El Sello: El Despertar del Orden

Capítulo 20: Reliquias malditas

Dos meses después de la presentación de los Guerreros Biocaster en la Hermandad, Año 9.592 N.E.

El sol se ocultaba en el horizonte, arrojando tonos dorados y anaranjados que se filtraban por la amplia ventana de la oficina de las hermanas Tower. Citliali, de tez bronceada y ojos oscuros y decididos, se sumergía con metódica concentración en el afilado de su larga katana, cada pasada de la piedra de amolar un susurro metálico en la quietud del atardecer. Su hermana Lys, de cabello castaño claro con reflejos dorados que enmarcaban un rostro de facciones más suaves pero igualmente resueltas, revisaba meticulosamente las hojas afiladas de su propio arsenal de armas cortas y arrojadizas. Pertenecían a una organización independiente y discreta, liderada por la enigmática Alanna Victorix –antigua alumna de Ron en sus días más oscuros y, por ende, con ciertos lazos y conocimientos sobre la Hermandad Adelfuns–, un grupo especializado en investigar y neutralizar artefactos peligrosos y amenazas arcanas que otros preferían ignorar.

El ambiente tranquilo de su estudio, impregnado del olor a aceite de armas y pergamino viejo, se rompió cuando un golpe discreto pero urgente resonó en la puerta.

-Adelante-, dijo Citliali sin levantar la mirada de su labor.

Un hombre de edad avanzada entró con paso vacilante, su rostro surcado por la angustia y el cansancio. Miró a las dos jóvenes con una mezcla de desesperación y una última chispa de esperanza.

-Necesito su ayuda —dijo, su voz temblorosa—. Me han dicho que aquí, con las agentes de Alanna Victorix, encontraría a las mejores.

Lys dejó con cuidado una de sus cuchillas sobre un paño de terciopelo y se acercó al visitante, su mirada clara y directa fija en él. —¿Pero las mejores para qué exactamente, señor? —preguntó con una curiosidad profesional que no lograba ocultar su juventud.

El hombre, algo desconcertado al no ver a la figura más madura que quizás esperaba, respondió con cierta altivez: —Preferiría tratar eso directamente con quienes me van a ayudar en el campo, no con las asistentes o secretarias.

Citliali dejó su katana con un movimiento fluido y se puso de pie, su presencia llenando la habitación con una autoridad natural.

-Permítame aclarar, señor: no somos asistentes. Somos las personas que pueden ayudarlo. Ella es Lys, mi hermana —dijo, señalando a la joven de tez más clara y cabello castaño. —Y yo soy Citliali Tower. Ahora, díganos qué necesita o, si lo prefiere, puede retirarse y buscar ayuda en otra parte.

El hombre, impresionado por la firmeza de Citliali, finalmente compartió su inquietud. Habló de extrañas desapariciones en Kinyoku, de un amigo deformado que lo atacó. Las hermanas escucharon con atención, evaluando la situación y decidieron aceptar la tarea de investigar. Establecieron que el hombre cubriría los gastos asociados.

Al salir de la oficina, la tarde se desplegaba sobre ellas. Citliali y Lys discutieron la estrategia a seguir. Optaron por adoptar disfraces de turistas para infiltrarse en Kinyoku sin levantar sospechas. El viaje se anunciaba lleno de incertidumbre, pero las hermanas Tower estaban listas para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

La travesía las llevó a Kinyoku, un lugar marcado por una aparente tranquilidad que ocultaba secretos oscuros. Al llegar, se encontraron con un escenario inesperado: calles silenciosas, miradas cautelosas y un aire cargado de tensión.

-Deberíamos dividirnos-, sugirió Lys, observando detenidamente el entorno. -Uno de nosotros podría indagar en la plaza central, mientras el otro busca información en las tabernas-.

Citliali asintió, y decidieron que ella exploraría la plaza mientras Lys se aventuraba en las tabernas locales. Ambas se mezclaron con la multitud, sus disfraces las camuflaban entre los lugareños.

Citliali llegó a la plaza, donde notó una congregación de personas murmurando entre ellas. Se acercó con cautela, intentando no levantar sospechas.

-Dicen que la teniente Acter está haciendo justicia-, susurraba un hombre a su compañero. -Pero yo no sé, algo no me cuadra-.

Citliali captó fragmentos de conversación sobre la teniente Acter, la segunda al mando que había tomado el control después de la muerte del regente. La situación en Kinyoku estaba lejos de ser pacífica, a pesar de la fachada de orden impuesto.

Mientras tanto, en las tabernas, Lys indagaba entre los lugareños para obtener información valiosa. Descubrió que Acter había llegado al poder después de la muerte del regente y que su régimen se caracterizaba por juicios violentos y la amenaza constante de la arena de combate, donde los criminales se enfrentaban por su vida.

En medio de sus investigaciones, las hermanas recibieron un mensaje de Alanna Victorix, la jefa y maestra de las hermanas Tower. Alanna, con su larga cabellera negra y mirada penetrante, les recordó la importancia de mantenerse enfocadas en su misión y de no subestimar la gravedad de la situación en Kinyoku.

-El pueblo depende de ustedes para descubrir la verdad detrás de estos eventos-, dijo Alanna a través del comunicador. -Recuerden sus habilidades y confíen en su instinto-.

Las palabras de Alanna resonaron en las mentes de las hermanas mientras continuaban con sus investigaciones. Cada pista que encontraban parecía abrir más preguntas que respuestas. Las reliquias, aunque antiguas y frágiles, irradiaban una energía que hacía que el ambiente se sintiera vivo, como si estuvieran observando a quienes intentaban descifrar sus secretos.

Citliali miró a Lys, notando el brillo de obsesión en sus ojos.

- ¿Estás segura de que esto es lo correcto? - preguntó Citliali, su voz cargada de preocupación-. Estas reliquias... no creo que sean solo objetos. Siento que estamos jugando con fuego.

Lys asintió lentamente, aunque su mirada seguía fija en los artefactos.

- Lo sé. Pero si no descubrimos lo que significan, otros lo harán. Y no quiero imaginar qué pasaría si caen en las manos equivocadas.



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En el texto hay: ficcion, epico, evolución

Editado: 24.05.2025

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