Una semana después de la operación en Kragi, Año 9.589 N.E.
Había transcurrido una semana desde la arriesgada y costosa operación para rescatar a Lord Nor Patmus y a su esposa. La situación en la Hermandad era extraña, cargada de una tensión palpable. Lord Patmus seguía en estado de coma, y Mizarth, aunque recuperándose físicamente, estaba completamente ciego; ni siquiera los avanzados dones de curación de Miachyv habían podido revertir su condición. Alcorth, por su parte, se encontraba ausente, habiendo partido hacia Cawdor para comenzar un entrenamiento intensivo con el General Aedius Vaisman.
Markethe convocó al escuadrón de Mizarth –Quzury, Ghom, Valend y los gemelos Zeta, Farani y Arnolf– al salón principal de entrenamiento. Valend guio a Mizarth de la mano, sus pasos ahora más vacilantes pero aún imbuidos de una determinación silenciosa. Quzury, al ver la expresión indescifrable de Markethe, le preguntó sobre sus planes, pero el Segundo Maestro guardó un silencio impenetrable.
Al llegar al centro del amplio ring de combate, Quzury anunció con formalidad: —General, aquí está Mizarth Patmus.
—Muy bien. Déjenlo allí y apártense todos —ordenó Markethe, su voz desprovista de emoción.
Valend, al colocarse junto a Markethe y el resto del escuadrón en el borde del ring, no pudo contener su inquietud. —¿General? ¿Qué piensa hacer?
Sin pronunciar palabra, Markethe se lanzó a una velocidad cegadora hacia Mizarth. En un instante, antes de que el joven pudiera siquiera procesar el ataque, sintió un impacto brutal en el rostro y cayó pesadamente al suelo.
—¿Qué demonios pasa? —exclamó Mizarth, alarmado, poniéndose en pie de un salto y adoptando instintivamente una postura de guardia, sus otros sentidos agudizándose para compensar la oscuridad.
—Parece que, efectivamente, ya no sirves para la Hermandad, Patmus —comentó Markethe con frialdad, comenzando a girar lentamente alrededor de Mizarth—. ¿O quizás es que ya no eres merecedor de ese apellido tan ilustre?
—¡General! ¿Qué hace? —preguntaron al unísono varios miembros del escuadrón, visiblemente preocupados y confundidos por la agresión.
—No se metan —respondió Markethe, su mirada fija en Mizarth—. Debo comprobar si este ciego es merecedor de seguir siendo parte de la Hermandad Adelfuns.
—Basta, General. No podemos permitir que haga eso —replicó Farani, el gemelo Zeta de cabello blanco, dando un paso al frente.
—Nadie se meta —advirtió una voz grave y resonante desde la entrada del salón. Era Ron, sus brazos cruzados, su presencia emanando un poder contenido—. O seremos Markethe y yo contra todos ustedes.
Ante la inesperada amenaza de Ron, Markethe esbozó una leve sonrisa y continuó su ataque, golpeando a Mizarth sin piedad aparente. Cuando los miembros del escuadrón, indignados, intentaron intervenir, Valkano, Ringo y el propio Ron se interpusieron, bloqueándoles el paso e impidiendo que se acercaran a Mizarth.
Valend, furiosa y protectora, tensó su arco y apuntó una flecha directamente a Ron. —¡Quítate del medio, o juro que la siguiente flecha irá directa al centro de tus ojos!
Ron se mantuvo firme, su mirada inquebrantable. —Markethe me pidió que impidiera que se metieran en esto. Confíen en él. O en mí.
Mizarth, malherido, sangrando por la nariz y el labio partido, logró detener dos golpes consecutivos de Markethe con paradas instintivas, pero finalmente un tercer impacto lo envió de nuevo al suelo, casi inconsciente.
Markethe se acercó y se arrodilló junto a él, su voz ahora un susurro solo para Mizarth. —Estás completamente ciego, sí. Pero puedo sentir en ti algo... un potencial diferente, una percepción que podemos usar. Te haré "ver" sin ojos. Te convertirás en un maestro de las sombras, en un cazador silencioso. Nadie, absolutamente nadie fuera de nosotros dos, y quizás Ron, podrá saber la naturaleza de tu entrenamiento, de lo que hacemos, ni de lo que haremos. ¿Estás dispuesto a recorrer este camino, Mizarth? ¿A pagar el precio?
—Sí... señor... —respondió Mizarth con un hilo de voz, abriendo los ojos con dificultad. Había comprendido. Su maestro lo estaba poniendo a prueba de la forma más brutal, buscando romperlo para reconstruirlo.
—Desde mañana empezaremos. Duerme bien —dijo Markethe, y con un último golpe preciso en un punto de presión, dejó a Mizarth completamente inconsciente.
Desde el limbo dimensional, Sagga observaba con una mezcla de aprobación y pesar. "Veo lo que quieres hacer, Markethe. Y sí, Mizarth es el indicado para tus oscuros planes de venganza. Lo estás forjando en un arma terrible." Luego, una leve sonrisa se dibujó en el rostro etéreo del anciano maestro. "Creo que me equivoqué al haberme negado a entrenarte a ti también en su momento, muchacho. Quizás, cuando logre salir de aquí, deba hacer algo al respecto..."
***
Al día siguiente, Markethe y Mizarth se encontraron en el cuarto de meditación, la misma habitación austera que aislaba los sonidos del exterior y donde había comenzado el verdadero y secreto entrenamiento de Mizarth. Mizarth estaba sentado en el suelo, con los ojos vendados por innecesaria costumbre, aunque la oscuridad era ahora su compañera constante. Markethe había colocado varias esferas metálicas levitando a diferentes alturas en la habitación, programadas para emitir sonidos sutiles.
—Desde hoy, te alimentarás con los guerreros de élite y dormirás en sus habitaciones comunes, pero tu verdadero entrenamiento será un secreto absoluto. No podrás revelarlo a nadie, ni siquiera a tu hermano o a tu madre —explicó Markethe, su tono ahora el del instructor implacable—. Será agotador y exigente. Solo descansarás durante las comidas, cuando duermas, o si te mueres en el intento. Tendremos una hora de meditación sensorial por la mañana y otra por la tarde, aquí y en exteriores.
—Sí, señor —respondió Mizarth, su voz firme a pesar del dolor residual de la "prueba" del día anterior.
Editado: 24.05.2025