El Sello: El Despertar del Orden

Capítulo 26: El destino del mundo

Continuación del Asalto a Neipoy, Año 9.595 N.E.

Mientras Alice, con una valentía recién descubierta, intentaba hacer entrar en razón a un visiblemente afectado Ëadrail Adanahël en el corazón del complejo de investigación, Alcorth Patmus sintió una inquietud devoradora. Su mente no podía apartarse de Kandros, su mentor, su casi segundo padre, quien se había quedado solo para enfrentarse al monstruo que era Njord, el asesino de Arthoriuz. Las palabras del viejo vikingo resonaban en su memoria: "El honor exige sacrificio." Pero, ¿a qué precio? ¿Estaba Kandros realmente preparado para enfrentar a un enemigo que había revelado ser mucho más que humano?

Alcorth apretó las empuñaduras de sus espadas, el metal frío un ancla en la tormenta de sus emociones. Mizarth lo observó, sus sentidos ciegos percibiendo la tempestad en el alma de su hermano.

—Alcorth, ¿qué te pasa? —preguntó Mizarth, su voz baja pero firme, una mezcla de preocupación y comprensión.

Alcorth respiró hondo. —Mizarth, no puedo ignorarlo. Kandros está solo contra Njord. No sé si podrá... No después de lo que era esa cosa. Necesita ayuda. ¡Debo ir!

Mizarth frunció el ceño, el dilema evidente. —Alcorth, no podemos irnos ahora. Estamos aquí, con Alice, a punto de... de algo con Ëadrail. Si nos vamos, los dejamos solos. Necesitamos tu fuerza aquí.

Pero la determinación de Alcorth era inquebrantable. —Lo entiendo, hermano. Pero Kandros es familia. Njord mató a su hermano, y esa sed de venganza lo está consumiendo. Si no voy, podría perderse, o peor... ser aniquilado.

Mizarth lo miró, un profundo respeto brillando en sus ojos sin vista. Asintió. —Está bien, Alcorth. Ve. Pero prométeme que volverás. No podemos permitirnos perder a otro hermano.

—Te lo prometo. Y mientras tanto, cuento contigo para proteger a Alice y manejar a... Ëadrail. Confío en ti.

Se abrazaron brevemente, un gesto cargado de un significado que trascendía las palabras. Alcorth se giró y corrió hacia la última ubicación conocida de Kandros.

—¡Alcorth, espera! ¿Qué estás haciendo? —lo llamó Alice, su voz llena de angustia al verlo partir.

—Alice, debo ir —respondió él, deteniéndose un instante—. Kandros se enfrenta a Njord. Es mi responsabilidad. Confío en que Mizarth te protegerá. Él es más fuerte de lo que crees. Juntos, podréis con Ëadrail. ¡Volveré pronto!

Alice asintió con resignación, el miedo por él oprimiéndole el pecho.

***

Mientras tanto, en la ciudadela de gobierno, la batalla entre Markethe, Arnolf, Farani y los demonios alcanzaba un clímax brutal. Azacell, en su verdadera y horrenda forma de Señora de la Guerra de la Legión Carmesí, luchaba con una ferocidad desesperada, sus garras y su energía infernal causando estragos. Los otros tres comandantes demoníacos, aunque poderosos, comenzaban a flaquear ante la habilidad coordinada y la determinación implacable del trío de la Hermandad.

Arnolf, con su hacha de doble filo, danzaba entre dos de los demonios menores, sus golpes precisos buscando sus puntos débiles, mientras Farani, con sus espadas gemelas, tejía una red de acero y energía que los mantenía a raya, protegiendo los flancos de su hermano y de Markethe.

Markethe, enfocado únicamente en Azacell, se movía como una sombra esquiva, sus dagas buscando una apertura en la defensa caótica pero poderosa del demonio. Finalmente, tras un intercambio brutal donde ambos resultaron heridos, Markethe logró clavar profundamente una de sus dagas imbuidas de energía purificadora en el pecho de Azacell.

El demonio soltó un chillido que heló la sangre, y su cuerpo comenzó a arder desde dentro con una luz oscura y crepitante. —Esto no... no ha terminado... mortales... —siseó, antes de que su forma física pareciera desintegrarse en una nube de ceniza y éter maligno que se disipó lentamente, aunque una pequeña y ominosa brasa de energía oscura pareció persistir por un instante antes de extinguirse, dejando una duda inquietante sobre su destrucción total.

Con su líder aparentemente destruida, los otros tres demonios, ya gravemente heridos por Arnolf y Farani, fueron rápidamente neutralizados y eliminados por el esfuerzo combinado del trío. La sala quedó en un silencio tenso, el olor a azufre y sangre llenando el aire.

—Lo... lo logramos —jadeó Arnolf, apoyándose en su hacha.

—Sí —respondió Markethe, recuperando el aliento, su mirada fija en el lugar donde Azacell se había desvanecido—. Pero me temo que esto... es solo el principio de una guerra mucho más oscura.

***

Alcorth llegó al salón del trono justo a tiempo. Lo que vio lo dejó sin aliento: Kandros yacía en el suelo, horriblemente herido, sangrando profusamente de múltiples heridas, su único ojo restante cerrado por el dolor y el agotamiento. Njord, en su forma demoníaca completa, aunque también visiblemente dañado, se alzaba sobre él, sus garras listas para el golpe final.

—¡KANDROS! ¡ESTOY AQUÍ! —rugió Alcorth, lanzándose al ataque con la furia de un león herido, sus espadas brillando a la luz de los incendios cercanos.

Njord se giró con desprecio. —Llegas tarde, muchacho. Pero no importa. Morirás junto a tu preciado y patético mentor.

Alcorth no respondió con palabras. Bloqueó un zarpazo de Njord con una de sus espadas y lanzó un tajo certero que obligó al demonio a retroceder, dándole a Kandros un instante para incorporarse con dificultad, apoyándose en su mazo.

—Alcorth... no deberías... haber venido... —jadeó Kandros, su voz débil pero cargada de gratitud y un renovado espíritu de lucha.

—¡No digas tonterías, viejo! ¡No iba a dejarte solo! —respondió Alcorth, su voz firme.

Se colocaron espalda con espalda, un joven león y un viejo lobo, listos para enfrentarse al demonio que los superaba en poder bruto. La batalla que siguió fue una demostración de pura voluntad y coraje. Kandros, a pesar de sus heridas, usaba su mazo con una fuerza devastadora, cada golpe imbuido de la furia de generaciones. Alcorth, más rápido y ágil, cortaba y esquivaba, buscando cualquier punto débil en la defensa monstruosa de Njord.



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En el texto hay: ficcion, epico, evolución

Editado: 29.05.2025

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