inteligencia. Parecían estar esperando a alguien. Decidimos ocultar nuestra estrategia para no ahuyentar a los conspiradores antes de poder confirmar nuestras sospechas. Sabíamos que el comandante de Tempat Lahir no era el único pez gordo en esa operación. Nuestra intención era capturar al verdadero cerebro detrás de la célula de exterminio en esa ciudad.
Arnolf añadió con una sonrisa torcida: —Lamentablemente, nuestra presa se escabulló cuando empezó el tiroteo principal. Pero no se preocupen por los objetivos que rescataron; ya los hemos transferido a un navío seguro de la Hermandad y van de camino a un refugio.
Aunque la desconfianza hacia los Zetas aún flotaba en el aire, especialmente en Quzury y Ghom, la explicación de Farani tenía cierta lógica. Alcorth, sin embargo, seguía escéptico, pero cambió de tema. —¿Cuál será el siguiente objetivo? Asumo que la lista sigue activa.
Quzury, que había estado revisando comunicados encriptados, levantó la vista, su rostro sombrío. —Los siguientes en la lista, con alta probabilidad de ser atacados de inmediato... son vuestros padres, Mizarth, Alcorth. Lord Nor y Lady Ameda.
Un silencio helado cayó sobre la sala. Alcorth y Mizarth intercambiaron una mirada cargada de angustia y una nueva y feroz determinación.
—¡Debemos ir a Kragi! ¡Ahora mismo! ¡Hay que evitarlo! —exclamó Alcorth, golpeando la mesa.
En su mente, sin embargo, una voz que sonaba como la de Sagga, su antiguo maestro, le susurró una advertencia, un eco de sus enseñanzas sobre la prudencia y el control: "La ira ciega, la acción imprudente lleva al desastre, joven mastodonte."
Editado: 24.05.2025