(Presente – Jardín de la Hermandad Adelfuns – Ron continúa su narración)
—La absorción del alma de Vorlag... —hice una pausa, buscando las palabras adecuadas. El Gran Maestro escuchaba, su expresión impávida, pero yo sabía que cada sílaba era sopesada—. Fue un punto de no retorno, Maestro. No solo había matado, había... profanado. Sentí una oleada de poder, sí, pero también un frío que se instaló en lo más profundo de mi ser, un vacío que suplicaba ser llenado con más. Más poder, más almas. Era una adicción naciente, terrible y seductora.
»Salí de Nightowl con el nombre del "Ejército del Dragón" resonando en mi cabeza y la esencia helada de Vorlag acurrucada en mi interior. Creía estar solo, pero la sensación de ser observado persistía, como un aliento gélido en mi nuca. No le di demasiada importancia al principio. Nightowl era un hervidero de ojos curiosos y espías baratos. Pero esta sensación era diferente. Más... personal.
(Pasado – Narrado por Ron)
Me había alejado apenas un par de leguas de los límites hediondos de Nightowl, siguiendo un sendero apenas visible que serpenteaba hacia el norte a través de colinas yermas, cuando la sensación se hizo insoportable. Me detuve en seco, mi mano instintivamente yendo hacia la empuñadura de la espada que había reclamado de un mercenario caído. La noche era oscura, la luna una astilla pálida oculta tras un velo de nubes. El único sonido era el silbido del viento entre los matorrales secos.
—¿Quién anda ahí? —llamé, mi voz firme, aunque un escalofrío recorrió mi espalda—. Muéstrate, o lamentarás haberte escondido.
Un silencio tenso se apoderó del lugar. Esperé, escudriñando las sombras, mis sentidos agudizados por el ritual y la reciente absorción. Podía sentir una presencia, sutil pero innegable.
Entonces, una voz suave, casi seductora, emergió de la oscuridad a mi derecha, desde un grupo de rocas que no había notado antes. —Impresionante, Ron Tower. Realmente impresionante. Tu control sobre el fuego es... notable. Y esa pequeña habilidad con las almas... fascinante.
De entre las rocas emergió una figura. Era alto, envuelto en una capa oscura con capucha que ocultaba la mayor parte de su rostro. Lo poco que podía ver a la luz de la luna era una barbilla afilada y una sonrisa que no me gustó en absoluto. Pero fueron sus ojos los que captaron mi atención, los que confirmaron mis sospechas. Brillaban débilmente en la penumbra, no con luz reflejada, sino con un resplandor interno, rojo como ascuas moribundas. El hombre de Nightowl.
—Tú —dije, sin bajar la guardia—. Me estabas observando en la taberna. Y antes.
—He estado observándote durante algún tiempo, Ron —respondió, su voz melosa, dando un par de pasos hacia mí. No hizo ningún movimiento hostil, pero cada fibra de mi ser gritaba peligro—. Desde que comenzaste a dejar un rastro... interesante. La muerte del sargento Uduro. Tu visita a la Aguja Sombría. Y ahora, el capitán Vorlag. Eres un hombre ocupado.
Me tensé. ¿Cómo demonios sabía tanto? Nadie, excepto Markethe, conocía mi implicación con Uduro, y él no hablaría. La Aguja Sombría era un lugar olvidado.
—¿Quién eres y qué quieres? —pregunté, mi voz volviéndose gélida. La energía comenzaba a acumularse en mis palmas.
Él levantó las manos en un gesto apaciguador, aunque la sonrisa no abandonó sus labios. —Tranquilo, Ron. No estoy aquí para pelear. De hecho, estoy aquí para ofrecerte ayuda.
—No necesito tu ayuda —repliqué con desdén.
—Oh, creo que sí la necesitas —dijo, su tono volviéndose un poco más serio, aunque el brillo divertido no desapareció de sus ojos rojos—. Buscas al General Njord, ¿verdad? Buscas vengar la muerte de tu padre, Arthoriuz. Quieres desmantelar su Ejército del Dragón. Nobles aspiraciones. Difíciles, también. Especialmente para un solo hombre, por muy... dotado que sea.
Mi sorpresa debió ser evidente, porque su sonrisa se ensanchó.
—Sé mucho sobre ti, Ron. Sé lo que te impulsa. Y resulta que nuestros intereses podrían estar alineados. Yo también tengo cuentas pendientes con el General Njord. Cuentas muy antiguas.
Lo miré con recelo. Un aliado surgido de las sombras, con conocimiento de mis movimientos más secretos y mis motivaciones más profundas... era demasiado conveniente. O demasiado peligroso.
—¿Y qué te hace pensar que confiaría en ti? —cuestioné.
—La confianza se gana, por supuesto —concedió—. Y estoy dispuesto a dar el primer paso. Puedo proporcionarte información sobre Njord. Información que te acercará a él mucho más rápido de lo que lo harías por tu cuenta. Información que nadie más posee.
La oferta era tentadora. Demasiado tentadora. Llevaba dos años dando tumbos, siguiendo migajas. Si este desconocido realmente sabía algo...
—¿A cambio de qué? —pregunté, sabiendo que nada era gratis, especialmente en el mundo en el que ahora me movía.
—Un pequeño favor —dijo, su voz volviéndose nuevamente suave y persuasiva—. Un gesto de buena voluntad, por así decirlo. Hay una banda de criminales, unos renegados que se hacen llamar los "Cuchillas de Ceniza". Han estado causando problemas en esta región, interfiriendo en ciertos... negocios. Y, lo que es más importante para mí, le han robado algo que me pertenece.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras flotaran en el aire nocturno.
—Quiero que los elimines, Ron. A todos ellos. Son una escoria despiadada, asesinos y ladrones que no merecen vivir. Tu particular conjunto de habilidades sería perfecto para la tarea. Haz esto por mí, y la información sobre Njord será tuya. Incluso podría ofrecerte mi... compañía en tu búsqueda. Dos pueden ser más efectivos que uno, especialmente contra un enemigo como el Ejército del Dragón.
Me quedé en silencio, sopesando sus palabras. Matar a una banda de criminales no era algo que me quitara el sueño, especialmente si me acercaba a mi verdadero objetivo. Pero había algo en este hombre, en su sonrisa, en sus ojos rojos, que me inquietaba profundamente. Olía a manipulación, a oscuridad.