El Sello: El Despertar del Orden

Capítulo 25: Mas allá de lo humano

Continuación del Asalto a Neipoy, Año 9.595 N.E.

La noche se cernía sobre la capital de Neipoy como un manto oscuro, pesado y opresivo, el silencio de sus calles solo roto por los ecos distantes del asalto de la Hermandad. El aire estaba cargado de una tensión palpable mientras los equipos se separaban estratégicamente para atacar diferentes puntos clave. Kandros, con su imponente figura y un propósito inquebrantable, se había quedado atrás para saldar su deuda de sangre con Njord. Mientras tanto, Alcorth y Mizarth Patmus, moviéndose con una urgencia desesperada, avanzaban rápido hacia el complejo de investigación donde sabían que Alice Monërhalth y Matt estaban cautivos. Por otro lado, Markethe, al frente de su propio equipo de élite que incluía a los enigmáticos gemelos Zeta, Arnolf y Farani, se adentraba en el corazón de la ciudadela de gobierno en búsqueda de Ëadrail Adanahël, donde esperaban encontrarlo junto a su círculo más cercano.

El edificio donde Alice estaba retenida era una estructura fría y metálica, una fortaleza de investigación y secretos, iluminada por luces de emergencia que parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras danzantes. Alcorth y Mizarth llegaron al nivel subterráneo donde se encontraba el laboratorio principal en un silencio tenso, sus corazones latiendo con fuerza al ver, a través de un grueso cristal blindado, a los dos cautivos encerrados dentro de una celda de energía crepitante. Alice los miró, sus ojos reflejando una mezcla de alivio y una profunda preocupación. Matt, a su lado, permanecía en silencio, visiblemente debilitado, las marcas de un interrogatorio o tortura recientes evidentes en su rostro.

El momento del reencuentro visual fue breve, cargado de una emoción contenida. Sin embargo, antes de que los hermanos pudieran siquiera planear cómo desactivar la celda, una figura emergió de las sombras del laboratorio. Era Ëadrail, su presencia imponente llenando el espacio, sus ojos grises brillando con una ambición fría, casi sobrenatural. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios al ver a los Patmus.

—Ëadrail, ¡suelta a Alice ahora mismo! —exigió Alcorth, su voz firme, su cuerpo tenso y listo para la acción, aunque la rabia contenida vibraba en cada sílaba.

Ëadrail los miró con un desdén palpable, como si fueran meros insectos insignificantes que osaban interrumpir sus planes.

—No me digas lo que tengo que hacer, Patmus. Alice es una pieza fundamental de mi plan, y no la dejaré ir tan fácilmente.

Mizarth intervino, su tono cargado de un sarcasmo afilado que cortó el aire. —Ah, ¿tu gran "plan"? ¿Te refieres a ese donde sometes a Neipoy y luego a todo el continente a una tiranía basada en un virus genéticamente diseñado? ¿Ese es tu brillante designio para la humanidad?

Ëadrail frunció el ceño, su expresión endureciéndose ante la directa acusación.

—Ustedes no entienden nada. Son reliquias de un pasado obsoleto, oponiéndose al progreso, a la evolución. Han rechazado la oportunidad de ser parte de algo mucho más grande, de un orden perfecto.

Alcorth respondió con vehemencia, su voz resonando con convicción. —¿Más grande? ¿Qué hay de más grande que la libertad de elección, que la justicia verdadera, que la dignidad de cada ser humano?

Ëadrail soltó una carcajada gélida y burlona, como si las palabras de Alcorth fueran el delirio de un niño ingenuo.

—La libertad y la justicia son ilusiones, Patmus. Consuelos para los débiles. Lo único que importa, lo único real, es el poder. Y yo lo tengo. Soy el elegido, el catalizador que llevará a Neipoy, y luego a este continente decadente, a una nueva era de orden y perfección.

En ese momento, un silencio extraño, casi antinatural, pareció envolver la sala. Alice, quien hasta entonces había estado observando la discusión con una mezcla de angustia y temor, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, una vibración profunda que no era física. Era como si algo ancestral, dormido durante eones, estuviera despertando dentro de ella. Miró a Alcorth y Mizarth; ellos también parecían sentir algo similar, una extraña resonancia. Sus rostros reflejaban una mezcla de confusión y un atisbo de reconocimiento, como si acabaran de recordar algo fundamental, algo olvidado hace mucho, mucho tiempo.

Ëadrail, por su parte, también pareció afectado. Su férrea confianza inicial comenzó a tambalearse visiblemente cuando sus ojos grises se cruzaron por un instante con los de Alcorth, ahora brillando con un leve fulgor rojizo. Fue apenas un chispazo, una conexión fugaz, pero ambos sintieron una corriente eléctrica recorrer sus cuerpos, una sacudida que iba más allá de lo físico. Era como si una parte profunda de sus seres supiera que estaban destinados a este encuentro, a este enfrentamiento, aunque la razón última se les escapara.

Mizarth, siempre el más pragmático a pesar de su ceguera, fue el primero en intentar romper la opresiva quietud, buscando ganar tiempo mientras sus agudizados sentidos evaluaban la alteración energética en el ambiente.

—¿El elegido? ¿De qué estás hablando? ¿Quién te ha metido esas ideas delirantes en la cabeza, Ëadrail?

Ëadrail sonrió de nuevo, esta vez con una malicia renovada, su confianza regresando, aunque la sombra de la duda persistía en el fondo de sus ojos. —No necesito explicárselo a seres inferiores como vosotros. Solo les diré que pronto lo sabrán. Y para entonces, será demasiado tarde para detener el nuevo amanecer.

Un escalofrío recorrió la espalda de Alcorth y Mizarth. Sabían que Ëadrail no solo alardeaba; ocultaba algo mucho más grande, algo que podría cambiar el destino del mundo.

Lo que ninguno de los cuatro –Alcorth, Mizarth, Alice, Ëadrail– podía explicar era esa conexión extraña, casi primordial, que vibraba entre ellos. Alice notó cómo sus manos temblaban ligeramente, no de miedo, sino como si su cuerpo estuviera respondiendo a una llamada antigua, a una energía resonante. Recordó las visiones fragmentadas que había tenido en el laboratorio, aquellas sombras que parecían guiarla hacia un propósito desconocido. "¿Por qué siento esto?", pensó, mirando alternativamente a los tres hombres. "Es como si... como si nuestras almas se conocieran desde hace siglos, destinadas a encontrarse una y otra vez."



#2673 en Otros
#253 en Aventura
#297 en Ciencia ficción

En el texto hay: ficcion, epico, evolución

Editado: 29.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.