El Sello: El Despertar del Orden

Capítulo 24: El asalto a Neipoy

Finales de 9.594 N.E. / Inicios de 9.595 N.E.

Un año de tensa preparación, de acopio de inteligencia y de una guerra fría que amenazaba con estallar en cualquier momento había transcurrido desde la infame extorsión de Ëadrail Adanahël y la subsiguiente declaración de intenciones de la Hermandad Adelfuns. Finalmente, el Gran Maestro había dado la orden. La noche, densa y sin luna, era el manto perfecto para la incursión. El asalto a Neipoy, al corazón del poder de Ëadrail, había comenzado.

Múltiples equipos de la Hermandad se infiltraron en la capital, sus movimientos coordinados por Markethe desde un puesto de mando avanzado y encubierto. Valend y Ghom aseguraban las rutas elevadas y los perímetros exteriores. Quzury y Arnolf lideraban equipos de distracción y sabotaje en puntos clave de la infraestructura militar de la ciudad. Mizarth, junto a Farani y un contingente de las Sombras de la Hermandad, se dirigía sigilosamente hacia el complejo de investigación donde sospechaban que Alice Monërhalth seguía retenida.

Pero una misión, quizás la más personal y peligrosa, había sido autoasignada. Kandros, el viejo guerrero vikingo, acompañado únicamente por Alcorth Patmus, se adentraba en la ciudadela de gobierno con un solo objetivo en mente: Njord.

***

Markethe, Mizarth y Farani avanzaban con determinación, sus figuras casi invisibles fundiéndose con las sombras de los callejones mientras se adentraban en la zona gubernamental de la capital de Neipoy. Cada paso que daban resonaba con una mezcla de tensión y un propósito inquebrantable. El aire nocturno estaba cargado de una energía opresiva, casi eléctrica, como si la ciudad misma contuviera la respiración, sabiendo que algo insidioso se gestaba en su corazón.

—Mantengan la calma y los sentidos alerta —susurró Markethe a través del comunicador neural, su voz apenas audible sobre el viento frío que barría los edificios—. No podemos permitirnos errores aquí. Este es su territorio.

El resto del escuadrón Patmus, reforzado con personal de élite de la Hermandad y actuando bajo las órdenes directas de Mizarth para esta sección del asalto, los respaldaban desde las sombras cercanas, sus ojos entrenados escaneando cada rincón, cada tejado, buscando cualquier señal de peligro. Sin embargo, lo que encontraron fue algo mucho más perturbador que simples guardias o trampas tecnológicas: una ciudad sumida en un silencio sepulcral, donde incluso los sonidos naturales de una urbe nocturna parecían haber sido arrancados de la existencia por una presencia invisible.

La luna, oculta tras un denso manto de nubes, apenas arrojaba destellos fantasmales sobre las calles desiertas, resaltando la desolación que parecía haberse apoderado de la capital. Las fachadas de los imponentes edificios, antes símbolos vibrantes del poder de Neipoy, ahora se alzaban como espectros grises, sus ventanas vacías mirando al mundo como cuencas muertas, testigos mudos de la oscuridad que había consumido el alma de la nación.

—Esto no es natural —murmuró Farani, su voz tensa rompiendo el silencio opresivo—. Algo está profundamente mal aquí. La energía ambiental es... vil.

Mizarth asintió lentamente, sus otros sentidos agudizados al extremo, percibiendo vibraciones sutiles en el suelo y movimientos casi imperceptibles en los edificios circundantes. —Esto va más allá de una simple dictadura o una epidemia controlada —afirmó, su voz cargada de una gravedad inusual—. Es un plan calculado, diseñado para someter y corromper desde la raíz.

A medida que avanzaban hacia el núcleo del poder, comenzaron a encontrar a algunos ciudadanos que aún permanecían en las calles, moviéndose como autómatas. Sus rostros reflejaban una mezcla de miedo abyecto y una resignación vacía, como si hubieran perdido toda esperanza, toda voluntad. Markethe se detuvo en una esquina, observando con el corazón encogido las miradas vacías de estos transeúntes espectrales.

—¿Qué les ha pasado aquí? —preguntó en voz baja, aunque sabía que no recibiría una respuesta coherente.

Uno de los ciudadanos, un anciano encorvado por el peso de los años y la desesperanza, levantó la vista hacia ellos. Sus ojos, aunque apagados y sin vida, brillaron por un fugaz instante con un destello de antiguo reconocimiento, quizás de una época anterior a la oscuridad.

—Nos han quitado todo... —murmuró el anciano, su voz temblorosa y apenas audible—. Primero fue la enfermedad... luego las restricciones, el miedo... y ahora... ahora solo somos prisioneros en nuestra propia tierra, esperando... el fin.

Farani intercambió una mirada preocupada con Mizarth. Ambos sabían que estas palabras no eran producto de la paranoia; eran una escalofriante confirmación de lo que habían sospechado desde el inicio.

—Esto no es un accidente, ni simple política —dijo Mizarth, su tono firme pero lleno de una rabia contenida—. Alguien, o algo, está utilizando esta enfermedad y este régimen como una herramienta de control y corrupción anímica a una escala que no habíamos imaginado.

Mientras el trío continuaba su avance sigiloso, Valend, quien coordinaba la vigilancia perimetral y el apoyo de francotiradores desde una posición elevada a varios kilómetros, notó algo inquietante. Desde los tejados, usando visores de energía mejorados, podía ver cómo las calles principales estaban marcadas por patrullas militares que se movían con una disciplina inhumana, y una red de cámaras de vigilancia que parecían tener ojos propios. Todo aparentaba estar bajo un estricto control marcial, pero había algo más profundo, algo anómalo que no encajaba.

—Ghom, ¿ves eso? —preguntó Valend a través del comunicador a su compañero, quien le ofrecía cobertura cercana—. Esa serie de edificios cerca del complejo central... parecen estar conectados por túneles subterráneos no registrados en nuestros mapas. Y la energía que emana de allí es... extraña.

Ghom, el gigante silencioso, asintió con gravedad desde su posición. —Lo percibo, Valend. Algo no cuadra. Están ocultando algo grande. Muy grande.



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En el texto hay: ficcion, epico, evolución

Editado: 29.05.2025

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